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Se escribe este relato -como esperpento podría ser definido- al objeto de despertar la sonrisa en el lector. Es hoy un día -el día de los Santos Inocentes- en el que la costumbre nos exige que todo vaya de burla y de chacota. Hoy todo debe ser una risa. Hoy todo debe ser una broma. Y ya que así la tradición lo manda, para cumplir con su mandato, vaya este SUSTO que tan solo chanza quiere ser.
-Tu ¿qué crees que puede pasar Manolo?- preguntó Elvira a su marido con tono apesadumbrado.
-Yo qué sé mujer…yo qué sé -contestó Manolo con la barbilla hundida sobre su pecho y voz compungida.
Las emisoras de radio habían abandonado su programación habitual, emitiendo todas ellas, conectadas a la emisora estatal, tan sólo música clásica, intercalando, eso sí, entrevistas con personajes de relevancia social, en las cuales se ponían de manifiesto los logros laborales, económicos y culturales que se habían conseguido durante los últimos lustros y el peligro de que todo se viniera abajo cual castillo de naipes.
Igual pasaba con los diferentes canales de televisión. De vez en vez, se informaba que el Consejo de Ministros se encontraba reunido, de forma permanente, ante la posible gravedad de la situación, en caso de que se confirmaran los hechos que de forma oficiosa ya estaban sumiendo a todos y cada uno de los mimbres sociales en un estado de zozobra, pesadumbre y miedo.
Eran las doce de la mañana. Repentinamente se hizo un alto en las emisiones radiofónicas y de los diversos canales de televisión. Con voz grave, lacónica y de tonalidades dramáticas se informaba que la totalidad de los líderes de los partidos políticos se habían puesto a disposición del Presidente del Gobierno ante la colosal envergadura del problema con el cual se podría enfrentar la nación, en caso de confirmarse los hechos, aún sin constatación oficial alguna, que corrían a nivel de rumores, por la totalidad de los mentideros del país. Leído el comunicado pasó a escucharse el “Adiós a la vida”[i], en Tosca, de Puccini, cuando Marío Caravadossi, esperando su muerte, da rienda suelta a sus melancólicos recuerdos.
-¿Te acuerdas Manolo de que, cuando éramos novios, me llevaste a ver Tosca?.
-Ya lo creo. Hace ya tanto tiempo. Tanto tiempo -contestó Manolo lentamente.
-¡Uy…uy…uy…! Pero que mustio está mi maridito -replicó Elvira haciendo una mueca cariñosa a Manolo.
A continuación, en mesa redonda, pasaron a oírse los comentarios realizados por diferentes miembros de los cuatro partidos políticos con mayor representación parlamentaria. El coordinador del espacio solicitó de los participantes una valoración de la situación.
-Pienso -dijo uno- que no se nos puede escapar la transcendencia de los acontecimientos. Nuestras libertades y las libertades de todos nuestros conciudadanos, están en juego. En estos momentos no caben fisuras entre todos los que nos consideramos demócratas. Jamás en nuestro país habíamos llegado a tan alto grado de desarrollo político. No podemos tirar por la borda, de un plumazo, todo lo conseguido. Me parece que, de lo que digo, todos somos conscientes. Con los datos en la mano podemos afirmar, sin rubor, que nuestro país es el que posee mayor número de políticos en el mundo, claro está, más políticos per cápita…
Interrumpió otro diciendo:
-Y no sólo en cantidad…no…no. En calidad democrática también. Es de sobra sabido que en la mayor parte de los países que pasan por ser democráticos, se exige de los políticos una formación que lleva a constreñir la personalidad del representante del pueblo. Un representante del pueblo que al haber estado sometido a las pautas de un plan de estudios, al esfuerzo que el estudio exige, liquida en su espíritu la totalidad de la primigenia espontaneidad del hombre libre, del hombre sin barnices. Se fuerza al representante del pueblo -en esos países- a sujetarse a unos modos, formas, criterios y valores que canalizan, modifican, fuerzan, limitan y desvirtúan su expresión libre. Someten a su mente a forzamientos culturales que impiden la libérrima vertebración de su discurso. Se solicita de los políticos -en esos países- un poso moral en su conducta, en su vida, en su actuación profesional y política dirigido, tan solo, a degollar al puro hombre libre, sin traumas y sin complejos, que el pueblo requiere para sentirse adecuadamente representado.
Eso es evidente. Y eso no pasa en nuestro país. Y eso nunca pasará. Para eso estamos aquí. De ninguna forma consentiremos que ocurra una cosa tan aberrante y antidemocrática en nuestros territorios.
Enfervorecidos corearon, el resto de representantes populares, su acuerdo con las palabras de su colega.
-Y todos podemos comprobar, fácilmente, que en nuestras cámaras de representación popular no pasa esto…no pasa esto…no pasa esto. Está ante nuestros ojos que en nuestras cámaras están algunos representantes del pueblo que, durante toda su vida, fueron ajenos a las estructuras escolares, académicas y formativas en general. En nuestras cámaras de representación popular, se encuentran otros que jamás albergaron en su intimidad valor moral alguno. Nuestras cámaras de representación popular son instituciones democráticas, no son instituciones elitistas como son en esos países -con gesto despectivo recalcó- a los que me he referido con anterioridad y que están en la mente de todos nosotros. Si existen malhechores en nuestro pueblo, habremos de admitir que en nuestras cámaras de representación popular deban de existir, de igual modo, maleantes…y eso es una consecución democrática que nos debe de llenar de orgullo…
El coordinador de la mesa interrumpió el discurso para anunciar que “de diferentes países –tal como informaba el Ministerio de Asuntos Exteriores- se estaban recibiendo ofrecimientos de ayuda humanitaria, sanitaria y técnica de todo tipo, para hacer frente a la crisis en la que podía quedar sumido el país”.
Leído el comunicado el coordinador de la mesa dió la palabra al tercero de los políticos, que se encontraban en torno de aquella mesa redonda solicitando que expusiera de modo escueto su visión de los acontecimientos.
-Mire usted -dijo el representante del pueblo- las circunstancias actuales nos confirman que un régimen de libertades, es un régimen que tiene que estar forjándose día a día, hora a hora, minuto a minuto. La democracia, es algo que se tiene que hacer de forma constante. La democracia no termina de estar hecha nunca. La democracia es un sistema de incesante superación de las personas, de las familias, de los grupos, de las instituciones. La democracia es un sistema de respetos, comprensiones y atenciones reciprocas. Un sistema, en fin, en el que el horizonte del “yo”, ha de estar siempre teñido por las concreciones del “nosotros”.
Llegado a este momento, los representantes del pueblo que se aposentaban en torno de la mesa, interrumpieron de forma airada. Originándose una gran trifulca entre los representantes del pueblo.
Todos querían hacer ver que las filas de sus respectivos partidos eran las que daban democrático albergue al mayor número de truhanes. Los argumentos, si se pueden llamar tales, no pueden quedar reseñados aquí, pues forjose un guirigay de imposible comprensión. Salían a colación diversos hechos delictivos cometidos; inmoralidades llevadas a término, estupros incontables, estafas realizadas, corrupciones innumerables, hechos deleznables sin fin, griterío de palabras sobrepuestas, de chillidos cruzados. Estrépito comparable, tan sólo, al formado en un gallinero en el cual la zorra entra.
-Por favor señores…por favor…por favor -dijo el coordinador de la mesa tratando de reconducir la situación desde la anárquica tempestad del mar embravecido, a las mansas aguas del dulce, tranquilo y sereno lago campestre- por favor. Les ruego que permitan que concluya su compañero de mesa.
-Me permito recordar -pausado, retomó su discurso el interrumpido- que con anterioridad, nuestro colega, había puesto de manifiesto que la existencia de sinvergüenzas entre nosotros, los representantes del pueblo soberano, no debía ser tomado como escándalo, sino más bien, había de constituir un motivo de profundísimo orgullo democrático. Nuestro pueblo es noble, es honesto, es sufrido, es heroico…pero eso no nos puede llevar a desconocer, que en el seno de nuestro pueblo existen malhechores, y nuestro deber inexcusable es su representación. Una representación que será más eficiente, más sincera, más democrática, cuanto mayor sea nuestra identificación con nuestros representados.
En esto, sí pienso que estaremos todos los aquí presentes de acuerdo; todos los partidos han realizado un gran esfuerzo por llevar a término una idónea, abnegada e identificada representación de este segmento importante de nuestro pueblo.
Interrumpió, de nuevo, el coordinador del programa especial, las palabras del político, y leyó un comunicado de Presidencia de Gobierno en el que se decía que “a las veintidós horas comparecerá el Presidente del Gobierno siendo retransmitida dicha comparecencia, por todas las emisoras de radio y canales de televisión del país, a fin de informar a los ciudadanos de la compleja situación en la que todos nos encontramos”.
Leído el comunicado, volvió a entregar la palabra al participante, ya por dos veces interrumpido.
-Para concluir, y no queriendo ser exhaustivo en mi exposición, me retrotraigo a lo dicho por nuestros colegas en torno a los hitos conseguidos. Éllos decían, con mucha razón, que nuestro país es el que tiene mayor número de políticos per cápita en el mundo. Éllos decían que, el seno de nuestro corpus político es, en el mundo, en el que más ladrones y degenerados existen, con cuya apreciación coincido plenamente. Ello me lleva a ser invadido de un intenso y profundo orgullo democrático por los motivos que ya han quedado expuestos en esta mesa. Éllos no han dicho, pero digo yo, que nuestro país es aquel en el que mayor porcentaje del producto interior bruto se dirige a engrasar debidamente la maquinaria requerida por la industria política, y eso es un logro más conseguido por nuestro pueblo. Dicen los antidemócratas, que esquilmamos los dineros públicos sin haber dado un palo al agua a lo largo de nuestras vidas. Diría yo a esos insidiosos desestabilizadores, que la mayor parte de nosotros, evidentemente, no sabemos lo que es el trabajo por cuenta ajena; nunca estuvimos sujetos a trabajo autónomo alguno, desconocemos lo que son las angustias y sinsueños de un empresario, y las estrecheces de un trabajador. Pero todo eso lo hemos de sobrevalorar, porque eso quiere decir que, los políticos de este país raramente hemos estado expuestos a la alienante situación a la que somete el trabajo al hombre. La mayor parte de nosotros, los políticos de este país, hemos sido como monjes en la orden del servicio a nuestros conciudadanos.
La mayor parte de nosotros -tras una breve pausa y con gesto de sacrificada y heroica víctima continuó el representante del pueblo- los políticos de este país cuando apenas éramos niños ingresamos en las juventudes de nuestros respectivos partidos. Y allí, con paciencia, con atención, con abnegación y con mil esfuerzos aprendimos el arte de la intriga, la poesía de la mentira, la filosofía de lo obsceno, la religión del lucro, la praxis de la crueldad, la ciencia del ocultamiento, la metafísica de la villanía, la estética de la calumnia, la sintaxis de la difamación, la métrica del bandidaje, la mecánica de la infamia, la sabiduría de la traición, la técnica de la sumisión…El hablar y el no decir…el afirmar negando…el callar haciendo…el silenciar chillando…En fin, una infinitud de saberes que nos hubiera sido imposible adquirir en un aula, en un taller, o en una oficina…En definitiva: trabajando. Pues son saberes que el estudio no los da, ni el trabajo los otorga.
-¡Magistral! ¡Excelente! ¡Muy bien! ¡Muy bien! -apostillaron los otros políticos sentados en torno de la mesa redonda.
-Y dicho esto -continuó argumentando de nuevo, el brevemente por sus colegas interrumpido- no me cabe otra cosa en estos momentos que llamar al pueblo a profundizar en estas consecuciones, a ser más ambiciosos en el logro de hitos más elevados. Yo me atrevería a sugerir a nuestro pueblo que saliera en masa, que invadiera las calles y las plazas de nuestro país pidiendo, exigiendo la subida de las remuneraciones de sus políticos, la mejora de las condiciones de jubilación de sus representantes, la ampliación de la flota de coches oficiales a disposición de los que tomamos sobre nuestras espaldas el peso, la carga y la responsabilidad de su representación a niveles estatales, regionales, insulares, provinciales y locales. Ampliar, ad infinitum, las dietas, las gratificaciones, gabelas y prebendas de aquellos en virtud de cuya actuación cualquier paisano de nuestro pueblo queda convertido en ciudadano, cualquier bípedo implume qué pasea por el solar patrio deja de ser un siervo, un súbdito, un vasallo, para convertirse, por mágica metamorfosis, en un ser humano dueño de su destino. Y de este modo, no habrá amenaza que nos venza, enemigo que nos hiera, peligro ante el que sucumbamos.
Un espontáneo aplauso se produjo en la mesa. Todos estuvieron de acuerdo. Todos movían su cabeza verticalmente, afirmando de forma categórica el acuerdo unánime, la identidad de criterios, la unicidad en el juicio.
-¡Claro…! ¡Claro…!Claro…! -decían.
Elvira, sentada en el sofá del tresillo, contemplaba la televisión junto a su marido. Todavía proseguía el aplauso de los intervinientes en la mesa redonda al último que había hecho uso de la palabra, cuando Elvira, dando un manotazo fuerte en el brazo derecho del sofá, dijo acalorada:
-Pero ¿qué dicen estos hombres Manolo? Si no se les entiende nada. Pero, Manolo, ¿tú ves? Si en vez de hablar, farfullan ¡Serán tontos del haba! No dicen que se puede acabar el mundo y ellos farfulla que farfulla.
-Déjalos. ¿No ves qué son políticos? ¡Qué se les va a entender! A mí me parece, que lo que están pidiendo es un aumento de sueldo. ¡Bah!.. Ni caso -dijo Manolo a Elvira en tono tranquilizador.
-Ay hijo, de verdad, que hay veces que me parece que tuvieras la sangre de horchata -contestó airada, aunque cariñosa, Elvira a su marido.
-Bueno mujer, bueno. Dejémoslo estar chatita. Dejémoslo estar -concluyó Manolo.
El coordinador de la mesa, parpadeante, frunciendo las comisuras de los labios, tendiendo sus manos hacia el centro de la mesa y con tenues “señores…señores…señores regresemos de nuevo al tema”, trató de imponer el orden a fin de continuar con la emisión.
El cuarto representante del pueblo fue requerido por el coordinador para que expusiera su opinión, a lo que de forma inmediata accedió diciendo:
-En circunstancias tan graves como son las que atraviesa nuestro país. En estos momentos aciagos y oscuros que parece que el destino está obcecado en hacernos vivir; yo no puedo pedir otra cosa distinta de las que ya han solicitado mis colegas. Más democracia, más libertades. Profundizar más y más en los valores democráticos. Abundar más y más en los medios puestos a disposición por el pueblo en aquellos que constituimos los pilares en los que se cimenta y sostiene el gran edificio de las libertades. Si quisiera apuntar en una dirección. Mis colegas han pedido, por aclamación, el aumento de emolumentos, prebendas y gabelas, a todos aquéllos que sacrificamos nuestras vidas en sacar del pozo del subditaje, a liberar del abismo del vasallaje a nuestros connacionales, a fin de incorporarles al excelso escalafón de la ciudadanía.
Yo me atrevo a ofrecer a nuestro pueblo un paso más a recorrer en este, esforzado pero eximio, caminar. Yo humildemente propongo a nuestro pueblo, que en esas marchas por plazas y calles de nuestras ciudades, por los montes y los valles de nuestras villas y aldeas, soliciten, pidan, exijan que el ochenta y cinco por ciento del PIB de nuestro país pase, por ley, a ser dedicado a la financiación de los partidos políticos, sin el concurso de los cuales es imposible salir del vasallaje, liberarse del servilismo, evadirse del subditaje…
-¡Si señor…! ¡Si señor…! ¡Sí señor….!
Todos aclamaron entre gestos de beneplácito. Sonaron palmas y proliferaron las manifestaciones de asombro ante el mensaje de profundización en el régimen de libertades propuesto por su colega.
Se hizo un instante de silencio y pasó a escucharse por todas las emisoras de radio y la totalidad de los canales de televisión el “Addio, del passato bei signo ridenti” en La Traviata la ópera de Verdi[ii], cuando Violeta agonizante recuerda pasajes de su vida llena de múltiples amores… y a Alfredo, su único amor.
-Pero bueno, ¿se va a hundir el mundo o no se va a hundir el mundo? A mí es que me van a volver loca estos tíos -decía Elvira muy nerviosa- Tanto…tanto…tanto y, al fin y a la postre, lo que quieren es subirse el sueldo. ¡Pues qué se lo suban y qué nos dejen en paz!.
-Déjalo estar, mujer. Déjalo estar- le respondió Manolo.
-¡Ay hijo! Qué cachaza tienes. Pero qué cachaza.
Concluido el aria, una voz femenina pasó a leer una enorme relación de entidades que mostraban su disposición a mantenerse firmes ante el infortunio, a luchar contra la tragedia, a enfrentarse al destino.
Asociaciones deportivas, culturales, religiosas…, agrupaciones de jubilados, de amas de casa…; clubes de solteros/as, de separados/as y de casados/as. Federaciones de deportes; colegios profesionales, centrales sindicales y asociaciones patronales. Conferencias interreligiosas; movimientos ecuménicos. Todo un mosaico, en fin -tal como se afirmaba en los medios de comunicación- de la sociedad del país que, ante la amenaza toma postura; se prepara para la defensa; saca del fondo de su corazón la energía egregia que le hace soñar que será conducido a la grandeza colectiva, aunque sea a título póstumo.
Mediante breves reportajes, emitidos por radio y televisión, iban siendo mostradas las reacciones espontáneas del pueblo en diferentes lugares.
Niños y niñas, mujeres y hombres, ancianas y ancianos anidaban en sus espíritus puntos de zozobra, polvo de miedo, ansiedad disimulada, angustia ahogada; pero todos al unísono, según decían las emisoras de radio y los canales de televisión, estaban bien pertrechados tras los muros que forja la dignidad de un pueblo, la gallardía de sus gentes, el valor de sus familias y los deseos de futuro.
En algunas ciudades, diversos tropeles de mujeres jóvenes, y no tan jóvenes, con el torso desnudo se habían congregado frente a los ayuntamientos. Aparentemente alegres y dichosas, pero con el rictus en sus rostros de la profunda preocupación ante el destino incierto al que los rumores de tragedia colectiva las enfrentaba, lanzaban al aire gritos, eslóganes con los cuales querían expresar su sed de libertad, sus anhelos democráticos, sus deseos de autorrealización personal. Unos, hacían referencia a los deseos que tenían estas mujeres de llegar ebrias y en soledad a sus casas: “Solas y borrachas queremos llegar a casa” proclamaban. Otros, por el contrario, profundizaban en aspectos de mayor calado antropológico y cultural: “al varón, castración, on, on, on…al varón, castración. on, on, on”. Este último era el slogan que, al fin y a la postre, terminó haciéndose hegemónico en la casi totalidad de aquellas manifestaciones femeninas.
-Pero ¿qué dicen estas mujeres, Manolo? -decía Elvira dirigiéndose a su marido y haciéndole un arrumaco amoroso- ¡Pobrecito mío! – y le daba un beso con el cariño que una mujer bien casada besa a su marido- Pero bueno ¿nos va a tragar la tierra o no nos va a tragar la tierra? -concluía.
-¡Hay qué joderse…hay qué joderse…! pero ¿qué tendrá que ver el culo con las témporas…? ¡hay qué joderse…! Ahora va a resultar que capándonos se va a arreglar el mundo…¡qué no me jodan…qué no me jodan! -mascullaba Manolo entre dientes.
Mostraba reportajes igualmente la televisión, de manifestaciones masculinas en las que las verbalizaciones no eran tan locuaces. Más austeros y lacónicos, en estas manifestaciones se limitaban los hombres que a ellas acudían, a bajarse los pantalones y dando cara, con sus culos desnudos, a las fachadas de las instituciones frente a las cuales se manifestaban, permanecer de esta guisa durante unos momentos, flexionados sus troncos, para luego repetir el ritual. No había mensajes, no había discursos. Todo era simple. Todo era silencio, a excepción de algunas sonoridades, que la incontinencia en la retención de gases de algunos manifestantes provocaba. Era el modo con el que multitud de hombres del país manifestaban su disposición a luchar por su libertad, por su dignidad, por las consecuciones democráticas, por las metas conseguidas y por los objetivos a conseguir.
-Pero bueno Manolo, ¿Te das cuenta? Esto sí que es confundir el culo con las témporas -decía Elvira a su marido- Si no lo veo, no lo creo. Mira. Pues ahí los tienes a todos, con el culo en pompa. ¡Habrase visto! Si te lo digo yo. Pero, en definitiva, ¿nos traga el infierno o no nos traga el infierno? Yo, es que ya no sé qué pensar. ¡Qué mundo éste! ¡Qué mundo!
Eran ya las seis de la tarde y de los receptores de radio y televisión salían las notas de “La muerte de Liu” en Turandot[iii].
A Elvira y a su marido Manolo les impresionaron muchísimo aquellos versos entonados por Liu antes de hundir la daga en su pecho: “por no verlo…por no verlo más/ antes de esta aurora/ cierro cansada, los ojos/ por no verlo más”.
-Qué bonito Manolo…Qué preciosidad.
-Si es verdad, Elvira. Es bellísimo.
Y sin apenas percatarse de los movimientos que hacían, volvieron sus rostros, se encontraron sus miradas y se juntaron muy suavemente sus labios. Ambos se querían muchísimo.
-Tenemos al otro lado del teléfono al rector de la Universidad Central -decía la voz que vomitaban los receptores de radio y televisión de todo el país- y a él acudimos para que, desde la atalaya del saber; para que desde la cumbre del conocimiento nos dé una visión de los terribles momentos que nos llenan a todos de inquietud. Señor rector, todos le escuchamos.
-Consternación……….Una profunda consternación. Sólo esta palabra puede definir mi estado de ánimo y el estado de ánimo del resto de rectores de universidad, con los que me encuentro reunido. Consternación.
Si quisiera, en estos instantes, dejar patente el esfuerzo que durante los últimos lustros ha realizado el ámbito universitario. La lucha cotidiana que, con las armas del saber y de la cultura, ha mantenido la universidad en pos de la consecución de una sociedad abierta, libre e igualitaria. La igualdad ha sido la melodía que ha impulsado a nuestros alumnos y a nuestros profesores. La igualdad, en definitiva, ha sido la luz ilusionante que ha dado un porqué, un sentido a nuestras aulas, a nuestros laboratorios y a nuestras bibliotecas.
Y bien puedo decir que ha habido grandes consecuciones. Sin ir más lejos, todos los que nos escuchan, pueden corroborar que, los niveles culturales de nuestros titulados, son equiparables a los niveles culturales de los alumnos de enseñanza primaria. Hoy en día, en nuestro país, hemos logrado que muchas personas con dos y tres carreras universitarias, tengan unos modos expresivos, unas verbalizaciones en su discurso, unos conceptos esgrimidos y unos argumentos utilizados, que no delatan diferenciación alguna con aquellos conciudadanos suyos que apenas tienen en el haber de sus conocimientos, el saber leer, el saber escribir y el saber un poco de cuentas tal y como se exigiera a los oficiales de ínfima graduación en las ordenanzas militares de Carlos III.
Hemos logrado una igualdad mediante la cual, estamos a punto de conseguir que ya no haya ni sabio ni necio, ni docto ni bruto. Estamos consiguiendo una sociedad en la que solo haya ciudadanos libres e iguales. Y eso es algo con lo cual, no podría haber soñado la sociedad de nuestro país a lo largo de su historia. Y ahora, me va a consentir usted, que me ponga una medalla, o más bien, que se la ponga a la totalidad del espectro universitario de este país. Esos logros, inimaginables hace tan solo unos lustros, no hubieran sido posibles sin el concurso de la universidad.
Por eso le decía al principio que, los acontecimientos actuales me producen una intensísima consternación. Y ahora, permítame usted que siga trabajando con mis colegas los rectores de universidad.
Una cortina musical sustituyó a las palabras, en los receptores de radio y de televisión. Sonaba el
III acto de Juana de Arco de Verdi[iv]. Se escuchaban los desesperados ruegos del rey, ante la muerte de la santa, suplicando que un buen amigo le abriera, con premura, las puertas de la muerte deseada, hundiendo en su pecho el filo del puñal.
Las notas musicales llenaron el saloncito donde contemplaban la televisión Elvira y Manolo.
-Es que hay veces…es que hay veces -dijo en voz muy tenue y entristecida Manolo.
-Pero ¿qué dices so tonto? -le replicó Elvira.
Eran las ocho de la tarde. Las calles estaban desiertas. Las ventanas vacías. Las puertas cerradas. Las bocas mudas. Las gargantas secas.
El locutor recordó que, a las veintidós horas, el Presidente del Gobierno haría unas declaraciones. Tan solo faltaban dos horas.
-Y ahora, se encuentran ante nuestros micrófonos dos representantes del espectro laboral de nuestro país, y junto a ellos, un importante representante del mundo empresarial -anunció con gesto grave de voz el presentador del programa especial.
-¿Qué nos pueden decir? ¿Cuál es su valoración? ¿Qué interpretación hacen de los acontecimientos que parecen cernirse sobre las cabezas de todos nosotros?
-Indudablemente, todo esto parece ser una conjura, una conspiración, un golpe de fuerza de las corrientes retrógradas y de las fuerzas antidemocráticas -respondió con energía uno de los representantes del mundo del trabajo.
-Efectivamente -interrumpió el otro representante de los segmentos laborales- tenga usted en cuenta, que el ochenta y cinco por ciento de nuestros afiliados, se encuentran en situación de “liberados”. Esto quiere decir que tienen un sueldo por parte de las empresas sin dar ni clavo. Otros muchos están en los consejos de administración de las empresas, de los bancos, y de multitud de empresas financieras, algunas de las cuales, han sido llevadas felizmente a la quiebra. Y esto no lo pueden consentir las fuerzas capitalistas y antidemocráticas. Y no solo esto. Tenga presente, igualmente, que entre subvenciones gubernamentales, zonales, provinciales y municipales; los beneficios logrados por participación en convenios colectivos, expedientes de regulación de empleo, reales o ficticios; los ingresos logrados por las comisiones que, nuestras entidades obtienen de los trabajadores que depositan su confianza en nuestras organizaciones, cuando estos se ven sometidos a procesos de despido…, el generosísimo maná económico, de casi inconmensurables magnitudes, que suponen nuestras programaciones formativas…etc., nos hemos convertido en agentes imprescindibles en la sociedad, en protagonistas necesarios en el mundo del dinero. Las fuerzas obreras hemos penetrado en el ámbito de las grandes estructuras financieras del país…; constituimos, y lo digo con muchísimo orgullo proletario y de clase, organizaciones que hablamos de tú a tú con la gran banca, con los mayores trusts económicos y financieros. Nosotros, empinados sobre los hombros de los trabajadores, a los cuales servimos y representamos, qué duda cabe, quieran o no quieran, nos hemos integrado en el mundo capitalista, con profundísima pasión proletaria, con exuberante ímpetu revolucionario, con innegable espíritu de servicio.
En fin, ya me dirá usted si esto puede ser del agrado de las fuerzas antidemocráticas y antiobreras. Indudablemente, parece ser que nos encontramos en un momento crítico, que sólo con la fuerza que da la unión de todos los trabajadores y todas las trabajadoras podremos superar.
-¿Cuál es su opinión, su valoración, su interpretación de los hechos que a todos nos acongojan? -preguntó el conductor del programa especial, al representante del entramado empresarial del país.
-No son momentos de fisuras. No son momentos de desencuentros. No son momentos de antagonismos. Durante decenios hemos trabajado al unísono con los representantes de los trabajadores. Hemos dialogado. Hemos cooperado. Si no hubiera sido con su colaboración, no nos habría sido posible lograr salarios tan bajos como son los que ahora disfrutan la mayor parte de los trabajadores. Imagínese usted si los representantes de los trabajadores hubieran sido hoscos en este campo.
De igual forma, ¿qué hubiera sido de nosotros si no hubiéramos contado con su apoyo, a la hora de aligerar las plantillas…? En fin…en fin…en tantos y tantos momentos la colaboración ha sido tan compenetrada.
Eso sí. Nosotros, también, hemos promocionado a los representantes laborales en el organigrama de nuestras empresas, pues eran piezas indispensables en la adecuación de las peticiones esgrimidas por los trabajadores, a los intereses y disposiciones de nuestras empresas.
Nosotros, hemos sido generosísimos en lo concerniente a mantener e incrementar las situaciones económicas, de ese numerosísimo e ingente número de “liberados” de toda obligación laboral.
Nosotros, evidentemente, no podremos nunca omitir nuestro agradecimiento, claro está, por la cantidad de huelgas que, ante el excesivo stock y déficit en las ventas, se han organizado en nuestras empresas, a fin de aliviarlas en sus gastos corrientes, abreviarlas en sus plantillas, etc, etc.
Ya digo que son momentos de unión, de férrea solidaridad, de equipo, pero ante la negritud de los momentos por los que atravesamos, inspirado en las palabras y mensajes que los partícipes en esta mesa han realizado, yo solicitaría de las entidades públicas a todos los niveles, que revisaran al alza las ayudas al mundo productivo tanto a niveles laborales como patronales. Sólo así…sólo así…podremos salir adelante.
-¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón!… Nos vemos obligados a interrumpir la mesa redonda porque me comunican de control, que vamos a conectar con Presidencia, a fin de escuchar las declaraciones del Jefe del Ejecutivo -con premura dijo el conductor del programa especial.
Los primeros compases de la Danza Macabra[v] de Camille Saint-Saëns, llenaron los instantes que tardó en hacerse presente el alto dignatario. Un grupo escogido de periodistas llenaba la sala. Los micrófonos de radio y cámaras de televisión retransmitían el acto.
Pronto las palabras del jerarca, como cuchillos afilados, comenzaron a cortar el silencio expectante.
-“Como saben los ciudadanos de este país, desde hace veinticuatro horas, aproximadamente, un rumor nos ha llevado a todos a ser víctimas de un estado de inquietud. El gobierno, apenas surgido dicho rumor, se ha puesto a trabajar con intensidad, y ahora yo comparezco ante ustedes para devolver la tranquilidad y el sosiego a nuestra sociedad. Es bien sabido, que tan alarmante habladuría, dejaba entrever que en el interior de nuestras fronteras había aparecido un hombre honrado. Yo tengo en mi poder documentación suficiente, para poder desmentir categóricamente tal hecho. Puedo decir con toda seguridad, con total garantía y absoluta rotundidad que tan grave afirmación es falsa. Muchas gracias. No se admiten preguntas.”
Concluida la intervención radio-televisada del Presidente, pasó a escucharse en la voz de Placido Domingo, la Oración del torero[vi] de la ópera El Gato Montés del maestro Penella. Los versos de Rafaelillo, antes de iniciarse el festejo, en la corrida en la que un toro había de segarle la vida, parecían inundar los pechos de las gentes perdidas en la noche del país entero: Señor/ que no me falte valor/ que sea el que he sido siempre/ eso es lo que pido yo/ Señor no te pido nada/…y ahora Señor cúmplase tu voluntad/…¡Señor!.
Elvira y Manolo apagaron la televisión. Se fueron a dormir. Soldados sus cuerpos, fundidas sus almas y en armonía sus corazones, fueron contemplados por el Dios Bueno, Creador de todas las cosas, quién contemplando alegre el intenso amor que unía a aquel hombre y aquella mujer, les concedió la gracia de no despertar.
[i] Específicamente el ária “E lucevan le stelle” en el tercer acto de la opera Tosca. Partitura de Guiacomo Puccini. Libreto Giuseppe Glecosa y Luigi Illica.
[ii] Opera La Traviata.Partitura de Giuseppe Verdi. Libreto de Fracesco María Piave.
[iii] Opera Turandot. Partitura de Guiacomo Puccini. Libreto de Guiseppe Adami y Renato Simoni. El “Tu che de gel sei cinta” estaba interpretada por Anita Sartig.
[iv] Opera Juana de Arco. Partitura de Giuseppe Verdi. Libreto de Temistocle Solera. Específicamente sonaba el “Quale piú fico amico” interpetado por Alfredo Kraus
[v] Danza Macabra de Camille Saint-Saëns. Interpratada por la Nether-land Orchestra dirigida por Joos Smits.
[vi] Opera El Gato Montes. Partitura y libreto del maestro Manuel Penella Moreno. La versión de la “Oración del torero” que escucharon Elvira y Manolo estaba interpretada, como queda dicho en el texto, por Placido Domingo. Interpretación que el lector tiene a su disposición en el canal You Tube.
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