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En el momento en que doy comienzo a este artículo, tercera parte de la prevista tetralogía sobre nuestra condición de Milicia de María, como Católicos e hijos de Hispania, en el mes de octubre (mes del arma conocida como Rosario) es San Hilarión. Abad y Confesor nacido en el S. IV en Palestina, el Levante, es condiderado maestro en ascesis, milicia cristiana y consejo basado en la meditación de las Sagradas Letras, Sacra Pagina o Lectio Divina.
Vivía de unos pocos higos y un poco de jugo de hierbas, y los tomaba sólo después de que se ponía el sol.
Su continencia era perfecta y su humildad en Jesucristo extraordinaria.
Con estas y otras virtudes venció varias horribles tentaciones del Diablo, y expulsó demonios de los cuerpos de infinidad de personas en muchas partes del mundo. Dando al mismo tiempo sabia Dirección Espiritual, Consejo y Confesión, y Discernimiento de Espíritu.
A la edad de ochenta años, después de haber construido muchos monasterios y haberse hecho famoso por los milagros, cayó enfermo y reducido al extremo, viendo su día dijo:
“Sal, ¿de qué tienes miedo? sal, alma mía, ¿por qué dudas? ¿has servido a Cristo durante casi setenta años, y tienes miedo de la muerte?”.
Y con estas palabras entregó al Señor Jesús su espiritu.
Varias son sus enseñanzas y consejos útiles para nosotros en la Milicia:
– No envidies a los impíos, ni tengas celos de los que hacen iniquidad. Ellos tendrán su día.
– El prudente es amado por Dios. Su recuerdo es una bendición. Por su palabra hizo cesar las maravillas y lo glorificó delante de los reyes.
– El humilde recibió autoridad sobre su pueblo. Lo santificó en fidelidad. Lo escogió de entre todos los vivientes. Le hizo oír su voz. La ley de la vida y la inteligencia estaban con él.
– El justo florecerá como un lirio y crecerá como un cedro del Líbano.
– Vuestras caderas estén ceñidas y las lámparas encendidas en vuestras manos, como los que esperan a su señor cuando vuelve de sus bodas, para abrirle en cuanto llegue y llame.
Bienaventurados aquellos siervos a quienes el Maestro, cuando llegue, encontrara despiertos.
¡ benditos seáis !
– Sabed que si el amo supiera a qué hora viene el ladrón, sin duda velaría y no dejaría que su casa fuera profanada.
Y vosotros también preparáos, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del Hombre.
Como conclusión, no decir más que:
Por intercesión del Santo Abad Hilarión, oh Señor Jesús y Madre Nuestra María Inmaculada, que podamos seguir Despiertos y en Vela como Milicia y Oficio Hispánico hasta el Retorno del Rey, Jesucristo.
Desde ECDE hacemos nuestra esta Súplica.
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