21/11/2024 14:46
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Jenaro de la Fuente. 29 años. Es de Asturias, aunque lleva cinco años viviendo en Madrid. Actualmente, trabaja en un despacho en labores de Derecho Mercantil. Estudió Derecho en la Complutense, y dos máster en esa misma universidad. Anteriormente fue militar profesional, y su principal destino fue en el Grupo de Caballería de la Legión Española.
Lleva en Rescatadores Juan Pablo II un año y medio aproximadamente.

¿Qué le llevó a convertirse en rescatador?

Siempre he sido pro vida. Favorecer, colaborar o simplemente mirar para otro lado ante el aborto me parece aberrante. El aborto es uno de los mayores males, si no el mayor, de nuestro mundo. Dentro de mis amistades, fui debatiendo, pensando, aprendiendo… Y finalmente consolidé en mi conciencia la verdad. El bebé no nato es el ser humano más inocente e indefenso que pueda existir. Esa toma de conciencia al nivel más profundo me llevó a cuestionarme qué estaba haciendo yo para combatir ese mal, cómo podía yo ayudar. Pero a menudo necesitamos un pequeño empujoncito del Espíritu Santo, y bastó una invitación para ir a rescates por una conocida para ver ahí la voluntad del Señor, la respuesta a mis inquietudes. Acepté sin dudar, y hasta ahora. Y no pienso parar.

¿Ha merecido la pena esta años dedicado a los rescates?

El balance es impresionante. Los Rescatadores de Juan Pablo II perdemos muchos bebés porque la presión policial y el que el gobierno sea cómplice del personal del abortorio nos hace perder muchos niños. Pero es increíble la cantidad también que estamos rescatando. Porque la gente que no va a rescates, no sabe, que el número de abortos se ha duplicado en este último año. No todos son abortos que pasan por la seguridad social.

¿Qué se siente cuando logran que una madre finalmente no aborte?

Salvar un bebé que su madre no quiere que viva es impresionante. Es una experiencia única, por supuesto. Es una felicidad muy especial, y sobre todo agradecimiento. Antes de hablar con una mujer que se plantea abortar, rezo. Y después de que ella confíe en nosotros, yo rezo agradecido, sabiendo que he sido un pequeño instrumento al que Dios ha puesto ahí. Enseña el poder de la confianza, de abandonarse en manos del Señor y dejarse guiar por Él. Además, es un gran acicate para seguir adelante.

Igualmente es muy doloroso cuando no se puede evitar el aborto.

Es la otra cara de la moneda. Resulta triste, y te sientes impotente ante la atrocidad que se va a cometer. Ahí sólo queda el consuelo de la oración. Rezar por la conversión de esa madre que ha abortado, para que, de alguna manera, se revierta parcialmente el mal que se ha cometido. Y siempre les rezo a los niños abortados, como santos inocentes que son, para que intercedan por todo ello. Pero igual que cuando se rescata, hay que usar estos casos como un motivo para seguir intentándolo, para darse aún más cuenta de lo importante que es no rendirse nunca.

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No debe ser fácil cuando os increpan e insultan…

Es cierto que no es algo que ocurra normalmente. Pero desde luego no es plato de buen gusto. En cualquier caso, estamos ahí para servir y ayudar, con lo cual basta con hacer oídos sordos y seguir a la labor. Eso no nos amedrenta en absoluto. Pero nosotros no entramos nunca en conflictos, aunque nos provoquen. Diría Don Quijote: «Ladran, Sancho, luego cabalgamos«.

Pero, a pesar de todo merece la pena hacer rescates.

Es tremendamente gratificante. A mí hay pocas cosas que me puedan llenar más. Merece la pena el esfuerzo, el madrugar algunos días o el salir corriendo de trabajar para poder ayudar, aunque sea sólo una hora. Sabemos que estamos ahí por una causa justa, que nos mueve hacer el bien y ayudar a quienes más lo necesitan. Y encima el ambiente es estupendo. Y aquí debo hacer mención a mis compañeros rescatadores. Son gente valiente, generosa, alegre, de los que no dejo de aprender. Le alegran a uno el día y eso siempre hace que vuelva uno a casa con una sensación especialmente buena. Aprendemos mucho de los que llevan muchos años.

¿De dónde saca el valor para ir a los abortorios?

Del convencimiento íntimo de que tengo la obligación moral de ayudar, de alguna manera, a esas criaturas y a sus madres. De que mayor miedo me daría ver cómo me quedo anestesiado en el sofá, indiferente ante tanto mal y tanto sufrimiento. También ayuda saber que uno no está solo, sino con grandes compañeros de cuyo valor procuro tomar ejemplo. Y, por último, de saber que voy confiado en el Señor, que le pido a la Virgen María que Ella me proteja en todo momento. De su mano, nada hay que temer.

La oración es lo más importante, pero también hay que actuar…

Hay que tener en cuenta que este voluntariado es muy especial. La prioridad es salvar a un bebé, una vida humana, y hablar con una madre que se plantea abortar a su hijo. No se puede priorizar lo que yo quiero decir, sino lo que es necesario decir. Por tanto, la oración nos ayuda a saber que no estamos solos cuando vamos a rescates, nos ayuda a focalizar nuestra atención en lo verdaderamente importante, y nos anima a darnos nosotros mismos por encima de las incomodidades.

¿Qué diría a otras personas para que se involucren en esta labor?

Tantas cosas… Sobre todo, que no tengan miedo, este voluntariado engancha muchísimo. Ningún gobierno va a poder evitar que ayudemos a estas madres e hijos. Los jóvenes hoy estamos rodeados de entretenimientos banales y, a menudo, hasta perjudiciales, que nos alejan de hacer cosas buenas por los demás. O bien, se nos va llevando a una existencia un tanto gris, donde sólo el trabajo y los estudios cuentan, como si la vida terminase ahí y el único toque de color lo dieran unas copas el fin de semana. Que no se acomoden, que busquen crecer en el «ser» y no solamente en el «tener». Especialmente a los jóvenes católicos les recuerdo que el mismo Jesucristo nos mandó ser «luz del mundo y sal de la tierra.» Hay todo un mundo ahí fuera en la que la energía y el idealismo de los jóvenes son necesarios, con su frescura, con su alegría y vitalidad. Merece la pena aspirar a eso, a darse sin miedo a los demás, sobre todo a aquellos que peor lo pasan. Y puedo asegurar que Rescatadores Juan Pablo II son una de las mejores oportunidades para servir y para crecer como persona.

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¿Cuál es la experiencia que más le tocado en este año?

Ha habido varios casos realmente impactantes. Pero recuerdo uno con especial cariño. Se trataba de una chica rusa. Nos escuchó con una amabilidad y dulzura que me llamó mucho la atención. Mi compañera Teresa dio con las palabras exactas en cada momento, fue increíble. Nos dio pena su historia porque tenía problemas con su novio y no quería que se enterase. Pero entre lágrimas nos dijo que ella no quería abortar, pues sabía el tesoro que es ser una madre, ya que tenía otro hijo pequeñito. Muy emocionada y agradecida, se terminó fundiendo en un abrazo con mi compañera. Se habían entendido a la perfección y es uno de los abrazos más sinceros que he visto en mi vida. Al despedirse, me dedicó una sonrisa que no voy a olvidar nunca, y mi compañera y yo estábamos que no cabíamos en nosotros mismos de felicidad.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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