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Pueden pensar lo que quieran, desde tomarme por un engreído, hasta  que no estoy bien de la cabeza, pero me resulta imposible admitir la forma como los intelectuales influyentes, los analistas,  los tertulianos discurren sobre las últimas razones de la actuación política y de gobernar, lo mismo en lo nacional que en lo autonómico.

No entiendo que gente inteligente no se atreva a salir de la interpretación “materialista” del acontecer diario. Con lo cual usan las mismas armas que los discípulos de Karl Marx. Y, por supuesto, en esa trampa caen también  quienes defienden nuestros valores con la mejor buena voluntad. ¿A qué tienen miedo?, ¿a que los llamen “meapilas”?

Nunca he logrado entender en mis noventa y tres años de vida que “se profese una Fe” y luego se olvide los cimientos sobre los que se fundamenta esa creencia. Dicen creer en Dios, como Creador y Dueño del Universo, y supremos Legislador… y razonan y actúan como si no existiese. ¿De qué tiene miedo?, repito la pregunta.

Otra consecuencia de su proceder “inconsecuente” es que nos ignoran, menosprecian, y arrinconan a quienes somos “lógicos y consecuentes”.

A ver  si logro hacerme entender. Voy a ponerme de sujeto en la acción.

Yo creo firmemente en el episodio del Génesis, cuando Dios revela a los hombres “el fundamento de la Historia”, al maldecir a Satanás en forma de serpiente: —“Pondré enemistades, entre ti y la mujer entre tu raza y la suya, etc.,” Y, como creo en Dios y en su palabra, siempre absolutamente veraz por esencia, tengo clarísimo que,  desde el Paraíso hasta hoy  existe una guerra a  muerte entre “los hijos de la Mujer” y los “hijos de Satanás” y queda clarísimamente patente, en todos mis escritos, libros y charlas. Y, a cuenta de esa fe, me permito pasarme por el arco de triunfo el ninguneo, el menosprecio, el ataque –o lo que venga– de quienes me toman por un bicho raro que “mete la religión en todo”…  Cosa que, por otra parte,  me divierte. Sólo le pido a Dios que no me permita creerme un  superdotado, en vista del éxito,  que no es mío sino del “método”…según el cual, es imposible separar lo que el Creador ha unido: la realidad de la verdad.

Dicho de otro modo: Cuando analizo un acontecimiento hay que tener muy en cuenta  la “ley de la Historia”, es decir, resulta inevitable la “guerra muerte entre de los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas”. >Y así ha sido desde el Paraíso Terrenal. Ni mejor ni peor, simplemente  se ha ido adaptando a los tiempos. Pero es innegable. Nos lo anunció Cristo: no he venido a traer la paz, sino la guerra. Los hijos de Satanás no lo olvidan, nosotros sí.  Hemos inventado el “consenso y el pacifismo”… para ayudar al enemigo a derrotarnos.

¿Cuál es el resultado práctico para mí? Fundamentalmente que me cuesta poco “situarme” y saber a qué atenerme,  con lo cual,  difícilmente me equivoco cuando anuncio lo que se nos viene encima. Gracias a esta visión, acierto en la elección del “bando” al que tengo que apuntarme.

Acerté cuando avisé a los cubanos de mi círculo que estaban “chiflados” si creían en Fidel (en la Universidad Católica advertí a las niñas hijas de papa,  — tenían en su habitación la foto de “Fidel”–,  que no sabían lo que les esperaba si ganaba),  a mis alumnos y a sus papás,  de la locura que  encerraba creer en el barbudo. Igualmente le  reproché a Angel del Cerro, –presidente entonces de la Juventud Católica de Cuba– que, en el “mitin de Guanajay” apoyase a Castro– éramos  muy amigos, de la misma edad,  y, en las aulas,  venía siempre a sentarse a mi lado. Con los años y lo vivido, escarmentó y luego sería uno de los líderes de la oposición a Fidel desde Venezuela.

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Acerté en la Carta a La Vanguardia a poco de conocer la realidad española de vuelta de Cuba y el director me respondió personalmente, diciéndome que tenía razón pero no lo podía publicar

Es fácil acertar cuando se conoce la clave de la Historia…Y. sobre todo, di en el clavo cuando,  en Gerona dediqué una charla a demostrar que la Democracia liberal partitocrática,  es el “más ‘genial y letal’ invento de la Sinagoga de Satanás”.

Dicho todo lo anterior veamos por que no admito la forma de argumentar. La razón es muy simple: No explica nada tanta elucubración sobre los hechos del acaecer diario. Todos, los de izquierdas, los de derechas, los del centro y hasta los defensores de nuestros valores, se asustan o no saben –lo que es más grave aún—a la hora de ir al fondo de la cuestión. Se dedican a explicar lo que ocurre en la representación teatral que vemos en el escenario del “Gran Teatro del Mundo”,  que es totalmente ajena a la realidad. Y ese error garrafal nace de olvidarse de lo que sostengo al principio, que el Creador dictó la “Ley de la Historia”, la que realmente rige la vida humana.

Nunca se había podido constatar tanto como desde 1945, cuando la Victoria Aliada  consagró definitivamente el dominio total del Orbe por la Sinagoga de Satanás.

La Victoria del llamado Mundo libre despejó para siempre el camino de la bimilenaria Organización Sionista –¡que no “judía”!–.Espero sepan todos mis lectores, distinguir esto que dejó muy claro Monseñor Jouin: Una cosa es el Pueblo Judío y otra muy distinta “esa “minoría’ de judíos  todopoderosos– pero son pocos–, que tienen en sus manos, la casi totalidad de las riquezas del mundo –finanzas, minas, multinacionales, bancos, etc.—y cuyo objetivo  final, es imponer  el rey universal y único en un mundo globalizado”.   Verdad que la Iglesia tenía clara hasta  hace más o menos un siglo y hoy ignora. Es más algunos jerarcas — sometiéndose a sus dictados– se han convertido en  colaboradores eficientes para que ese rey único llegue cuanto antes.

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.