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Recordemos que los niveles de flúor, arsénico y otros compuestos químicos perniciosos para la salud perturban en el mundo a millones de personas y llegan a originar un embarazoso problema sanitario. La sobreexplotación de los acuíferos está agravando los problemas de contaminación natural del agua en muchas zonas sometidas a estrés hídrico. El flúor, la clave de bóveda.

Flúor en todo

 

En Bozalistán, entre el 10 y el 20% del agua que bebemos contiene flúor. A veces, más. Inocuo y saludable, cacarean. Inicuo y letal, traduzcan. Rebuznan, inverosímil: exiguas dosis. Misceláneos y plurales compuestos de flúor se usan en la producción de insecticidas, plásticos, fertilizantes. Lanzados al viento, también, como subproductos de acerías, refinerías o centrales eléctricas.

 

Y parte nuclear de esas drogas legalizadas llamadas medicamentos, a saber, anestésicos, antibióticos y drogas psiquiátricas. El flúor está presente en bebidas enlatadas, chuches infantiles, algunos tipos de té, pasta de dientes (no todas), sartenes de teflón, ropa, estufas, cajas de pizza, alimentos procesados y enlatados y, a grandes rasgos, en productos que han sido cocinados con agua fluorada.

 

Exuberantes beneficios y destrozo de nuestra salud 

El agua del grifo se bebe a diario. Y el agua madrileña, más allá de la hipercorrupción Lezo, resulta altamente apetecible. La legislación vigente permite la presencia en el agua de uso doméstico de hasta trece sustancias diferentes: conservantes, antioxidantes, gases, suavizantes, estabilizantes, colorantes, saborizantes, emulsionantes, insecticidas, herbicidas, fungicidas, metales pesados, restos de medicamentos.

 

Ponzoña, nuestra agua, uno más, legalmente autorizada. El flúor que se añade al agua es un derivado de desechos peligrosos para los que existen pruebas irrefutables de sus efectos adversos para la salud y, prácticamente, no existirían pruebas de apreciables beneficios. Flúor, ese arcano.  Número atómico 9 ubicado en el grupo de los halógenos (grupo 17) en la tabla periódica. Letra F. Terror moral. Flúor, fundamental en la creación de la bomba atómica. Proyecto Manhattan. Pocos recuerdan Nagasaki, todos Hiroshima.

 

Reiteran, plastas, sus evidentes mercedes para la dentadura. Pútrido embuste, claro. Solo réditos económicos y biopolíticos, lo de siempre.  Destrozos orgánicos, un clásico. El flúor y la flourosis, esmaltes deteriorados. Artrosis y artritis. Calcificación de la glándula pineal. Tiroides arruinadísima. Por consiguiente, obesidad en ciernes. Deterioro neurológico (en los críos, ni te cuento), sueño alteradísimo, fugas de memoria, hundimiento del ánimo, conductas abracadabrantes, abulia. Si la dosis aumenta, fatiga crónica, garganta seca, debilidad muscular, problemas cardiacos, colitis ulcerosa, menoscabos mentales e inmunológicos, cánceres de riñón y testículo. Esterilidad masculina, otra vez el gran asunto de nuestro tiempo

En el pasado, las industrias de fabricación de aluminio, fertilizantes y de armas escudriñaron salidas para los restos de fluoruro, mientras lograban incrementar las ganancias hasta límites inopinados. ALCOA, Dupont, Us Steel, IG Farben. Una dilatada historia de oprobio. Con la alianza inexcusable del Estado, siempre represor y punitivo. 

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Mediante ridículo pretexto, domesticar… 

Salud dental, vulgar y ridícula coartada.  La caries, la caries. Nos devastan, pero se inquietan por nuestros piños. Obviamente, el flúor no previene la caries. Incluso, puede favorecerla. Eso sí, se utiliza, por ejemplo, como ingrediente común en tóxicos para ratas o cucarachas.

Genuino objetivo, en definitiva: idiotizar y anestesiar a la población, además de quebrantar su salud general. No se agregaría adrede el arsénico al abastecimiento de agua. No se añadiría a propósito el plomo. Pero se agrega el fluoruro que es más tóxico que el plomo y, apenas, un poco menos tóxico que el arsénico. Flúor, tan peligroso como el amianto, el arsénico o las dioxinas. Toxicidad, extremadamente preocupante.

Control social, he ahí el meollo. Minúsculas dosis diarias de flúor en el agua afectan al cerebro, narcotizando al individuo y manteniéndolo sumiso. Fluorar el agua era una práctica de los nazis en los campos de concentración y fue calcada por los comunistas para controlar a las masas durante años. La tensión en los campos de concentración era extrema, y en cualquier momento podrían haber brotado revueltas o insurrecciones. Los alemanes encontraron una ganga. Llana manera de mantener a los prisioneros serenados y aletargados. Las drogas y la experimentación de los hombres cual cobayas. 

…y controlar y aniquilar a las masas

Hasta la sin par Margaret Thatcher. No faltó a la cita. Durante su implacable (y benéfico, en tantos aspectos) gobierno, se triplicaron los presupuestos para la fluoración del agua en el Ulster. Dudosamente casual. Apaciguar, sin más. Domesticar y esclavizar poblaciones.

El oscurísimo enigma de la docilidad de masas. Nazis, bolches y useños con su MK-Ultra. Chusma insuperable, Trío Calavera, pulidamente hilados a lo largo de nuestra historia reciente. En ese sentido, Harold Hodge, principal promotor de la fluoración de agua de consumo humano, pieza esencial en el variadísimo programa secreto diseñado y ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia Americana para el control mental.

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Se trata, en definitiva, de aniquilarnos, quedamente, hallando sustancias que selectivamente perturben el sistema nervioso central. Fragmentos para urdir el control mental a gran escala. Y el control social. El resto es silencio. Elipsis. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.