22/11/2024 01:29
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Sr. Director de El Correo de España,
 
Permítame antes de nada felicitarle a usted y su equipo por su más que necesario periódico, audaz, crítico y en pos de difundir la verdad frente al engaño sistemático de los medios de comunicación de masas. Lo llevo siguiendo desde ya hace un tiempo, gracias a la recomendación de El Toro TV mediante la cual conocí de su existencia. Pues bien, me gustaría plasmar algunas reflexiones y experiencias de esta pasada jornada electoral. 
 
Resulta que, muy a mi pesar, fui nombrado vocal en una mesa electoral de Galicia. Tenía la esperanza de librarme puesto que era segundo suplente, mas la fortuna no me sonrió. Imagine mi júbilo al enterarme de que perdería completamente todo el día del domingo, siendo obligado partícipe del paripé electoral del Sistema a cambio de 65 euros que en absoluto compensan, dádiva para intentar aplacar el mosqueo de los desafortunados. Decía la presidente, también novata, que bien podían ir a alguien que verdaderamente los necesitase a cambio de acudir voluntariamente, idea que suscribo totalmente. No llego (bueno, en verdad sí llego) a mi entender cual es el afán de obligar bajo amenaza de multa o incluso prisión (según el dichoso papelajo) a acudir cuando hay gente que se desvive por estos asuntos… Si de verdad es un proceso limpio al estar apoderados e interventores, qué más da quién se siente en la mesa. Pero no, ante todo hay que atormentar al ciudadano hasta en eso. En fin.
 
Como era de esperar, la psicosis del bichejo se hizo patente ya desde antes de abrir el colegio: desinfección inicial y más periódicas a lo largo del día. En el interior, obligada mascarilla y geles desinfectantes, como no podía ser de otra manera. Una bandejita para que la gente pusiera su DNI, no vaya ser que por tocarlo con las manos uno se quedara en el sitio. En el suelo, hasta flechas que indicaban el camino a recorrer, porque según parece la gente es tan idiota que no sabe ni por dónde anda.
 
Un pobre lacayo de Protección Civil se encargaba testarudamente de regañar como niño malcriado a quien se saliese del camino establecido o no guardase la sacrosanta «distancia de seguridad», incluso si los votantes eran de la misma familia. En otras palabras, un espectáculo circense ridículo. A mí mismo me obligó a cambiarme la mascarilla de filtro que llevaba por una quirúrgica «por protocolo», porque según las «autoridades», «sólo me protegía a mí». ¡Anda! No le respondí por educación (que en el trato personal fuera del recinto, en verdad se veía buen muchacho), pero, ¡pensaba que toda la parafernalia con la mascarilla era para protegerse del supuesto patógeno! Ahora va a ser que no, que hay que llevar las que no te protegen. ¡Manda narices!
 
Ya le adelanto al lector que en las más de trece horas de arresto colegial no hubo ni una mísera tos ni un mínimo estornudo. Eso sí, el asfixiante bozal siempre por delante, y no sólo ya con sus más que probados y constatables peligros nocivos para la salud (de los que, por cierto, mágicamente ningún medio de masas habla), sino que con el bochorno estival se hacía verdaderamente insoportable. Pero por otro lado, vemos a un votante que se puso medio contrariado cuando se le pidió que bajase un poco la mascarilla para identificarlo correctamente, alegando con toda ínfula de superioridad moral e intelectual: «¡Es obligatoria!». Vaya, descubrió América aquí Sherlock Holmes. ¡Qué buen corderito, dócil a las órdenes de su amo! Apuesto a que es de esos que se la pone hasta en la ducha, no vaya a ser… Pero cuidado con estas gentes, puesto que son los agentes perfectos (léase descerebrados) de la élite del Nuevo Orden Mundial para denunciar a los disidentes que sí que aman su libertad y su derecho natural. El resto de la jornada pasó tan monótonamente como cabe imaginar. El tiempo parecía ralentizarse de modo que 5 minutos parecían 20. Créanme que no exagero en lo pésima que fue la experiencia, agravada por culpa del calor y el bozal. 
 
Pero bueno, pasemos a lo otro interesante: el recuento. Cerrado el colegio electoral, se procedió al recuento de los votos. Puedo confirmarles que a pie de urna, por lo menos en ésta, los resultados eran muy similares al del final: el montón del PP crecía a pasos agigantados, pero aquí seguido del PSOE como segundo que también salía con pasmosa fuerza visto lo visto. Pero lo verdaderamente notable fue el BNG y las marcas de Podemos: mientras que el primero pasó por obra y desgracia de Satanás a una sólida tercera posición (incluso dando la sensación de que unido al PSOE podría superar al PP), el segundo fue tan marginal como VOX, con apenas uno o dos votos más. ¡Batacazo monumental! Y bien merecido.
 
Pero el ascenso del BNG y el no descenso del PSOE son muy inquietantes. Está claro que si el PP recibió tantos votos fue por ser la versión light de Feijóo «de siempre», pues de haber sido una derecha más dura a lo VOX, hubiera tristemente corrido similar suerte. Sin embargo la izquierda separatista se tragó completamente a Podemos y tuvo un auge terrorífico, signo de que si no se remedia, Galicia está buscando ser otra comunidad «especial» y privilegiada como País Vasco o Cataluña amenazando con el separatismo y la confrontación con Madrid. Por estos 4 años siguientes estará salvada, pero después, quién sabe, todo apunta a que las semillas del BNG y la política pseudonacionalista de Feijóo darán sus nefastos frutos… En cuanto al PSOE, poco que añadir: como siempre, parece no haber escándalo ni mala praxis que le afecte negativamente de un modo incontestable como le pasó a la marca del marqués. Ya desde sus criminales orígenes hasta hoy, como la mala hierba (pero mala, mala), persiste y persiste de una manera absolutamente irracional.
 
Para concluir y como anécdota, que sepa el lector que ahora los integrantes de la mesa están obligados a votar. ¡Qué bien, qué libertad, qué «demoniocracia»! ¡Obligar a votar! Como personalmente nunca he votado ni pienso hacerlo por mera objeción de conciencia, me sentó como jarro de agua fría. Mas para no buscarme más problemas de los que tengo, accedí a meter el sobrecito de marras, eso sí, en blanco. Al entrar en la cabina para cogerlo, me sorprendió ver papeletas de partidos que ni sabía que existían (cuyos votos rondaban entre el cero y la nada), entre ellos un tal Partido Comunista con el nauseabundo símbolo de la hoz y el martillo. Lo del comunismo también es otra canallada de las de, como se dice vulgarmente, «mear y no poder echar gota»…
 
Espero que le haya sido de interés a usted, director, y al lector.
Atte.
Plumargéntea
 

Autor

REDACCIÓN