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Con motivo de un atentado suicida en Roma y causante de decenas de muertos, una supuesta premio Nobel de Literatura polaca, María Linde, declara en un pueblo italiano:
“Ayer en Roma, en el corazón de nuestra civilización, ocurrió una tragedia. Cuesta imaginar una obra de arte más poderosa. Los escritores y creadores no somos nada comparados con la fuerza de la destrucción. Ese es el regalo del agresor: la muerte. Entonces, ¿cuál es nuestro regalo si tan distintos queremos ser de los terroristas? Nuestro regalo son los campos de refugiados financiados con el dinero del gobierno y controlados por la mafia. Nuestro regalo son los procedimientos europeos que nos atan las manos, la burocracia que retrasa la acción, noticias falsas y una tolerancia superficial, incluso aquí, en una sociedad multicultural. Quizás esta Europa se merezca caer bajo el peso de su propia impotencia. Cuanto más gasta el hipócrita en ayuda humanitaria, más tranquilo duerme.”
Ocurre a lo grande —sin alcanzar la magnitud y las implicaciones secretas de la masacre de Atocha — en una ficción —la película Un atardecer en la Toscana (2019), del polaco Jacek Borcuch— predictiva ¿o prescriptiva, como tantas veces?, y no en la vida real, ni en una lamentable sesión del Parlamento Europeo de Bruselas, ni protagonizada por los europarlamentables diputados españoles del PPSOE, votando, a diestro y a siniestro, contra la condena del atentado de odio terrorista de Al-Yazira (perdón, de Algeciras) en Al-Ándalus (perdón, España) contra varios templos y miembros de la Iglesia católica, con el balance final de un sacristán asesinado y un sacerdote herido. Y solo les ha faltado citar, como argumento de autoridad, a tan demenciada excretora crepuscular, parapetados en el proverbial “no condenamos, pero lo lamentamos” del filoterrorismo.
Porque la demencia se ha convertido en la tapadera de los atentados yihadistas que se producen en este país de EEUUropa —y no pueden escamotearse a la opinión pública— para exonerar de culpa a cuanto sarraceno alza la cimitarra contra los infieles cristianos.
Si bien la vesania se nos antoja consustancial al terror, con un algo de psicopatía y un mucho de sociopatía, la instrumentalización del presunto desarreglo psíquico de odios africanos de creyentes en la fe del dios misericordioso se ha convertido en la coartada exculpatoria del terrorismo amparado en la inmigración ilegal y descontrolada; ese que aspira a sembrar una balcanizada Europa occidental (occisa, por muerte accidental) de repúblicas musulmanas subsidiarias de potencias islámicas según el modelo de Bosnia- Hemoglovina (perdón, Herzegovina), comodín político ¿o joker? en esta sumisión a la Umma o comunidad mahometana, Ummanidad de la que son cómplices y/o colaboradores necesarios desde la social-democracia cristiana hasta el nazional-comunismo ateo.
Cuando se antojaban ya anacrónicas la antipsiquiatría y la reivindicación del loco como vanguardia antisistema pronosticada por Faucault, la agenda globalitaria justifica la neurodiversidad por medio del delirante P(S)O(E)DEMOS — mientras se atente contra la Iglesia y sus ministros y no contra Iglesias y los suyos—, con un incremento cada vez mayor de la drogodependencia farmacológica en un “estado clínico permanente” (Savater dixit) característico del estado del bienestar, y se acepta con naturalidad, sin ensañamiento alguno contra presuntos trastornos inhabilitantes (I, Ayuso está IDA o Trump es un “loco”) que un marote (marioneta de tamaño humano), títere de cachiporra o rijoso pasmarote neurodegenerativo, que no rige, rija los designios del anglobalitarismo USA..
Tal parece que la consigna fuera, igual que en otros períodos sangrientos de nuestra historia, vaciar las cárceles, como hace el vesánico vecino de abajo, o va decretando el gobierno del Frente Populista excarcelando por igual a la delincuencia de cuello blanco que a las bestias pardas del lumpen ,para reconvertirlas en prisiones psiquiátricas, según el modelo los regímenes socialista, para internar a los disidentes de la 2030 en NOMbre de una única patología mental, el crimen de negar la bondad del Orden Nuevo Mundial.
La traición, pues, de lesa majestad del caso Algeciras a la patria en que no se ponía el sol, constituye la postal no ya de “un atardecer en la Toscana”, sino del ocaso europeo.
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Introducir demasiados adjetivos en un texto dificulta la comprensión de lo que se quiere expresar.