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No tengo el ánimo de infundir pesimismo, tampoco de provocar alarmismo al exponer las pirámides poblacionales de los años 2031, 2051 y 2061 del Gráfico, aunque puedo suponer que, a la simple inspección de las figuras, cualquiera puede pensar que las proyecciones de futuro elaboradas por el CSIC no presentan un futuro nada tranquilizador.

 Gráficos 

(Pirámides poblacionales de 2031, 2051 y 2061)

Hay que evitar el excesivo alarmismo y huir de planteamientos que tengan un trasfondo político interesado y un negativo determinismo, como escribió el profesor titular de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Madrid D. Julio Vinuesa Angulo: “….la prospectiva no debe imaginar el futuro como una línea única y predeterminada que prolonga el pasado. Por el contrario, ha de esforzarse en mirar hacia el futuro en su condición de múltiple e indeterminado. Al hacer valoraciones demográficas, sin embargo, es frecuente centrarse en las previsiones exclusivamente cuantitativas que resultan de la extrapolación de tendencias; por tanto, con un excesivo carácter determinista”.            

   Para valorar las consecuencias futuras de un proceso demográfico, sobre todo a largo plazo, hay que tener en cuenta que en el futuro el contexto sociopolítico y cultural seguramente será muy diferente al que ahora vivimos en muchos sentidos. Hay que considerar que se producirá la incorporación de un mayor número de mujeres al mercado de trabajo, que probablemente sea necesaria una mayor cualificación de la mano de obra, que la robotización habrá alcanzado cotas que no imaginamos, que posiblemente se haya alcanzado una mayor eficiencia de los sistemas productivos, etc.

    

                  

Evidentemente el envejecimiento de la población es debido a una mayor y mejor asistencia sanitaria y seguramente en el futuro se producirá aún un mayor gasto sanitario, pero probablemente se dedique a una mayor calidad y eficiencia de la atención, por lo que previsiblemente se podrá atender a una mayor población longeva con un menor gasto relativo. Tampoco sabemos cómo se producirán los cambios en lo que a dependencia senil de refiere, seguramente la atención a los dependientes se hará mediante una combinación de actores públicos, de entidades privadas y de la familia. Lo único que está claro es que ya hay que mover ficha para tomar conciencia del futuro e ir preparando las transiciones adecuadas.

Fiar una buena parte de corrección de la situación demográfica futura a la inmigración es un error. La influencia de los movimientos migratorios del futuro es tan incierta como imprevisible. Porque es difícil saber en estos momentos cómo será la situación de los países actualmente emisores, cuál será la de los países receptores y cómo se comportarán éstos ante los flujos migratorios dentro de 30, 40 o 50 años. Parece claro que las migraciones seguirán produciéndose en tanto las desigualdades y desequilibrios entre países ricos y pobres sigan estando presentes al nivel que lo están hoy día, sin que ningún nuevo elemento altere la situación. Pero hay que considerar que la intervención de adelantos en telecomunicaciones, en la robotización y en los transportes, sin duda alguna, alterarán la distribución espacial de los factores de producción y quizás de la riqueza, por lo que lógicamente los movimientos migratorios podrían cambiar, pero ¿en qué sentido? Y ¿hasta qué grado?

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El profesor D. Julio Vinuesa Angulo avisaba que: “Al hacer prospectiva, es una buena actitud aprender del pasado que el tiempo, con su capacidad de sorprender, invalidará muchos de los razonamientos que se hacen hoy sobre el futuro”. 

Un informe del Departamento de Población de Naciones Unidas del año 2000[1][2] señalaba de manera bastante alarmista lo siguiente: 

“…. el diagnóstico viene a ser el siguiente: si se mantienen las pautas de comportamiento demográfico actuales, España tendrá en 2050 nueve millones y medio de habitantes menos que ahora, pero el problema se agudiza en los cambios que habrán de producirse en la estructura de la pirámide y, concretamente, en la relación numérica existente entre la población en edad de trabajar y la que ya ha cumplido los 65 años (edad teórica de jubilación). En la actualidad (año 2000) hay más de cuatro personas en edad activa por cada jubilado y, según los cálculos de Naciones Unidas, dentro de cincuenta años sólo habrá 1,4. Eso es lo que hará la situación insostenible, ya que las generaciones en edad de trabajar, mermadas por decenios de baja fecundidad, no podrán sostener económicamente a los jubilados, y para mantener el actual equilibrio de aquí a 2050 serán necesarios un total de doce millones de inmigrantes, en dosis anuales de unos 240.000” 

En el futuro pueden variar mucho las circunstancias globales que afecten a la evolución de nuestra demografía, por eso no puedo estar de acuerdo con el negro augurio del Departamento de Población de UN. Porque, aunque pienso que la situación actual no es nada adecuada para asegurar un relevo generacional suficiente, ni para sostener en el futuro nuestro estado de bienestar; sin embargo, por un lado aún estamos a tiempo de cambiar algunas actitudes culturales y políticas para intentar paliar los efectos de esta sequía demográfica; y por otro lado no tengo porque pensar que el futuro no nos vaya a sorprender y al cabo de 40 o 50 años casi nada sea parecido a lo que suponemos y esperamos. No obstante, mucho deberá de renovarse la sociedad en el futuro, superando el excesivo individualismo, la cultura del máximo confort, del mínimo esfuerzo y de la subvención inmerecida, para decididamente apostar por la extensión y calidad de la formación, por la eficiencia de los medios de telecomunicación, de transporte, de producción y de los servicios, por las medidas para la superación de los injustos desequilibrios sociales y por el decidido apoyo a la familia como primera célula social que, además de educar y aportar ciudadanos a la sociedad, contribuye junto a otros actores sociales al cuidado de los dependientes pequeños y mayores. 

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Es el momento de “hacer política demográfica”, de dejar de lado prejuicios ideológicos trasnochados, de abandonar el seguidismo de mentalidades egoístas y aburridamente individualistas, para prestar atención a un gran problema que, según el profesor Vinuesa, consiste simplemente en que: 

España, que resulta ser el menos poblado de entre los países «grandes» de la Unión Europea …….. Las causas inmediatas de este hecho son inequívocas: nacen cada vez menos niños y aumenta el número de fallecimientos”.

No todo se puede confiar al bondadoso y generoso “futuro” y a la inmigración. Hay que ponerse a trabajar en serio, sin complejos, con objetivos a largo plazo y sin dejarse influir por las ideologías identitarias globalistas que pretenden imponernos, bajo pena de arrojarnos al ostracismo, su nueva religión, si se le puede llamar así.

[1][2] “Replacement Migration: Is it A Solution to Declining and Ageing Populations?” (Documento de trabajo. Naciones Unidas, Nueva York, 2000). http://www.un.org/esa/population/unpop.html.

 

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REDACCIÓN