03/12/2024 18:55
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Esta es la quinta parte de la serie sobre el libro Largo Caballero, El tesón y la quimera, de Julio Aróstegui. Las partes anteriores están aquí.

5. La aventura republicana (1930-1932)

 

No es desproporcionado ni banal, a nuestro juicio, calificar de aventura la empresa política emprendida en el año 1930, en la que gentes y élites políticas de extracción variada —antiguos monárquicos, republicanos, anarcosindicalistas, comunistas y socialistas— promovieron decididamente un cambio político, que se pensaba radical, que debería dar un curso nuevo a la vida del país.

Da que pensar que incluso sus defensores traten a la República de “aventura”. La conclusión

lógica es que los republicanos eran unos aventureros. Sus acciones demuestran que, en efecto, lo eran.

El socialismo, con una división interna creciente, tardó en decidirse a tomar francamente la ruta que habría de llevar a la implantación sin dilaciones de una democracia burguesa.

Lo de “democracia burguesa” es un calificativo de partido, procedente de la lucha de clases; resulta extraño que un historiador use el término acríticamente.

De nuevo, como en el caso de la colaboración con la Dictadura, Aróstegui empieza a darle vueltas a la difícil explicación de la colaboración del PSOE con la “democracia burguesa” (ahora usa el término entrecomillado):

Caballero fue muy consciente de que la implantación de la República colocaba al socialismo en una tesitura inaudita que él creyó extremadamente favorable. Nada menos que la de pasar del intervencionismo al gubernamentalismo.

 

Ahora bien, para Caballero y una buena parte del socialismo, los regímenes democráticos «burgueses» no significarían más que el marco óptimo, antes de tomar totalmente el poder, en el que el obrerismo debería operar de forma reivindicativa en el proceso de su emancipación.

 

Las posiciones y experiencias posteriores prueban sin oscuridad alguna que el republicanismo político, el ideal de la democracia burguesa, era una situación favorable pero no definitiva.

 

La República no sería la aplicación lineal ni doctrinal del ideal socialista sino un entorno «instrumental», aunque la consideración de su contenido y posibilidades fuera distinta en Caballero de lo que lo era, por ejemplo, en Besteiro o en Prieto.

 

Indalecio Prieto, de quien Caballero diría, con inquina, que era más liberal que marxista, y por tanto más republicano que obrerista…

Pues ahí lo tenemos. Los dos principales grupos de aventureros republicanos (los republicanos y los socialistas) estaban divididos entre ellos. Los primeros en republicanos radicales, de centro, y republicanos de izquierdas, y el PSOE en tres familias irreductibles… ¿Qué podría salir mal?

Atención a esto:

La República debería atravesar dos etapas, burguesa primero y social después, lo que se repetiría en sus pronunciamientos desde los años treinta hasta los momentos anteriores a su muerte en marzo de 1946[9]. El gradualismo e instrumentalismo de Caballero aparecen meridianamente en ese comentario. Por tanto, la trayectoria de Caballero en su convicción republicana no es lineal, pero puede considerarse consecuente.

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Aquí Aróstegui está retorciendo las palabras y enredando, como en otras ocasiones: No es lineal, pero puede considerarse consecuente.

 

La reunión conjunta de las Ejecutivas verdaderamente decisiva para la alianza con los republicanos fue la celebrada el día 17 del mismo mes de octubre [de 1930], con presencia ya de Largo Caballero.

Y empiezan a conspirar para una huelga general con asonada militar, y se producen los sucesos de Jaca y Cuatro Vientos: un cúmulo de despropósitos, solo superados por los golpes de boxeador sonado que daban los monárquicos. Al final se anuncian las elecciones y se produce una división de opiniones entre los conjurados:

¿Cuál debe ser la actitud del Partido Socialista ante unas posibles elecciones ordinarias? La opinión de los firmantes es que el Partido, por sí y ante sí, sin aguardar la decisión de nadie, debe sostener públicamente el retraimiento.

Ir a las elecciones sería desviar la conciencia nacional de su justificado afán republicano. Ir a un Parlamento ordinario no podía dar otra imagen que la de que se estaban legitimando los actos del poder contra el cual estaba emprendida justamente la lucha.

En la cúpula del PSOE la división entre Caballero y Besteiro es cada vez más marcada:

… había periclitado toda una época de convergencia de posiciones, mayoritarias, en el seno del socialismo que encabezaban Caballero y Besteiro. Nunca se volvería ya a ella.

 

… la tensión explotó definitivamente aquel día [21 de febrero]. Besteiro, Saborit, Trifón Gómez, Ovejero y Aníbal Sánchez presentaron su dimisión como miembros de la Comisión Ejecutiva del PSOE.

 

A fines de febrero de 1931, por tanto, la situación interna de las organizaciones socialistas era complicada, pero la del país en su conjunto lo era aún más. A la caída del Gobierno Berenguer, los socialistas respondieron con nuevas manifestaciones que señalaban la completa caducidad del régimen imperante y la necesidad de marchar hacia su sustitución.

Un detalle sobre el famoso juicio a los golpistas de diciembre:

Más que contra los acusados, el proceso resultó ser realmente contra el régimen monárquico. Tras la apoteosis de la vista judicial, el resultado fue una suave condena que equivalió a la excarcelación de los detenidos. Caballero fue defendido directamente por el abogado y político republicano Felipe Sánchez Román con abundantes consideraciones jurídicas que insistían en la falta de pruebas del delito. Llegó a decir Sánchez Román en su defensa que la existencia del Comité Revolucionario era un invento de la policía (!).

El juicio fue, en términos generales, de guante blanco, y el propio presidente del Tribunal Militar, general Burguete, sería acusado de complacencias ilícitas con los reos y con la solución que se aplicó de una sentencia condenatoria de seis meses de cumplimiento condicionado, lo que dio lugar a su puesta inmediata en libertad.

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El resto es historia…

La república.

El PSOE debate su participación en el gobierno provisional:

Establecida la República, el primer gran debate desencadenado versó sobre la presencia ministerial socialista ya consumada, o mejor, sobre su continuación…

El Congreso Extraordinario se abrió, pues, el día 10 de julio de 1931, el mismo día en que Besteiro, presidente ahora de la Agrupación Socialista Madrileña, señalaba en unas declaraciones a El Socialista que el Partido no debió participar siquiera en el Gobierno Provisional y menos aún intentar formar un «Gobierno homogéneo». Pese a ello, «no es hora de teorizar sobre el pasado», dijo; había que continuar para consolidar la República. Para entonces, Prieto había manifestado ya también la conveniencia de apartarse de la tarea gubernamental, pero por disciplina, decía, continuaba en ella. En lo que respecta a Caballero, lo particular ahora fue su escasa intervención en las sesiones.

Pero les gustaron las tres carteras ministeriales y cambian de opinión. Primero decían que colaborarían hasta aprobar la Constitución, y después hasta la de las leyes complementarias:

Fue Indalecio Prieto quien, en una proposición de enmienda a la Ponencia, expuso el criterio de mayor compromiso republicano para el socialismo.

Besteiro se mantenía en su posición de que, aprobada la Constitución, debía cesar toda colaboración. Fue en este debate donde se habló por vez primera de «dictadura republicana» y «dictadura socialista».

Quedaba aprobada la continuación de la colaboración después de que se aprobase la Constitución; así lo dispusieron 10 600 votos a favor y 8300 en contra.

Caballero era uno de sus grandes sostenedores. Meses después, en una entrevista con el embajador francés, Jean Herbette, decidido admirador suyo, Caballero le dijo que «el Partido Socialista no puede abandonar el poder en tanto que continúen los trabajos de la Asamblea Constituyente». Y no solo mientras se votase la Constitución sino también las leyes complementarias; «la participación de los socialistas durará todavía algún tiempo al menos».

Pero las cosas no resultaron tan bonitas. Lo veremos en la siguiente parte.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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