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Con la agradable visita de ayer a Madrigal de las Altas Torres y Arévalo ya formando parte de un sinfín de gratos recuerdos que vamos ordenadamente colocando en nuestra alma al objeto de ir completando nuestro álbum fotográfico de las tierras de España, venido el día, apriesa dimos cuenta del completo y variado desayuno que disponen en el Parador de Tordesillas, metímonos en el auto y en oyendo la música del motor nuestro contento fue a más, poniendo de esta guisa y sin más demora innecesaria rumbo a Medina del Campo.
En esto vengo a dar oportuna y certera crónica que desde mi mocedad, que estos días torna en achaques, grande me place recorrer Castilla, andar y desandar sus caminos, visitar villas y villorrios, conocer los usos y desusos de cada uno de sus rincones, hablar con sus parroquianos, beber sus vinos y dar cuenta de sus comidas hasta que vencido el día y agotadas nuestras escasas fuerzas, antes de ida la luz del Señor, tener siempre concertado y tasado nuestro merecido reposo en casa de apellido ilustre, que nada queremos deber, ni favor contraer para más tarde pagar tres por haber pedido uno, porque hacienda en pie debemos mantener para ordeñarla de tarde en tarde con mesura y que sus rentas nos permitan este modo de felicidad que es viajar a nuestro aire y a nuestro modo, manera que consiste en primero proyectar, segundo ejecutar al tiempo que recoger lo viviendo en breve escrito y tercero recordar. Recordar esos días de holganza en los que dimos rienda suelta a ese niño curioso que todos llevamos dentro, esa criatura tan opuesta al dolor, la angustia y el desengaño, que diría Miguel Delibes, tan propios de la vejez en la que, sin darnos cuenta, por aquello de “tempus fugit”, ya estamos incómodamente instalados y sin enmienda o compostura posible.
Aparcamos, que es lo correcto en este caso concreto, en el mismo centro urbano de villa tan nombrada y pusimos el ticket de aparcamiento tras el parabrisas, abonando el máximo tiempo permitido al objeto de dar fiel cumplimiento a nuestra agenda del día. Al poco apareció la bellísima y hermosa Plaza Mayor (de la Hispanidad) que a finales del siglo XIV albergaba una de las ferias más importantes de Europa y en cuyo piso, a día de hoy. se rotula el lugar donde se colocaban los puestos en aquellos días feriados: Especieros, joyeros, buhoneros (quincalleros), banqueros y cambistas… Esta plaza tiene gran sabor y algo en el ambiente, un no sé qué, nos conecta con un pasado cargado de sustancia. Medina es un sitio con caché, una cabeza de comarca con solera y tronío en cuyos orígenes cabe reseñar el Castillo de la Mota (S.XII) y las primeras ferias de la lana.
En la misma plaza son tres lugares de interés los que conviene visitar: Palacio Real Testamentario, Museo de las Ferias y Carnicerías Reales.
Palacio Real Testamentario: Medina y su palacio aparecen como uno de los principales destinos y paradas de los Reyes Católicos en Semana Santa, Navidad o época estival, sito de la Corte itinerante tan característica de los Reyes Católicos. No obstante, el acontecimiento por el que va a ser conocido el Palacio Real Testamentario es, sin ninguna duda, el hecho de que fuese el lugar elegido por la reina Isabel I para pasar sus últimos meses de vida, dictar testamento el 12/10/1504 a su notario y escribano Gaspar de Gricio, así como empleando un codicilo (documento anexo), modificar y ampliar algunas partes del mismo el 23/11/1504. La reina fallece un 26 de noviembre de 1504.
Copia del testamento de Isabel I
El testamento fue escrito en pergamino de cuero en hojas a marca de pliego entero, doblado por la mitad en forma de libro, constando de cinco hojas y diecinueve caras escritas con letra humanística cortesana, dejando un espacio en blanco para que los siete testigos convocados firmasen, pusiesen su nombre y sellaran.
En la actualidad, los restos de este palacio albergan el Centro de Interpretación de la Reina Isabel I de Castilla en el que podemos encontrar retazos de diferentes aspectos de su experiencia vital (Infancia, juventud, reinado, religiosidad, vida daría…), una réplica del Testamento y Codicio y una recreación con mobiliario del cuadro de Eduardo Rosales “El testamento de Isabel la Católica”.
Cuadro “El testamento de Isabel”
Museo de Ferias: Se trata de un museo cuya visita es absolutamente recomendable. En él adquirimos la justa dimensión de la importancia que tuvo en sus días Medina del Campo y su Feria, tanto es así que durante los cien días que duraba dicha Feria se fijaban las cotizaciones de las principales monedas de Europa en lo que a todos los efectos podemos considerar como la Bolsa europea de aquella época. Medina, en aquellos días de Feria, llegaba a tener 20.000 habitantes y una ordenanza municipal de 1490 obligaba dejar los caballos fuera de la ciudad.
El Museo de Ferias es un recinto lleno de sabor y cargado de información. En sus vitrinas pudimos observar las balanzas en miniatura que usaban los banqueros para pesar el oro, la primera letra de cambio en España, la relación de cotizaciones entre distintas monedas de ciudades como Florencia, Amberes, Venecia…que empleaban los cambistas para cambiar monedas, una pesada caja fuerte con un complejo mecanismo de ruedas de hierro…Una completa biblioteca sobre Medina y su Feria en la que podemos adquirir sus libros nos recibe a la salida de recinto tan ilustrador.
Carnicerías Reales: Se trata de un edifico de planta rectangular y cubierta inclinada a cuatro aguas que se divide en tres naves a modo de lonja. Sin duda nos da justa idea de la pujanza e importancia que adquirió Medina en el siglo XVI.
Y así llegó la hora del segundo café de la mañana, bajo los soportales de la Plaza Mayor de Medina, cumplimentadas las debidas anotaciones en nuestro amado cuadernillo de viaje, retenidas en la retina del alma aquella reproducción de la alcoba en la que Isabel dicta testamento a su notario y la imagen pictórica de un marido desolado, abatido y lloroso frente a su amada que acaba de fallecer.
De seguido, con la idea de completar y documentar en brevedad estas notas, recordar que Juan II de Castilla, de su primer matrimonio con María de Aragón, tiene tres hijos: Enrique IV, Catalina y Leonor; al morir María de Aragón se casa con Isabel de Portugal de la que nacen Isabel y Alfonso. La hija de Enrique IV, conocida como Juana la Beltraneja, se enfrenta con Isabel I en la Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479). Alfonso muere con quince años, sus restos reposan en la Cartuja de Miraflores (Burgos), bellísimo sepulcro en alabastro, obra de Gil de Siloé, que contemplamos en su día. También reposan en este monasterio los restos de Isabel de Portugal, Juan II de Castilla y Catalina de Castilla.
Medina, Madrigal y Arévalo, tres escenarios cargados de historia que siempre llevaremos con nosotros alojados en ese rincón del alma reservado a lo grato.
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