21/11/2024 20:15
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Si hay algo incontestable es que el gran vencedor en las elecciones de Castilla y León (CyL) ha sido Vox. Esta aseveración queda acreditada cuando observamos que Vox ha tenido un incremento espectacular del número de votantes, lo cual le ha llevado a pasar de ser un partido residual a ser una formación con el suficiente número de escaños como para estar en disposición de determinar, por activa o por pasiva, el futuro político de la región castellanoleonesa. También parece patente el éxito de Vox al observar la reacción de las diferentes fuerzas contendientes en estas elecciones; así, el PP se ha mostrado absolutamente desconcertado con el reparto de fuerzas en las Cortes castellanoleonesas, ya que, si antes de las elecciones se las prometían felices, tras su celebración se ven abocados a una política de pactos que de ninguna manera entraba en sus planes; por su parte, los partidos de izquierdas, esto es PSOE y UP, así como esa formación de imposible ubicación política, como es Cs, demostrando una patética incapacidad para asumir la voluntad popular expresada en las urnas, han salido en tromba para arremeter contra la formación liderada por Santiago Abascal, sin caer en la consideración de que la “propaganda del miedo” es una estrategia abocada al fracaso debido a la escasa influencia que desde hace tiempo tiene en buena parte de un electorado suficientemente preparado como para no dejarse engañar por cantos de sirena.

Por lo que respecta al PP lo primero que cabe señalar es el rotundo fracaso que ha supuesto su estrategia de adelanto de las elecciones, con la falsa excusa de una posible moción de censura socialista apoyada por Cs, ya que lejos de conseguir una mayoría suficiente como para gobernar en solitario, tan solo ha conseguido una victoria pírrica que le deja al albur de lo que Vox tenga a bien decidir. En realidad, el adelanto electoral se debió a que Pablo Casado pensó, erróneamente como acostumbra, que CyL era terreno abonado para conseguir una victoria semejante a la conseguida en Madrid, pero eliminando tanto a Isabel D. Ayuso como a Vox de la ecuación y así salir personalmente reforzado. Evidentemente P. Casado, de cuya escasa talla moral e intelectual ya no cabe dudar, se equivocó de cabo a rabo, ya que, por un lado, no cayó en la cuenta de que Alfonso Fernández Mañueco carece de la capacidad de liderazgo y del carisma personal que tiene Isabel D. Ayuso y, por otro lado, tampoco supo ver que Vox es un partido absolutamente asentado gracias a la fidelidad de su electorado y con una imparable tendencia al alza. En definitiva, con los resultados en la mano, la posición del PP resulta extremadamente complicada, ya que, por más que Mañueco proclame que abrirá una ronda de negociaciones con todos los partidos con representación parlamentaria, teniendo en cuenta que la mayoría de sus electores no entenderían un acuerdo con el PSOE, la única opción sensata y viable que tiene el PP para garantizar la gobernabilidad de la región es pactar con Vox, aunque esto necesariamente conlleve una modificación en toda regla del discurso injustificadamente insultante que P. Casado ha mantenido de forma permanente contra un partido político con el que está condenado a entenderse.

Pero si el fracaso del PP no admite paliativos, la derrota del PSOE, a pesar de la obscena utilización del CIS y de los fondos europeos, solo cabe calificarse de estrepitosa. Así, el PSOE ha perdido nada más y nada menos que 7 escaños o, lo que es lo mismo, casi un tercio de sus votantes, fundamentalmente debido al “efecto Sánchez”, ya que una parte no desdeñable del electorado socialista comienza a estar escandalizada por la deriva totalitaria de un PSOE dominado por un psicópata narcisista, que no duda en entregarse al populismo comunista de UP y a los delirios independentistas de los golpistas catalanes y los filoterroristas vascos, con la única finalidad de mantenerse en el poder. Como cabía suponer del sanchismo los ataques a la derecha no se hicieron esperar y, así, tras una balbuceante justificación de los resultados obtenidos por parte de Luis Tudanca, secretario general de los socialistas castellanoleoneses, saltó al ruedo la vicesecretaria general del PSOE, la bachiller Adriana Lastra, arremetiendo contra el PP por provocar con el adelanto electoral el que un partido como Vox, al que arbitrariamente sitúa en la extrema derecha, sea más poderoso. Ante esta maniquea declaración de principios solo cabe resaltar que resulta difícilmente superable el cinismo exhibido por la representante socialista al criticar el posible pacto entre el PP y Vox, cuando su propio partido ha pactado con la extrema izquierda y el separatismo más acendrado, es decir, con los enemigos seculares de la nación española.

Por lo que respecta a UP tan solo decir que después de quedar reducido a la mínima expresión, su líder en CyL, Pablo Fernández ha reconocido que es necesario reflexionar, lo cual no deja de ser un oxímoron, ya que la formación morada, actualmente dirigida por el folclórico trío formado por la comunista Yolanda Díaz y las activistas LGTBI Ione Belarra e Irene Montero, en estos momentos tan solo es capaz de atraer a la flor y nata de la escoria nacional, la cual, por definición, es incapaz no ya de reflexionar, sino tan siquiera de construir una oración gramatical  que constituya una unidad de información.

En el caso de Cs los resultados obtenidos en CyL demuestran que se encuentra en estado terminal, acercándose irremediablemente a su desaparición del escenario político. Una prueba de ello es la delirante intervención de Francisco Igea, candidato de la central eólica a la presidencia de la Junta de CyL, en la cual aboga por un pacto entre PP y PSOE, asumiendo de esta forma su absoluta e irreversible insignificancia política.

En lo que hace referencia a las plataformas provinciales -representadas por Unión del Pueblo Leonés, Soria Ya y Por Ávila- resulta evidente que han obtenido un éxito notable, si bien no dejan de ser irrelevantes a efectos prácticos. Surgidas todas ellas como consecuencia de la política de pactos y concesiones del PSOE a todo tipo de partido que pueda ayudarle en su objetivo de mantenerse en el poder, el problema de estas plataformas es que son formaciones de aluvión, donde encuentran acomodo arribistas de la política con miras fundamentalmente personalistas. De esta manera, de cara a las elecciones generales, si estas formaciones proliferan y la ciudadanía se deja llevar por planteamientos localistas, dejando de lado el interés nacional, el Parlamento se fragmentará en exceso, dificultándose así enormemente la gobernabilidad, razón por la cual constituyen más una amenaza que una oportunidad.

Hemos dejado a Vox para el final, ya que resulta necesario poner en valor el hecho de que se haya erigido en el gran triunfador de la velada por la sencilla razón de que ha cumplido con creces con su objetivo de ser la fuerza por la que ineludiblemente ha de pasar el futuro político de la región castellanoleonesa. Además, la gesta adquiere tintes épicos si tomamos en consideración que dicho éxito se ha producido a pesar de la permanente campaña de demonización que ha sufrido la formación verde por parte del resto de formaciones políticas, las cuales no han dudado en caricaturizar su imagen y falsear sus planteamientos, situándola en una posición extremista que para nada se corresponde con la realidad. En cualquier caso, las urnas han dibujado un escenario en el que lo esperable, por ser lo único razonable, es que se produzca un pacto entre el PP y Vox, el cual necesariamente debe incluir la entrada en el Gobierno castellanoleonés de la formación liderada a nivel regional por Juan García-Gallardo, evidentemente respetando la correlación de fuerzas entre ambos partidos.

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De hecho, a la vista de las últimas elecciones celebradas tanto a nivel nacional como regional y en función de los últimos estudios demoscópicos, el ascenso de Vox y el estancamiento del PP son sucesos más que previsibles, por lo que si el centroderecha quiere tener alguna posibilidad de gobierno en el futuro resulta evidente que la coalición de ambos partidos es la única opción factible que hay sobre la mesa.

Vox lo entiende así ya que, a pesar de las descalificaciones recibidas, ha tendido noblemente su mano al PP en aras del interés nacional. También lo ha entendido así Isabel D. Ayuso, la cual no ha dudado en señalar que “Si hay que pactar, mejor hacerlo con el partido de Ortega Lara que con el partido que pacta con los que le secuestraron”. Sería deseable que P. Casado en un ataque de cordura entrara en razón y dejara de guiarse por intereses que tienen más que ver con su liderazgo en el PP que con desterrar del poder a la coalición socialcomunista. Solo así el centroderecha español estará en disposición de llevar a cabo ese gran proyecto de reconstrucción nacional absolutamente necesario para afrontar con posibilidades de éxito los enormes desafíos que se avistan en el horizonte.

Autor

Rafael García Alonso
Rafael García Alonso
Rafael García Alonso.

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.