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Sin entrar a valorar, me faltan datos, si su actuación en el Valle de los Caídos merece o no merece arresto, destitución, cese de las funciones que tenía encomendadas y el consiguiente señalamiento en su hoja de servicios. Como es bastante más joven que quien esto le escribe, permítame hacerle llegar dos consideraciones respecto a las consecuencias del acto en el Valle de los Caídos.
En primer lugar, que no caiga en equívocos infundados, dando mayor importancia de la que tienen todas esa “loas” que seguro ha recibido de militares que ya están en la reserva, que de ningún modo hubieran hecho lo que usted hizo o cosa parecida… ¡Qué tiempo tuvieron para hacer! O las de todos esos niñatos que acuden a los desfiles aireando al viento sus banderitas de plástico compradas a los chinos, mientras ven desfilar, ellos no han sentido el deber de servir a su Patria con las armas, a quienes en última instancia salvan las civilizaciones. Bien es cierto que hoy también hay “tías” en esos desfiles, en lugar de aquellas bellísimas enfermeras militares, lo que minimiza bastante cualquier alegato que pueda hacer en favor de la épica.
Y en segundo lugar, felicitarle, porque usted, Capitán, sí está preparado para ser un héroe si llegase el caso de entregar su vida por la Patria. Me explico. Digo que sí está preparado, porque sabe que solo se muere una vez, y que se muere para transcender, que es para lo que estamos llamados. Ya que de otro modo nada tendría sentido, y la vida tendría un valor tan exclusivo que nadie la daría por nada ni por nadie. Ni por la Patria ni por los hijos. Así de claro.
Así, entonces, lo que hace que la vida sea dada para ser un mártir o un héroe, aunque ambas condiciones casi siempre devienen unidas, es saber que al final de ella está Dios, que como Padre y Redentor nos espera. De ahí que la muerte sea un volver a casa. Y esto es así, porque de otro modo, como bien dijo José Antonio Primo de Rivera pocas horas antes de ser fusilado, la entrega de la vida no sería otra cosa que el “granjearse con gallardía de oropel póstumo la reputación de héroe”. Un acto estúpido, “monstruoso y falso”, entregar la vida para ser “quemada en holocausto a la vanidad como un castillo de fuegos artificiales”. Y no digamos nada si eso se hace por la Constitución, que es lo que se dice de los asesinados por ETA.
Ahora bien. La cuestión que tiene que considerar, estimado Capitán, son los apoyos claros y explícitos a su comportamiento que haya recibido de sus compañeros, iguales, inferiores y superiores, lo que le hará valorar el Ejército del que forma parte. Pues esa es la cuestión más allá de las enfatizaciones que sin perjuicio se hacen en un momento, y se olvidan el día después.
Yo, que tengo Comandante desde hace mucho tiempo, Ricardo Pardo Zancada, sepa que ahora, si no tiene usted inconveniente, lo elijo como mí Capitán.
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