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Todos los años por estas fechas y al grito de Viva San Fermín se despierta, un poco más si cabe, mi navarrería.
Tengo por costumbre, siempre que la costumbre logra prevalecer sobre la ley escrita, acudir a la llamada del Santo Patrón de Navarra, con San Francisco Javier, a pasar estas fiestas, ahora tan conocidas en todo el mundo por sus encierros y lo que ello afecta a la tierra de mis ancestros por parte de madre.
Ya son unos pocos años los pasados y hemos ido viendo cambiar estas tierras de Sancho Garcés y ahora de Felipe sexto y cómo se transforman, a una velocidad enorme, dónde se luchaba contra el moro, donde se peleaba contra Castilla, donde carlistas y liberales se enfrentan entre sus campos de cultivo, desde donde los navarros partían para engrosar las filas nacionales en la Guerra Civil del 36 y evidentemente hablamos de la mayoría de los navarros, en cada momento no todo navarro era mono pensador, había pro moros, pro castellanos, pro liberales, incluso algún pro franquista, al parecer. Pero el cambio se nota ahora de una manera más patente porque lo que se busca es cambiar la historia, pero cambiarla haciendo desaparecer la de nuestros padres, abuelos y bisabuelos y ya se han olvidado, en su gran mayoría, de sus ideas, filias y fobias, sin respeto histórico, sin respeto familiar, sin respeto ideológico. Si nos remontamos a las simples citas de «momentos navarros» tendria que borrar mis apellidos hacia atrás, los Urra, los Mansoa, los Arrizabalaga o los Ibáñez, por citar algunos, ya que en cada momento lucharon por su Navarra, celebraron sus Sanfermines, cultivaron sus tierras y construyeron la navarra de hoy.
¿ Y la memoria ?.
Comentaba con la familia, mientras llegábamos a la Pamplona de este año 2021, sin encierros, sin juergas nocturnas, sin excesos, a causa de esta pandemia de miles de muertos, para acudir a la misa de San Fermín, 7 de julio, como todos los años, sobre los carteles del Memorial » fosas del Perdón» ( el Perdon es una sierra que separa Pamplona de los valles en dirección a Puente la Reina y tierra Estella), gigantescos carteles que van llenando no solo los márgenes de la autovía del Camino, entre Logroño y Pamplona, si no la memoria de quienes por ella pasan. Pocos años de «Memoria democrática» pero forzada, que hacen entrar en nuestras cabezas a través de los ojos, los oídos y nuestras carteras, al fin y al cabo la pagamos todos. Ahora toca esto,» recordar las 92 personas que entre 1936 y 37, por la represión desencadenada tras el golpe militar de julio del 36, fueron asesinados en la sierra del Perdón», para ello se han erigido piedras para el recuerdo y recuerdos, eso sí en papel, me dicen que mi abuelo se afilió a un pequeño partido en julio de 1936, un pequeño partido aquí en Navarra y que no tenía muy buena relación con el Partido Carlista mayoritario, pero que luego juntos lucharon. Los memoriales se han extendido por toda España pero la memoria es corta parcial o inventada. Murieron muchos más navarros en el bando no celebrado y su memorial en la ciudad de Pamplona, antes se llamaba Monumento a los Caídos, ha sido eliminado, los restos de los recordados y enterrados, por encima de los importantes Sanjurjo y Mola, eran vecinos representativos de las distintas Merindades Navarras, expulsados, esquilmados, profanados y no merecían ese trato, con nocturnidad y alevosía para sus restos. Pero como los españoles en su mayoría somos un poco de toda España, la parte no Navarra de mi familia de la época en cuestión, reside en Paracuellos del Jarama, la parte que no consiguió escapar de la checa, la que está con otros 7000 sin reconocimiento individual, la que murió en silencio, la que su memorial es triste y olvidado, la que su casa, Iglesia Católica, la que permitió el oprobio del monumento a los Caídos en Pamplona, los quiere olvidar, no recordar, dejar pasar sus asesinatos. No están de moda, no forman parte de la ley de «memoria democrática», no tienen un montante económico para su reconocimiento, memoria y recuerdo.
Llegamos a la parroquia de San Lorenzo, dónde está la capilla de San Fermín y entre jota y jota, Evangelio y reliquia, recordamos al patrón de Navarra y Pamplona, donde no se quemaron iglesias no se expoliaron conventos o no se profanaron los mismos en 1936, gracias a los abuelos y bisabuelos hoy olvidados, hasta que llegaron a Sanjurjo, Mola y al resto de los caídos, sus olvidadizos nietos que representaban a toda la «Navarra democrática» pero claro ya era el 2018 y estos simplemente habían dado su vida por Navarra y por España.
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