21/11/2024 15:45
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No es momento este para analizar lo que es España y lo que significa ser español.  Pero sí es momento para recordar que la presente deriva nos lleva a revivir episodios pasados de nuestra historia, y que, pese a voces que lo niega, los hechos son tozudos y se convierten a una realidad legítimamente comparable y similar a la década de los años treinta del pasado siglo XX.

En el siglo anterior, el XIX, ya sufrimos tres guerras civiles provocadas por la decisión de un borbón de abolir la Ley Sálica, aprobada por su antecesor Felipe V, posibilitando la sucesión en su hija en perjuicio de su hermano Carlos. En el siguiente siglo, el XX, otro borbón renuncia al trono de España y huye por Cartagena a Italia temiendo por su vida y abriendo la vía de la guerra civil años después.

Hoy, en pleno siglo XXI, y cercanos a la década de los años treinta, estamos reviviendo la desunión territorial -fruto de una constitución que permite la convivencia de nación y nacionalidades- y una ruptura geográfica que puede ser un hecho si permitimos que Cataluña y Vascongadas lleguen a ser naciones independientes, a las que luego les seguirían Galicia, Valencia (esta anexionada junto con Baleares por Cataluña). Que la independencia está en boca de catalanes y vascos es un hecho al que no se le ha puesto remedio nunca. Pi y Margall, en su obra Las nacionalidades, así lo apunta y lo hace a finales del siglo XIX.

Si se viene propugnando una Unión Europea la pregunta es: ¿a quién beneficia que Cataluña y Vascongadas sean independentes, territorial y políticamente, del resto de España? ¿Quién está propugnando y financiando esa ruptura? ¿Una ruptura que se intenta llevar por el retorcimiento de la ley, y que esta puede colapsar por las circunstancias que realmente se dan y se viven y no por las que se quieren crear artificialmente?

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Desde luego que es una minoría a la que solo se le puede tachar de egoísta, insolidaria y ciega. Una minoría aburguesada en un inicio, para luego ser sustituida por elementos viciados por una ideología cerril y primitiva, a la que no ha sido extraña una parte de la iglesia católica que ha olvidado, en todo momento, las persecuciones que sufrió en los siglos XIX y XX, con una práctica de la defensa de sus más cercanos fieles, olvidando que esa iglesia es ecuménica, esto es, universal.

Tanto que se habla de la integración de las personas vemos la contradicción que significa le desintegración territorial. No olvidemos que el brazo armado del marxismo es la social-democracia, que se nos está vendiendo como una virtud global, cuando el remedio está, precisamente, en la supresión de esa social-democracia por una idea nacional, que no nacionalista. Lo nacional integra y lo nacionalista desintegra. Lo nacional agrupa y lo nacionalista separa. Lo nacional fortalece y lo nacionalista debilita. ¿Queremos ser lo débil? No lo creo. Creo que queremos ser una comunidad social cuyo objetivo es obtener lo mejor de lo que somos y de lo que tenemos, una finalidad que podemos y debemos obtener por nosotros mismos, sin necesidad de elementos foráneos.

Los lazos que nos unen a lo extranjero, como es lo artificioso de una Unión Europea que no es tal, cuya base solo es una estructura económica a través de la que controlar los gobiernos de los distintos países, y de aquellos que no la conforman a través del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, se pueden romper si somos un grupo homogéneo en nuestras tradiciones, en una cultura de valorar el trabajo por encima de cualquier otro índice económico, en la consecución de una unidad moral y una voluntad política de ser un mismo pueblo con capacidad de servir a un estado nacional y único.

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Si a los partidos nacionalistas se les permite defender la independencia, yo abogo por la defensa total de España sin división alguna. ¿No es esta posición tan legítima, o más legítima? Nuestra política actual es de deriva, de una desorientación originada por las componendas de unos partidos políticos que no saben, ni quieren saber lo que es España, que permiten un sistema viejo y fenecido desde su nacimiento. El propio uso de partidos políticos representa una división que parte la sociedad en distintos grupos insolidarios, cuando la necesidad está en que solo se haga uso de una sola palabra: ¡España!

Autor

Luis Alberto Calderón
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José Luis Fernández

Ni el PP ni el PSOE van a solucionar los mayores males de España que son la desunión territorial y la creciente pérdida de su identidad como nación de raíz cristiana y perteneciente a la Civilización Occidental.

Lieutenant

Es cierto, España está a la deriva, pero no solamente porque nuestra Constitución permita la convivencia de nación y nacionalidades, sino porque desde el segundo tramo legislativo en que gobernó el PSOE, es decir Rodríguez Zapatero, este país empezó a polarizarse cada vez más y más, permitiéndose a vascos y catalanes campar a sus anchas y dictando la peor ley que se ha podido promulgar para desgracia de esta nación: La Ley de Memoria Histórica, corregida y aumentada por la de Memoria Democrática de Pedro Sánchez.

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