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La triste noticia sobre Dani Alves y su presunto abuso en la discoteca Sutton de Barcelona nos lleva a reflexionar sobre las terribles consecuencias que puede tener la incapacidad de digerir el éxito. Por supuesto que hay que esperar a esclarecer la verdad de los hechos y que se haga justicia, pero pinta muy mal la cosa si al parecer fuesen verdad los hechos, si así las cámaras de seguridad le delatan, como publican algunos medios. Hay que ser prudentes, pues bien es cierto que personajes millonarios pueden ser fácilmente víctimas de chantajes y falsas acusaciones y más teniendo en cuenta que desgraciadamente la presunción de inocencia para el varón ha desaparecido hoy en día. Las declaraciones contradictorias no juegan a su favor en el supuesto caso de que fuese inocente.
Ya digo ni mucho menos doy por hecho que sea culpable, pero mi reflexión quiere ir más allá, pues no es la primera vez que futbolistas famosos se ven envueltos en temas de escándalos sexuales. Por supuesto que esto es aplicable a todas las profesiones, pero ahora nos toca centrarnos por momentos en este gremio por la triste actualidad de la noticia.
Pero quiero hacer la reflexión en general, no solo pensando en el escándalo Alves, ni siquiera solo en el fútbol. Por ejemplo alguien que lo ha ganado todo en el deporte o en la vida en general, ¿Qué necesidad tenía de complicarse la vida cometiendo un terrible y execrable acto que le puede llevar a la cárcel y arruinar la vida de otra persona y su propia vida y su fama para siempre? Por no hablar de la gravísima ofensa a Dios, que le puede costar la perdición de su alma.
El dinero con frecuencia endiosa, coches deportivos desorbitantes, mansiones, todo tipo de caprichos, lujos, fiestas, vicios, a veces depravaciones….Cuando se tiene todo, ya nada llena. Solo Dios puede llenar la sed de plenitud del corazón del hombre. No solo pasa a los futbolistas sino a cualquier famoso que lo tiene todo, que triunfa en su profesión y lejos de digerir bien el triunfo, invirtiendo en buenas causas y viviendo sanamente, ha acabado corrompiendo su alma en el vicio, en adicciones, cuando no en el crimen…cayendo en un abismo de autodestrucción.
Cualquier persona, famosa o no, pobre o rica, puede caer en graves desórdenes, bien en dramáticos casos de suma pobreza o en cualquier situación extrema, si pierde la brújula de su existencia. Algunas personas se quitan la vida por perder su trabajo o su negocio o asesinan a sus parejas (muchas veces ni siquiera son esposos) y a sus propios hijos por venganza. Es el misterio de la iniquidad y el abismo de maldad que puede anidar en el corazón del hombre. Por eso San Agustín dice que no hay ningún pecado que un hombre cometa, que otro no pueda cometer.
Solo viviendo en Dios, como Dios manda y con la conciencia tranquila podemos edificar una vida que merezca la pena. Jamás el pecado puede dar la felicidad. Si alguien peca, que nadie se desespere por grandes que sean sus pecados e incluso crímenes, pues mientras hay vida hay tiempo de arrepentimiento y de redención, eso sí en el pecado va la penitencia y generalmente se acaba pagando en la tierra todos los crímenes, aunque muchos obviamente puedan quedar impunes.
Autor
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Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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