22/11/2024 03:06
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Desde la «cárcel del infierno» me escribe brillantísimo bachiller en la que acaba de ser encerrado. El curso comienza, las aulas mazmorras. Campos de concentración. Tal vez, perreras. Me recuerda que «tengo una condena de un 9 meses, pero puede que me reubiquen en otra prisión dentro de unos días. Je, je». Y yo río con él. Por no llorar.

Diga trullo o averno o mierda

Colegios «plagados de polis», la situación indicaría que van a contratar más maderos. Pero bueno. Agrega luminoso. «Esta vez en la cárcel es un poco diferente a las otras veces en las que estuve. En esta cárcel hay artilugios encargados de robarnos el oxígeno (creo que era un nuevo método de tortura China occidentalizado), pero a todos nos lo ponen, además ya ni siquiera nos dejan hablar entre compañeros de celda, ni acercarnos, supongo que será para no organizar un plan de huida claro. A los polis se les ve preocupados, por algo que no sé todavía». Sospecha, sospecha.

Prosigue lúcido. «Ah, se me olvidaba, también nos obligan a echarnos gel, a no salir al patio de la cárcel y estar siete horas sentaditos, contando también con los traslados diarios entre cárceles del infierno, que si cárcel casera, que si cárcel controlada. Yendo para allí yendo para allá. En conclusión, es parecido a siempre, pero muy distinto, y cansado, sí, creo que la tortura esa china cansa, y mira que a veces creo que me desmayo y me falta el oxígeno, pero serán alucinaciones mías». No, en absoluto. En absoluto son alucinaciones.

Todos estamos en chirona

Y remata genial el testimonio taleguero. «Por lo que me cuentan en el infierno en general tampoco están las cosas bien no. Pues ya te digo, en la cárcel peor. Aunque quizás cuando me trasladen en unos días ya no me hacen esa tortura china en la nueva cárcel (casera) bueno, o quizás sí, quién sabe».

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Quién sabe, desde luego, lúcido bachiller, lo peor siempre está por llegar. Muchísimo ánimo. Y, por supuesto, que la fuerza te acompañe.  

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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