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No es conveniente hacer lecturas con proyecciones nacionales de los resultados de las elecciones gallegas y vascas, entre otras razones por el peso de la abstención, sobre todo si se prescinde, como algunos hacen, del punto de partida. La abstención es una fiel compañera en muchas elecciones autonómicas, pero la abstención no cuenta más allá de un par de días tras las elecciones. Las especiales circunstancias, derivadas de la presión de la gestión de la crisis del COVID 19, en que se han celebrado estos comicios estimo que han tenido en realidad un peso muy reducido y, en todo caso, solo cabría sumarla al capítulo de la absteción, pues estaríamos en una abstención proporcionalmente repartida.
El PP y el PNV han ganado, como se preveía, las elecciones y esto tampoco requiere mayor análisis. Cualquier baile de algún escaño que aún se pudiera producir a raíz de las habituales impugnaciones no tendrá mayor trascendencia, aunque sí tengamos que reflexionar sobre los restos y el voto del miedo. Porque el voto del miedo utilizado por Feijóo, elemento clave en esta forma de caciquismo, está presente en el discurso del PP. Ese voto del miedo solo va a servir para dar alas al galleguismo simpático de Feijóo.
Es de suponer que no pocos medios y comentaristas cantarán hoy la mayoría absoluta de Feijóo, enfatizando que es su cuarta mayoría, pero básicamente como contraposición a Casado, como alternativa o como guía del camino que, según ellos, debe seguir el PP, abandonando la oposición para pasar a la acomodación con el PSOE. Feijóo, en este discurso, gana porque es el político que asume el discurso moral de la izquierda, que le gusta que la izquierda le aplauda, porque va más allá del autonomismo y porque sus posiciones son independientes de Génova. Con su victoria los barones críticos a Casado y su equipo ya tienen el recambio necesario. Todos van a meter presión a Casado para que llegue al pacto con Sánchez para recuperar el bipartidismo.
Pero lo anterior no es lo importante en el análisis/lectura que debemos hacer. En estas elecciones han habido muchos vencedores/beneficiados. El más desagradable Bildu, pero sin obviar que el nacionalismo ha salido reforzado y más aún el nacionalismo de izquierdas (todos son radicales y separatistas), lo que también sirve para presionar al PP con el siguiente discurso: si el PP es receptivo a las tesis nacionalistas, a parte del electorado nacionalista, a los moderados, como sucede en Galicia, se obtienen buenos resultados, cuando el PP se aleja pierde representación como sucede en Vascongadas o en Cataluña.
Ahora bien, el crecimiento del voto a opciones como el BNG o Bildu, aunque con diferencias en la explicación, tiene una base de la que no podemos prescindir: el blanqueo de estas opciones radicales. Los responsables de ello son casi todos.
A mi juicio, leyendo los resultados en clave nacional, en este momento político y no pensando en futuros comicios, el gran beneficiado ha sido otro, Pedro Sánchez. Estoy seguro que alguno de mis lectores se estará echando las manos a la cabeza, pero es la realidad. A Sánchez le ha vuelto a sonreír la suerte. Casi siempre le acaba soplando el viento de cara. Preguntémosnos:
¿Le ha pasado factura electoral al PSOE la crisis y la gestión del coronavirus junto con la sombra de la caída económica que se anuncia? La respuesta es NO, ha mantenido sus resultados e incluso ha mejorado en algo.
¿Le han supuesto algún coste las referencias a las condiciones que la UE nos impondrá para que llegue el dinero que necesita a toda costa? ¿Le han afectado los anuncios de subidas de impuestos? La respuesta es NO.
¿Se ha producido un crecimiento significativo/preocupante de la oposición? No, porque el crecimiento de Feijóo estaba en todas las encuestas y la realidad del PSOE en ambas Comunidades es la que es.
¿Se ha hecho patente el lógico desgaste de Sánchez y del PSOE por todo lo acontecido? La respuesta es NO.
¿Por qué ha sido así? Básicamente porque el discurso de Sánchez utilizado en estos meses ha funcionado, lo que le permite mirar los próximos meses con cierta tranquilidad.
A lo anterior tenemos que añadir algo aún más importante. A Sánchez le ha sonreído su proverbial suerte porque hoy es menos dependiente de PODEMOS de lo que era hace unos días. Y esto es algo que creo estaba en el guión. Sánchez lleva meses, aprovechando el estado de alarma, acaparando el discurso pese a los vanos intentos, visto lo visto, de Pablo Iglesias a la hora de presentarse como el responsable de la política social, de las medidas socioeconómicas del gobierno en los duelos de ruedas de prensa. Es un objetivo claro de Sánchez, desde que inició su escalada, fagocitar electoralmente a PODEMOS. Tanto las encuestas, las reales no las preparadas, como los resultados marcan claramente que ello se está produciendo y que el desgaste de Iglesias es un hecho incuestionable, y sin Iglesias PODEMOS tiene poco recorrido.
Pablo Iglesias había planteado como objetivo de su particular juego de tronos romper el apoyo socialista al PNV para dar paso a un gobierno en Vascongadas de Bildu+PODEMOS+PSOE. Ello hubiera sido letal para Sánchez de cara a la aprobación de los Presupuestos, porque el PNV, si se seguía eses camino, ya había anunciado la ruptura en Madrid.
PODEMOS tenía 24 escaños entre las dos Comunidades antes de las elecciones y ha quedado reducido a media docena, no obteniendo ningún escaño en Galicia. De la noche a la mañana Sánchez se ha liberado del problema que hubiera supuesto apoyar a una coalición en Galicia o Vascongadas donde los nacionalistas de izquierda, incluyendo a los aberzales de Bildu, hubieran sido protagonistas como quería Pablo Iglesias para reforzar su peso y detraer votos al PSOE.
En definitiva, los resultados gallegos y vascos han permitido a Sánchez respirar escapando a un castigo electoral que muchos esperaban. Esta es una realidad incuestionable.
PODEMOS es uno de los perdedores, Ciudadanos es el otro. Y también la suerte se manifiesta a favor de las tesis de Sánchez. La coalición de PP-Cs en Vascongadas no ha sumado votos/escaños, al contrario ha restado. El PP ha obtenido en Vascongadas los peores resultados de su historia. Los votos a Cs en Galicia han sido marginales hasta el punto de ser un partido inexistente. Ello viene a demostrar que el discurso de la utilidad para el antiguo elector de Cs, que Arrimadas ha convertido en eje de su partido, no obtiene apoyo entre la mayoría de sus antiguos votantes. Es lo malo de creerse las encuestas cocinadas del CIS con el crecimiento del partido a raíz de escorarse hacia el lado del pacto con Sánchez. Ciudadanos no solo no ha incrementado sus votos sino que camina hacia la marginalidad. Ello también beneficia a Sánchez que se mueve en el concepto de la centralidad en la izquierda y para ello necesita, como contrapeso, a Cs. Tras las elecciones gallegas y vascas a Arrimadas solo le queda abrazarse más a Sánchez para tener un espacio mediático que es lo único que le queda, lo que allana la negociaciación de los Presupuestos.
Cierto es que el hundimiento de PODEMOS es fruto, y es conveniente resaltarlo, de la implosión en que vive este partido. Puede que Iglesias sea inteligente, un hábil maniobrero, pero va de fracaso en fracaso. PODEMOS nació como una coalición de necesidad con un líder mediático al estilo de la UCD. Iglesias ha jugado a transformarlo en un partido monolítico y único, con un líder único y ha fracasado. Ha insistido en ello con la idea de que su llegada triunfal al poder reconstruiría el partido y no parece que ello se esté produciendo, todo lo contrario. El crecimiento del BNG o Bildu lo confirma.
El otro triunfador es VOX. La carga simbólica de su escaño vasco no debe despreciarse. Era imposible que obtuviera resultados en Galicia porque VOX carece de músculo territorial, ese es su talón de Aquiles. VOX, como todos, fía en lo que se llama “el arrastre del faraón” lo que funciona y le funcionará en las generales porque cuenta con suficiente equipo para implementarlo e incluso ampliar sus resultados. Ahora bien, de cara a autonómicas y municipales necesita presencia en los discursos locales, pero también incidir en buscar el voto de quienes sin ser de izquierdas votan a la izquierda y que andan buscando opción como ha sucedido con una parte de los votantes que han dado su apoyo al BNG por el discurso que ha hecho su líder. Ese es el reto de VOX para seguir creciendo exponencialmente.
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