22/11/2024 00:06
Getting your Trinity Audio player ready...

      Parece ser que la probable inhumación del fundador de Falange Española José Antonio Primo de Rivera suscita el interés de muchas personas; unas asimiladas a la cultura y la historia y otras, las menos, derivadas de la política. Hay quienes con toda objetividad reconocen en el líder falangista su categoría  humana, intelectual y la calidad de su mensaje político, otras en cambio,  sometidas quizá a un prejuicio casi atávico, aprovechan esta circunstancia del traslado de su cuerpo. del Valle de los Caídos, a un lugar todavía desconocido, para verter sobre su memoria toda clase de improperios y calumnias de todo tipo.

     Entre estas últimas, destaca por su hiperbólico discurso plagado de un odio exacerbado, e impresentable en una mujer que, aun a pesar de su complicada vida personal, nació en 1935,  o sea un año antes del fusilamiento de José Antonio por el Frente Popular, alumna de colegios religiosos y alumna oficial en la Universidad,  donde logró un buen currículo,- que la verdad no quita lo cortes., pero que desde muy joven se embarcó en ideologías marxistas, militante en el Psuc, y luego fundando el Partido Feminista de claros principios marxistas.

          Pues bien, esta señora, quizá por sus muchos años (irá por los ochenta largos), se descarga en un artículo que titula “El máximo respeto a José Antonio Primo de Rivera” donde ironiza sobre el trato amable que el Gobierno le daba em el anuncio de su exhumación. En ese escrito, Lidia Falcón viene a considerarlo como un golpista, y a la Falange nada menos que motor de la insurrección. ¡Qué bárbara ¡No deja ocasión de llamarle asesino, violento, – y nos recuerda el caso de su pelea con Queipo de llano, pero no explica los insultos del General a su Padre!  ¿Ella como hija no defendería con  todo empeño  a su padre de un insulto grave?  

         Pero lo más ridículo de su escrito, es acusarlo de haberse entrevistado con Mussolini y con Hitler, y lo dice ella, una comunista, marxista, que oculta a los lectores que en esos años 30 políticos como el británico Chamberlain, aplaudido por el mismo  Winston Churchill, viajó a   Munich,  solo,  nada más, que para buscar una paz con los Nazis, y que el propio Churchill, estuvo a punto de llegar a un acuerdo con el dictador alemán, Olvida también, adrede,  esta mujer, al parecer paranoica respecto al líder Falangista, que en octubre, precisamente, de 1939 su adorado Stalin, dictador comunista, a través de su mano derecha Molotov, sellaría un acuerdo de amistad y no agresión con Adolf Hitler, o que Petan, francés héroe de Verdún, pactaba con el nazismo un reparto galo. Y esto a las puertas de una guerra mundial

         Es decir, a principios de los años 30, cuando aun no se imaginaba nadie el horror nazi, (Y José Antonio Primo de Rivera TAMPOCO,) ni por supuesto se conocían los campos de exterminio, todos los dirigentes de Europa, y también  intelectuales como el noruego Nunc Hansun,   Nobel de literatura,  O Vintilia Horia, escritor reconocido internacionalmente, muchos,  admitían en el dictador nacionalsocialista, un deje de esperanzada  gobernación que ofrecía nuevas y singulares formas de política.

          Y para sustentar esto, la señora, pero ya no tanto, doña Lidia, se escuda en la opinión de algunos historiadores, a cual más desacreditado y sectario, como es el señor Joan María Thomas,  que en sus biografías , crean un personaje tan falso como impostado. Sin embargo, excluye en sus comentarios, a personalidades históricas como Rosa Chacél, Sánchez Dragó, Abad de Santillán, Miguel de Unamuno, o historiadores de la calidad de Stanley Paine, Antonio Gibello, Muñoz Alonso, Francisco Torres, o el mismo Ian Gibson, entre otros, que no tienen reparos en calificar al líder falangista, como un hombre excepcional. 

LEER MÁS:  Ucrania, o la guerra de Gila. Por Pablo Gasco de la Rocha

        Naturalmente la bilis de esta señora, cada vez menos señora en términos democráticos, debía de traducirse en ese escrito, impropio de una intelectual como sin duda es ella, pero carcomida por un odio impresentable, que solo hace aumentar su desprestigio, y engrandecer la figura de José Antonio. Con exegetas así no hacen falta aduladores del líder.  Más al fin, aconsejaríamos a Doña Lidia, algo tan   humano como señal de educación: A los muertos, a todos, el mayor de los respetos.

Autor

REDACCIÓN