27/11/2024 06:02
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Este artículo está escrito para los pobres, aquellos que son más vulnerables y que más necesitan de la política para poder desarrollar una vida digna. Está escrito, así mismo, para los poderosos con conciencia nacional y social y, para aquellos periodistas y divulgadores que tengan una clara conciencia para con su pueblo. Pero especialmente está escrito para las capas más vulnerables de la sociedad, porque ellos son quienes más lo necesitan.

Los más vulnerables, los más económicamente débiles no pueden permitirse la ausencia de poderes públicos, como tampoco pueden permitirse la ausencia de lazos familiares. La familia y el Estado componen las dos redes mínimas que hacen que un ser humano no caiga directamente en el olvido y la marginalidad. Es por esto que mi defensa de la familia será tan radical o incluso mayor que mi defensa del Estado social. Y es por eso que el neoliberalismo atenta de manera tan decidida contra el Estado como contra la familia.

Sabemos que las sociedades con una raíz cultural católica han sido capaces de sobreponerse mejor a las crisis más duras del capitalismo que las sociedades protestantes, aquellas que priorizan el beneficio económico y la libertad absoluta del individuo por encima de la comunidad.

¿No es acaso la forma más básica de comunidad la familia? ¿No es el núcleo familiar el primer lugar de socialización de la persona? Por esto debemos defenderla.

La crisis financiera capitalista de 2008 pasó con una virulencia extrema sobre cada país destrozando vidas por doquier, pero no olvidemos nunca que la crisis de los poderosos, de los especuladores, de los ladrones de guante blanco se soportó y sufrió en las espaldas más humildes.

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Y no olvidemos nunca como los mayores, nuestros abuelos, ayudaron y soportaron con su mísera pensión a familias enteras que se encaminaban hacia la marginalidad social y el precipicio. Fueron nuestros abuelos, fue nuestra familia, los lazos más íntimos y sanguíneos los que soportaron los terremotos del sistema y no dejaron caer este país.

Si en España no hubo más suicidios fue precisamente porque los lazos familiares eran más estrechos que en otros lugares del mundo. No lo olvidemos nunca.

Esos mismos abuelos que nos ayudaron en todo momento son los mismos a los que la sociedad incita abandonar en residencias y centros de mayores de la forma más inhumana escudándose en que son una carga. Ellos que siempre nos sostuvieron, incluso cuando el sistema nos dejó caer, incluso con una mísera pensión que no compensa el hecho de que este país se levantó de la más infame dictadura sobre sus curtidas espaldas.

Pero el sistema sigue haciendo su trabajo, si las pensiones de nuestros abuelos fueron la última tabla de salvación de los más necesitados pronto inventaron argumentarios destinados a rebajarlas o incluso, como dicen los más liberales a eliminarlas y sustituirlas por pensiones estrictamente privadas.

¿Qué abuelo podría costearse una pensión privada? ¿Qué hacemos con el resto? ¿Los dejamos caer en la indigencia, los lanzamos en manos de la caridad?

La caridad se ejerce de arriba a abajo, con desdén. Es la salvación moral de los ricos que, sin tener ninguna obligación, ceden unas migajas para que el pobre no muera de hambre y con eso asienta un poco más su estatus de privilegiado.

Nosotros no queremos limosnas porque como nos enseñaron los más dignos jornaleros andaluces: “En mi hambre mando yo”.

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No, no queremos limosnas, queremos justicia. Nuestros mayores no merecen ser aparcados en residencias alejados de la familia que ellos mismos crearon. No, no y no. Nuestros mayores merecen una pensión digna, pública, garantizada porque sin ellos nosotros no estaríamos aquí y como dijo Pitágoras “una bella ancianidad es la recompensa de una bella vida”, y yo digo que ¡Una vida repleta de dignidad, merece terminar con una ancianidad repleta de dignidad!

Zygmunt Bauman en su gran obra Tiempos líquidos, nos muestra como el mundo Occidental ha ido deshaciendo las estructuras sociales en un presente cada vez más individualizado e inseguro (líquido). Debemos comenzar a reconstruir esas estructuras, debemos construir comunidad porque la unión de los débiles es lo único que los hace fuertes frente a los poderosos y debemos comenzar por una defensa a ultranza de la familia.

Piensa por un momento ¿Qué eres sin tu documento de identidad que te acredita como ciudadano del Estado español y sin tu familia? ¿Puedes pagar una sanidad privada? ¿Educación privada? ¿Plan de pensiones privado? Aunque sólo sea por egoísmo tu supervivencia pasa por la defensa del Estado y la defensa de la familia.

Publicado en el Blog de Alvaro Leal

Autor

REDACCIÓN