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George Orwell no dudó en romper con la izquierda oficial de su tiempo, cegada por su fascinación estalinista. Su preocupación por una vida digna le hacía desconfiar igualmente del progresismo y no dudaba en definirse como un anarquista tory. Desde las trincheras de Cataluña hasta los bombardeos de la capital inglesa, nunca dejó de tomar partido en un mundo en decadencia.

Por encima de todo, Orwell fue un crítico feroz del totalitarismo. Sus dos mayores éxitos, 1984 y Rebelión en la Granja, así lo atestiguan. La tentación del totalitarismo fue la gran cuestión del siglo pasado, pero persiste en el nuestro, considerablemente amplificada por el inmenso poder que el control digital ofrece a los tiranos de nuestro tiempo.

Sin embargo, si estas dos novelas antitotalitarias merecen, más que nunca y con urgencia, ser releídas, no deben ocultar la riqueza de una vasta obra, de un periodismo de lucha que no quiso permanecer ajeno a nada que amenazara la dignidad humana.

Eso es lo que se propone Thomas Renaud en su libro “Qui suis-je?” (¿Quién soy yo?), dedicado a George Orwell, que nos permite descubrir la vida y la obra de un incansable defensor de lo que él llamaba la decencia común (nuestro “sentido común”) frente a la burocracia, las máquinas y los poderosos. Maestro de la valentía y la lucidez que se mantuvo fiel a lo que creía que era la verdad durante toda su vida, Orwell murió prematuramente en Londres el 21 de enero de 1950.

Para conocer mas detalles sobre este libro, Yann Vallerie,  de Breizh-info, ha entrevistado a su autor, Thomas Renaud.

¿Puede presentarse a nuestros lectores?

Soy un periodista independiente interesado en los pensadores tecno-críticos desde hace unos diez años, desde Péguy hasta Günther Anders, pasando por William Morris, Bernard Charbonneau y muchos otros. Esto me llevó a publicar una biografía de Georges Bernanos en 2018. El volumen dedicado a George Orwell en la misma colección, “Qui suis-je?”, encaja perfectamente en esta línea.

¿Qué pretende enseñar a los lectores que no se haya contado ya sobre Orwell?

Siempre es un riesgo interesarse por este tipo de figuras, que parecen ser muy conocidas por el público. Más allá de una síntesis accesible, sobre todo quiero conciliar los “dos Orwell». Los orwellianos de la izquierda chocan con los orwellianos de la derecha. Sin embargo, hay que olvidar estas categorías si se quiere comprender bien esta obra esencial. Espero haber logrado esta reconciliación.

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¿Qué caracteriza el compromiso político y periodístico de Orwell?

Un compromiso sincero y fiel con las clases trabajadoras. Y eso a pesar de que provenía de lo que hoy llamaríamos la clase media alta. Durante toda su vida, a través de los cientos de artículos que escribió para las más diversas cabeceras, tanto en sus ensayos como en sus novelas, Orwell trató de defender a los pequeños frente a los poderes del dinero, la expansión del maquinismo y el bombo de la propaganda. Era, sin duda, un socialista militante. Un socialismo que no debía casi nada a Marx y que no le impidió dar un claro giro patriótico al estallar la Segunda Guerra Mundial. En muchos aspectos, podría compararse en Francia con un socialista “disidente” como Péguy.

¿En qué contexto se escribe 1984? ¿Cuál es el mensaje principal del libro?

Debido a su temprana muerte, 1984 se ha convertido en el testamento político de George Orwell. Trató de convertirlo en el lugar donde volcó todas sus preocupaciones sobre la expansión del totalitarismo. En contra de lo que se suele leer, no se trata principalmente de una hazaña de anticipación. Muchas otras novelas de ciencia ficción han ido más allá. Pero en el libro encontramos las grandes preguntas de una época que aún es la nuestra: ¿Cómo preservar la verdad cuando la tecnología ofrece, por primera vez en la historia de la humanidad, la posibilidad de modificarla a escala de países enteros? ¿Cuál es la importancia del lenguaje, de las palabras adecuadas, pero también de la Historia en la resistencia a este Gran Reseteo? ¿Qué lugar ocupa el libre albedrío en un sistema político construido en torno a la esclavización de las masas? ¿Cualquier revolución está condenada a abrazar las formas de opresión? Por tanto, el mensaje del libro no es unívoco. Pero todo el final de la vida de Orwell converge en una idea que tiene toda la fuerza de una convicción: la “buena vida” es una cosa frágil y que debe ser defendida por todos los lados contra los tiranos. Quizás debería añadir que, con la actual toma de posesión digital, los tiranos están más a menudo dentro de nosotros mismos…

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¿Cuál de las obras de Orwell le ha impactado más y por qué?

Tengo un especial afecto por sus ensayos cortos, que se pueden encontrar en francés gracias al maravilloso trabajo realizado por la Encyclopédie des Nuisances bajo el título Essais, articles, lettres. En ellos, descubrimos a un Orwell atento a las pequeñas cosas de la vida cotidiana, a los detalles minúsculos de los análisis políticos de su tiempo: el bar, el precio del tabaco, los libros infantiles ilustrados o los placeres de la pesca. Es posible que se burlen de él por esto. Pero este infatigable periodista no era una rata de redacción, y sus experimentos más atrevidos atestiguan su constante preocupación por mantenerse en contacto con la realidad. También es una oportunidad para saludar su genio para los títulos, como “El león y el unicornio” o “Algunas reflexiones sobre el sapo común”.

Nuestras sociedades se han transformado totalmente en comparación con la de Orwell. Sin embargo, a menudo se le utiliza, se le cita, se le analiza, se le interpreta, bajo la mirada de nuestro tiempo, especialmente cuando un cierto totalitarismo blando (blando en apariencia) está emergiendo en Occidente. ¿Qué opina?

Que no estaría mal que se citara tanto a Orwell, si no fuera tan poco leído…

¿Tuvo Orwell algún “discípulo” o alumno que retomara su obra, sus análisis, su pensamiento? ¿A quien recomendaría?

Desde luego, y éste es el sentido de la conclusión de este pequeño libro. Basta con mencionar a Jean-Claude Michéa en Francia o a Matthew Crawford en Estados Unidos, cuyos libros pueden leer sus lectores sin ninguna duda. No hay uno que se pueda descartar, y en todos ellos hay una crítica muy eficaz del sistema tecnológico. Incluso un pensador conservador como Roger Scruton, que no es muy conocido en Francia porque no se le traduce lo suficiente, se inscribe con toda naturalidad en esta estirpe orwelliana.

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REDACCIÓN
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