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El Poder y la política se alejan cada vez más de la realidad y de la vida de los ciudadanos. Resultan evidentes los roces y diferencias en el seno del gobierno de coalición respecto al asunto de la reforma laboral. Dos ministras y dos ministerios enfrentados por lo que unos llaman modernización, y otros, derogación de la reforma laboral del 2012. Crisis, también postureo y tacticismo político, en un ambiente preelectoral permanente que solo marca el terreno para los fieles de sus respectivas parroquias.

Esta semana pasada hemos visto al Tribunal Supremo solicitar a la presidenta del Congreso que un diputado podemita deje su escaño al ser condenado por agresión a un policía. Después de idas y venidas para intentar evitarlo, finalmente se tuvo que acatar el pedido judicial. Unidas Podemos, una de las dos fuerzas del Poder Ejecutivo, pidió la dimisión de la presidenta socialista del Congreso. Con amigos así ¿quién necesita enemigos?

La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, acusó del delito de prevaricación al Tribunal Supremo, dejando en evidencia la fragilidad del sistema con un grave cortocircuito entre dos de los poderes democráticos. Lo paradójico, disparatado y peligroso es que el gobierno se opone asimismo en su propio seno, en un verdadero ejemplo de teatro del absurdo.

El Tribunal Constitucional ha tumbado el segundo estado de alarma, Si, el segundo… recordemos que ya declaró inconstitucional al primero. ¿Ha pasado algo? ¿Tuvo consecuencias políticas el dejar sin control parlamentario al gobierno para que actúe con total discrecionalidad? Vale recordar que, durante el estado de alarma, las comunidades autónomas cogobernantes, las neotaifas, terminaron siendo las responsables de las restricciones de las libertades. Por mucho menos, cualquier gobierno digno y que respetase la ley hubiera dimitido hace tiempo.

Nos advierten mediáticamente de la inminente crisis energética que estamos a punto de sufrir. Austria previene a su población del prolongado gran apagón energético pidiendo que se acopien alimentos no perecederos, agua potable, medicinas, linternas, baterías y un receptor de radio para afrontar el apagón, durante semanas. Lo dan por hecho, solo que no pueden afirmar con certeza cuando comenzará. Suiza ya sigue el ejemplo austriaco.

Los telediarios avanzan la noticia con imágenes que muestran que en Italia faltará en esta Navidad, el tradicional panettone; las estanterías vacías en el Reino Unido; la falta de productos básicos en los Estados Unidos; y de los componentes electrónicos fabricados en Oriente. La sombra del desabastecimiento, la crisis de suministro, la escasez de productos y la subida de los precios es un hecho. Un contenedor con mercancías puesto en España, el año pasado costaba 4000 euros, hoy se llega a pagar 20.000.

Día a día se bate el récord en el precio de la factura de la luz que inevitablemente trae aparejado al fantasma de la inflación. Lo que sigue, si se avanza por este camino, es la miseria. 

El Poder y la política se alejan cada vez más de la realidad y de la vida cotidiana. Cuando esto sucede el hombre de a pie es el único que sufre la incompetencia de los que mandan. Y frente a la ineptitud, malicia y torpeza, queda alzar la voz, oponerse con la legitimidad de la verdad y el sentido común del ciudadano.

Autor

José Papparelli
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