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Ante todo, quede claro que considero como la gracia mayor recibida de Dios –aparte del don de la existencia— el haber sido bautizado muy pronto por el tío sacerdote que fue mi segundo padre al quedar huérfano a los seis años y SER CATÓLICO. Espero, con su ayuda y la de María Santísima merecer, con san Pablo, poder proclamar: “Bonum certamen certavi, cursum consummavi, fidem servavi”–“He combatido el buen combate, he finalizado la carrera, he conservado la fe–.
Pensé primero titular este artículo así: “El Catolicismo en el que no creo” pero, finalmente, lo consideré un tanto escandaloso por un primer impacto, pero verdaderamente el fondo real de este escrito es tal realidad, pues no creo en absoluto en este Catolicismo “nuevo” postconciliar. Sus apóstoles contradicen muchos puntos absolutamente fundamentales del Dogma tradicional católico recibido de los Apóstoles y consagrados por el Magisterio perenne de la Iglesia…
Sin ir muy lejos, solo unos días atrás, me gustaría explicase el Papa Francisco como pega con la doctrina intocable de nuestra Fe, su desaprobación a los obispos que se niegan a dar la comunión al presidente USA, gran promotor del asesinato de niños en el vientre de su madre. ¿Ha dejado de ser pecado mortal –de lo más graves contra el Quinto Mandamiento– la promoción del crimen más repugnante como matar a un niño y trocearlo en un túrmix o venderlo como “carne fresca» a los Laboratorios para que lo usen como materia prima para sus industrias y negocios farmacéuticos?
Le pregunto igualmente: ¿Está permitido ya, profanar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, comulgando en pecado mortal, sin “cometer sacrilegio”? ¡Explíquemelo Santidad, que soy corto de mollera!
Pues, Él, Vicario de Cristo, en su viaje regreso de Eslovenia, con una irresponsabilidad indigna de quien habla en nombre del Redentor y es sucesor de Pedro, osa proclamar esta barbaridad de que “los obispos norteamericanos deben dar la comunión al Presidente USA., ante los periodistas ¿No es culpable de echar las perlas a los puercos?
Jamás admitiré otra doctrina – obedeciendo lo ordenado por San Pablo (Gál, I, 8-19) — que la Verdad Católica predicada en los mil novecientos años anteriores al nefasto Vaticano II”. Ese acontecimiento “aclamado” por el Cardenal Suenens, como la “¡Revolución francesa de la Iglesia!”, (¡supongo que lo será por el “Terror”!, distintivo esencial e inevitable consecuencia, lógica y natural de la misma), ha desviado el rumbo de tal manera que ha desorientado a muchos. Diría que a “todos los que no fueron formados a fondo”. Nosotros, los de mi generación tuvimos esa gracia – si quisimos aprovecharla– Dan pena los llamados “nuevos católicos” tragando ruedas de molino, pero sin enterarse.
El tema de este artículo se me ocurrió, oyendo esta mañana la misa de consagración del nuevo obispo de Teruel–dos horas y cuarto de duración—. ¡Qué pena el gusto artístico del nuevo obispo que, cierra el acto manifestando “la alegría por ese acto litúrgico”, sin gregoriano, sin latín, suplido el órgano, por las guitarras “esencialmente insulsas” en acto litúrgico! O sea una “muestra visible” del “nuevo orden” —litúrgico, dogmático, moral– postconciliar.
Lo aguanté porque los “papagayos” no se excedieron y, sobre todo, porque a Teruel lo tengo impreso en el corazón desde que un “héroe” de mi familia moría en la reconquista dela ciudad turolense, en la batalla por arrojar de ahí a los “rojos”. Mi tío moría el mismo día en que cumplía veinticuatro años, –al amanecer del 1º de enero de 1938– en la noche más fría de la guerra –a menos de quince grados bajo cero–, al intentar ocupar el puesto del “caído” que la servía. Era el hermano pequeño de mi madre –fallecida cuatro años antes, a los 28, y por todo ello yo era, su sobrino preferido.
Paulino Antolín, dispensado del servicio militar — por ser el único hijo en casa de su madre viuda– , el mismo 18 de julio, como leal falangista “camisa vieja”, dejó las nías en la era y le dijo a su madre:¡Me voy ahora mismo voluntario!, a defender el norte de Palencia…
Como los miles y miles de “héroes” de nuestra Cruzada “no tienen ninguna laureada”… pero son la envidia de los ángeles. Lo besé por última vez dos meses antes de su muerte cuando,–tras liquidar a los rojos del Norte de España las banderas de Navarra y Castilla– tuvo unos pocos días de descanso en Perales de Campos (Palencia), antes de salir hacia Teruel…. Desde entonces esta ciudad es algo mío.
Me hubiera gustado oír al nuevo obispo aludir al santo obispo Anselmo Polanco, asesinado por los rojos en Pont de Molins (Gerona) unos días antes de huir como ratas de Cataluña. ¡Ya ven ustedes lo ingenuo que soy! …
Los héroes y los mártires no interesan lo más mínimo a la Nueva Iglesia católica postconciliar. Su estrella polar es el “diálogo”, padre del “consenso” y “fundamento” del ECUMENISMO. Mejor dicho del “pseudo- ecumenismo”; el auténticamente católico nos lo definió personalmente Nuestro divino Maestro: “Ser todos UNO, en la VERDAD”. Y nos marcó la ruta, nada menos que horas antes de morir en la Cruz. Le dijo a Pilatos “Yo para esto nací, y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la VERDAD”.
Los “nuevos padres de la Iglesia”, enmiendan la plana al Redentor y nos lo presenta diciendo: Vine a “dialogar, a consensuar, y declarar que todas la religiones son buenas”. Si no fuera una blasfemia, — escuchándoos a vosotros–, señores Jerarcas, sería para tratar a Dios de ignorante y de pobre inteligencia…
¿Quién ignora que Nuestro Señor quiere que todos los hombres se salven? Pero nos dotó de Libertad y nos informó claramente: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
Señores Jerarcas de la Nueva Iglesia, yo no creo en su CATOLICISMO, solo en el de Trento y el resto de los veinte Concilios anteriores al Vaticano II. ¡Pueden, por lo tanto, irse con la música a otra parte!
“Facta, no verba”…, aparentemente predicáis la Verdad pero, vuestras obras, dicen lo contrario.
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