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Desaparecido el partido político de Fuerza Nueva (FN) hace casi la friolera de cuarenta años, muertos ya sus principales dirigentes y extinguida la revista que fuera la génesis del movimiento, allá por 1966, es hora de que los investigadores políticos analicen detalladamente qué fue lo que ocurrió con dicha agrupación política o al menos que formulen algunas explicaciones convincentes para que este pequeño lienzo de la historia política reciente de España no quede definitivamente adulterado.

Pues bien, la agrupación política de Fuerza Nueva ha sido la triste cenicienta de la denominada Transición. Curiosamente, las críticas que efectuaba la revista Fuerza Nueva, sobre la transformación del régimen de Franco en uno parlamentario de tipo occidental, le granjeó ya la hostilidad burocrática en pleno tardofranquismo. Pero, la antipatía institucional contra el colectivo piñarista crecería enormemente tras la instauración del nuevo régimen político, habida cuenta que la oposición ideológica al mismo, por parte de la línea doctrinal de Fuerza Nueva, sumió a ésta en un aislamiento político, propiciado, en gran medida, por su criminalización mediática. Sin embargo, los hechos no sucedieron tal como lo contaban determinados medios de comunicación, parciales y alarmistas, con gran influencia en la opinión pública. De hecho, existió una persecución latente contra el movimiento azul y rojo, que en no pocas ocasiones se patentizó en ataques de todo tipo contra sus militantes y simpatizantes.

La persecución referida iba a concretarse, principalmente, en múltiples agresiones, coacciones y amenazas cometidas contra este novedoso colectivo azul; es decir, prácticas de terror callejero que siguen usando los grupos de la izquierda radical, sirviéndose en aquella época del anonimato o incluso de la colaboración de grupos terroristas implantados en el territorio peninsular. Como es obvio, esta fue una persecución absolutamente ilegal, que infringía el Código penal de la época, en materia de delitos y faltas. No obstante, al lado de esta persecución dolorosa, existió una reprensión de naturaleza prohibitiva y correctiva -formalmente ajustado al Derecho, aunque moralmente discutible- conducida por las distintas autoridades encargadas de velar por el orden público.

Curiosamente, la persecución izquierdista contra FN comienza tras su reconocimiento como asociación política, cosa que ocurre por acuerdo del Consejo de Ministros de fecha quince de octubre de 1976. En el mismo año y con anterioridad, Fuerza Nueva no había sido molestada; ni cuando Piñar habló en Madrid, ante cuatro mil personas, con ocasión de la conmemoración de la XXXVII Liberación de Madrid; ni en la ciudad de Sevilla, donde dio un mitin en un cine abarrotado de seguidores; ni siquiera en Lérida, adonde acudieron muchos seguidores de Cataluña y Aragón.

Pues bien, el 24 de octubre FN organiza un acto de afirmación nacional en el cine Consu de Molina de Segura, lleno hasta bandera, para hablar de la reforma política emprendida por el Gobierno. La situación fue aprovechada por grupos de izquierdistas  para acosar a los pacíficos asistentes. Los violentos insultan y golpean a varias personas pero, a la postre, son repelidos por los concurrentes al acto piñarista. Los agresores, que venían incluso de Barcelona y Cartagena, portaban toda clase de objetos contundentes (cadenas, barras de hierro, porras…). La noticia fue obviada por la prensa nacional, pese a su gravedad, pues se trataba del primer acto público de FN como partido político legalizado. Motivado por la injustificada falta de protección policial de un mitin (debidamente autorizado), en una ciudad de más de 25000 personas y muy próxima a la capital murciana, FN protestaría públicamente, proclamando que no dudarían “si la autoridad no cumple con su deber, de asumir nuestra propia defensa, la de nuestros actos legales y autorizados…”. 

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No era para menos, en febrero, el grupo terrorista ETA había asesinado a sangre fría en la provincia vizcaína a Víctor Legorburu Bergareche, suscriptor de la revista y alcalde tradicionalista de Galdácano, a quien le corresponde el honor de ser el primer caído de la organización azul y roja. Es decir, la violencia contra FN, tanto por parte de radicales de izquierda como por terroristas de igual adscripción ideológica, comienza al mismo tiempo que los hombres y mujeres de Fuerza Nueva inician su andadura como organización política. Y es que fueron a silenciarlos, pues se aprecia una situación similar a lo que ocurrió con los primeros asesinados de la Falange fundacional. Es decir, del mismo modo que había sucedido con los primeros falangistas, a partir de noviembre de 1933 (Ruiz de la Hermosa, De Paula Sampol…), la izquierda trató de suprimir, con el auxilio de la violencia, el nacimiento de Fuerza Nueva. 

No en vano, el 26 de diciembre, la delegación de FN de Sevilla enviaría una nota a la prensa, poniendo de manifiesto que desde hacía dos meses –coincidiendo  con la legalización de FN como partido- algunos miembros destacados de Fuerza Nueva venían siendo vigilados por grupos de individuos o sujetos aislados y que otros afiliados habían recibido reiteradas amenazas por teléfono. De hecho, un grupo de desconocidos atentó la noche del 22 contra el joven Gonzalo Queipo de Llano, en la puerta de su domicilio. Pero éste, que era nieto del general laureado y vicepresidente provincial de Fuerza Nueva, logró zafarse de la agresión, sin sufrir lesiones graves.

La izquierda española es instintiva en la confrontación ideológica, pero emplea la inteligencia y astucia cuando persigue. Conocí de primera mano, por razones que no vienen al caso explicar, cómo se efectuaba ese acosamiento. Lo más inofensivo era que unos individuos, aprovechándose de la nocturnidad, pudieran embadurnar con pintura los inmuebles de conocidos militantes fuerzanuevistas; como le sucedió a un comercio de recuerdos turísticos en una ciudad de la meseta, poniéndole en la fachada principal una gran inscripción, con leyendas indecorosas… En cambio, los escraches y coacciones eran, por regla general, más rudos y drásticos, pues los radicales apalizaban incluso a cualquier simpatizante de FN que no les gustase, huyendo a continuación… Siempre eran varios, salvo que alguno de los agresores estuviera bebido, como comprobé en la provincia de Pontevedra… En Madrid, por ejemplo, coaccionaban a la hija de un guarnicionero de FN de la barriada del Pilar, impidiéndola que pudiera salir a bailar los fines de semana… Cuando se trataba de un militante juvenil, bien conocido en el barrio, la técnica de los grupos de la izquierda consistía en propinarle una paliza de consideración, como le sucedió a un compañero de Universidad, que necesitó estar hospitalizado durante  varias semanas a causa de una brutalidad de este tipo, infligida cuando acababa de dejar a su novia en el portal … Los ataques, como era lógico, provocaban secuelas físicas en las víctimas, como aconteció en la provincia de Valladolid con uno de los agredidos en 1977, al afectarle gravemente a la vista. Ello no quiere decir que las agresiones sin aparentes lesiones fueran más livianas, pues los asaltos no se convirtieron en desgracias por pura casualidad: en Burgos, sin ir más lejos, unos izquierdistas cegados de odio intentaron tirar al rio a una joven… Estos casos que expongo, a título de ejemplo, nunca se publicaron en ningún periódico, ni siquiera en la revista Fuerza Nueva, habida cuenta que los afectados eran simpatizantes piñaristas, que carecían de relación orgánica con el partido, o porque a las víctimas no les interesaba divulgar tales sucesos. Y no fueron pocos los incidentes, seguramente cientos, hasta el punto que aún son recordados por antiguos activistas de Fuerza Nueva, a quienes, por cierto, nadie les ha formulado pregunta alguna acerca de la violencia observada en la época que nos ocupa.

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En realidad, los métodos no diferían mucho de los que ha empleado la izquierda aberzale en el País Vasco y Navarra. Moralmente, es obligado recordar el calvario que han soportado algunos ciudadanos españoles en la tierra del vascuence, mientras las autoridades preferían mirar para otro lado o no les prestaban la atención suficiente; pero persecución parecida la padecieron,  años atrás, concretos militantes y simpatizantes de Fuerza Nueva, y nadie se compadeció de ellos (seguramente porque los medios de comunicación catalogados de “progresistas” afirmaban cínicamente que eran los fuerzanuevistas los únicos violentos, al igual que lo que ha sostenido la prensa separatista respecto de los “españolistas”). En el fondo, dicha postura respondía a una estrategia política deleznable, pues lo que se pretendía era obtener un rédito sociopolítico, no muy diferente del que han perseguido los terroristas euscaldunes en su tierra: a saber, demonizar a los líderes del adversario y coaccionar a sus simpatizantes, todo ello a los efectos de eliminar determinadas creencias ideológicas, para imponer así su dominio y control sobre la sociedad.  Y qué duda cabe que lo consiguieron, pardiez.

Pero ¿cuál era el motivo principal para que individuos embriagados de fanatismo persiguieran a pacíficos ciudadanos, que  ni siquiera conocían? Tal vez, las “razones” aducidas por los terroristas vascos para justificar el asesinato del malogrado fuerzanovista Víctor Legorburu nos den la solución: fascista notorio, colaborador de los Guerrilleros de Cristo Rey y enemigo de la cultura vasca… Nada de ello era cierto, pero el odio visceral por razones políticas o sociales muchas veces nubla la mente, siquiera se la adorne con complementos democráticos, regionalistas o internacionalistas.

Y es que han sido abundantes las inexactitudes y medias verdades, pero también las falsedades y calumnias, que se han propalado sobre este movimiento político; incluso desde el ámbito académico. Es hora de corregirlas y aclarar los malos entendidos.

 

Fuentes: Archivo Linz de la Transición española.

                 ABC, Madrid-Sevilla (1976-1978).

                 Diario de Burgos (1976).

                 La Vanguardia Española, (1976).

                 Fuerza Nueva (1976-1982).

                  El Alcázar (1977-1982).

                  Boletín informativo ‘Fuerza Nueva’ (1981-1982).

                  Boletines provinciales de Fuerza Joven (1977-1982).

                  Archivos y testimonios personales (1977-2017).

Autor

José Piñeiro Maceiras