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Gerhard Eger Domenichini es licenciado en Filología Clásica por la Universidad de Princeton, USA (2014). Está cursando un máster en culturas medievales en la Universidad de Barcelona. En la peregrinación Nuestra Señora de la Cristiandad a Covadonga ha tenido un papel muy importante en los cantos de la Santa Misa y en otros momentos relevantes como las Letanías de los Santos en la Basílica de Covadonga, cuya voz retumbaba en todo el recinto del Santuario. Analiza su experiencia en la peregrinación y la importancia de cuidar la liturgia tradicional en todos sus aspectos, desde la formación de monaguillos a la promoción de las scholae cantorum.
¿Qué supone para usted haber participado en la peregrinación a Covadonga, tras haber estado en Chartres?
Yo ya había participado dos veces en la peregrinación tradicional de Chartres, la cual es una espectacular manifestación de apego a la tradición litúrgica de la Iglesia especialmente entre los jóvenes. Estuve muy entusiasmado al saber que por primera vez se iba a realizar una peregrinación similar en España, y el resultado ha sido una experiencia inolvidable. Ver jóvenes católicos atraídos por la tradición reunirse para una difícil caminata de tres días a uno de los santuarios más importantes no sólo para España sino para la Cristiandad entera fue algo muy alentador, pues demuestra que al igual que en Francia la devoción por la liturgia tradicional en España no es un atavismo propio de meros nostálgicos, sino una expresión de auténtico amor por Jesucristo y su Iglesia, un amor que encuentra su mejor expresión en el culto que la Iglesia ha celebrado ininterrumpidamente por más de un milenio. La forma tradicional del Rito Romano no es la expresión de ciertas modas y maneras de pensar de los años 60 y 70, sino la expresión de la fe de todas las generaciones de católicos desde que la Iglesia llegó a Roma hasta nuestros propios días. Este aspecto casi atemporal de la Misa tradicional permite unir a católicos de todas las épocas, incluyendo a los católicos jóvenes hoy, que ven la destrucción que ha causado en la sociedad el abandono de nuestras raíces cristianas, y por lo tanto quieren más que nunca volver a esas raíces y así cumplir el llamamiento de san Pablo «instaurare omnia in Christo».
¿Intuye un gran despertar de la Tradición en España y en las Españas?
Espero que sea así. España necesita un despertar de la tradición litúrgica. Hasta ahora las comunidades dedicadas a la celebración de la Misa antigua son demasiado pocas y sufren muchas limitaciones. La peregrinación, espero, haya demostrado a los participantes cuánto se puede hacer si uno está dispuesto a hacer el esfuerzo. Fue bueno ver cuántos sacerdotes participaron en la peregrinación, y verlos celebrar simultáneamente sus Misas privadas, era como una escena de un monasterio. También creo que muchos peregrinos pudieron ver por primera vez la celebración de la Misa tradicional solemne, con diácono y subdiácono y el canto de todos los propios musicales, lo cual debe ser nuestro ideal. Todavía en España es demasiado poco común ver la celebración de una Misa solemne, e incluso de una Misa donde se canten todos los propios.
Hasta ahora la Liturgia Tradicional está mucho más activa en países como Francia o Estados Unidos.
Exactamente, es muy triste ver cuán pocas Misas tradicionales se celebran en España peninsular y de ultramar, comparado con el gran número que se celebran en Francia y Estados Unidos, los cuales son, irónicamente, los dos estados revolucionarios por excelencia. Yo conocí la misa tradicional por primera vez en Nueva Jersey, donde estaba realizando estudios de grado, en una iglesia parroquial, cuyo párroco se decidió a celebrar la Misa antigua tras la promulgación del motu proprio Summorum Pontificum por Benedicto XVI. La iglesia, que no era nada pequeña, se llenaba todos los domingos para la celebración de la misa antigua. Teníamos un coro, formado en general por músicos no profesionales, de más de 20 personas que cantaban cada domingo todos los propios de la Misa, además de un equipo de acólitos de entre 15 y 20 niños y adolescentes que se turnaban cada domingo. Incluso entre el clero de la diócesis se notaba el entusiasmo por la misa antigua, y llegamos al punto donde había incluso dos diáconos permanentes que decidieron a aprender cómo ser diácono y subdiácono en la Misa tradicional; esto nos permitió tener Misas solemnes casi todos los domingos. Y era una parroquia común y corriente, pero gracias al entusiasmo, tanto de los fieles como del clero, por la Misa antigua se conseguían celebraciones verdaderamente sublimes.
¿Qué ha supuesto para usted ser uno de los responsables de los cantos de las Misas solemnes?
Me ha alegrado mucho poder haber ayudado en la celebraciones de estas Misas solemnes. Como ya he mencionado, pudimos cantar todos los propios musicales: introito, gradual, aleluya, ofertorio y comunión. La herencia musical gregoriana es riquísima: hay que recordar que estos cantos tienen un origen antiquísimo, y que desde que comenzaron a ser escritos en el siglo IX se han seguido cantando de manera casi idéntica hasta nuestros días. Tienen cierta dificultad, es cierto, pero tampoco son demasiado difíciles: el ideal de San Pío X y Pío XII fue que algunos de los fieles pudieran aprender y cantar estos propios por lo menos en las Misas dominicales. Porque estos propios son parte integral de la Misa; no son cantos añadidos. Y el ideal debe ser que cantemos la Misa, en vez de cantar en Misa.
Algo que se ha cuidado al mínimo detalle, con buenos ensayos.
Sí, hicimos lo posible dadas las limitaciones que tuvimos. En España la Misa rezada sigue siendo la más común, pero hay que recordar siempre que esta es una adaptación de la Misa solemne para circunstancias donde hay sólo un sacerdote y no hay cantores. La Misa normativa, históricamente, fue la cantada con diácono y subdiácono. De hecho entre los católicos orientales jamás se desarrolló la Misa rezada que conocemos en occidente. Para ellos, la divina liturgia necesita el canto, y no cualquier canto, sino el canto propio de la Misa misma. Espero que los peregrinos hayan quedado edificados al ver la celebración, los tres días, de la Misa en todo su esplendor.
También supongo que habrá sido un honor poder participar en las letanías e himnos en un santuario tan importante como Covadonga.
Así es, la ceremonia de clausura en el santuario de Covadonga fue preciosa, y yo nunca he cantado el Te Deum con tanta devoción y entusiasmo.
¿Por qué es importante formar bien a los nuevos monaguillos?
A diferencia de la Misa nueva, la participación de al menos un monaguillo era necesaria para la celebración de la Misa tradicional (después de la Primera Guerra Mundial se permitió por primera vez de manera universal la celebración de misas in ningún acólito, pero la tradición litúrgica y los mismos textos de la Misa demuestran que lo normativo es la presencia de monaguillos). Y en la Misa antigua, los monaguillos tienen reglas muy específicas de qué decir, qué hacer y cómo moverse y comportarse dentro del presbiterio. Ser monaguillo es un privilegio espiritual, ya que ayuda al sacerdote en el acto sacramental más importante de todos. Y por supuesto, como recordaba Pío XII, los grupos de acólitos suelen ser un semillero de vocaciones sacerdotales.
Igualmente hay que cuidar con mucho celo las scholae cantorum.
Sí, como he intentado explicar, el canto en la Misa tradicional no es algo añadido, sino algo intrínseco a su celebración. En la Misa nueva, cuando no hay canto, el sacerdote puede ignorar propios como el introito y la comunión; en la Misa tradicional no, porque estos cantos son parte integral de la Misa. Es fundamental hacer todo lo posible para fomentar la celebración de Misas cantadas, al menos los domingos, y para eso es necesaria una schola cantorum. Los papas del siglo XX insistieron mucho sobre la formación musical de seglares en el canto gregoriano, y sería muy valioso rescatar esos pronunciamientos e intentar volver a ponerlos en práctica.
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