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De todos debe ser sabido la animadversión que los Carlistas, en un principio, y los nacionalistas de las primeras épocas tenían por la oligarquía bilbaina por su carácter liberal que queda resumida en la siguiente frase:

«Bilbao, la inmunda villa de Bizcaya (…) Aquí (…) está el foco de donde irradian todas las pestes que matan a Bizcaya». (Sabino Arana. Baserritarra, 1897).
Las continuas manifestaciones de desprecio de Arana hacia Bilbao son expresión de la impotencia de la burguesía que representa por hacerse con el control de los núcleos urbanos. La rápida industrialización de Vizcaya trae aparejado un notable cambio demográfico. Las concentraciones urbanas vizcaínas crecen al mismo ritmo frenético que la concentración de capital en manos de la alta burguesía minera y siderúrgica. Tan detestable será para Arana ésta como aquéllas. Sí, frente a la oligarquía financiera vizcaína la burguesía nacionalista se revela como una clase decadente, sin posibilidad de competir económicamente con ella; frente a las ciudades, el nacionalismo, impotente ante la rápida difusión de las ideas liberales, republicanas y socialistas, es incapaz de aspirar a ningún tipo de hegemonía política.
En los resultados de las elecciones municipales en Bilbao de 1901 y 1903, se puede observar esto claramente. El hundimiento político del caciquismo oligárquico liberal tras el fallecimiento del gran industrial Chávarri y la disolución del grupo de presión La Piña , no significa ningún avance para el nacionalismo. Ese voto urbano aprisionado hasta entonces por los métodos corruptos y caciquiles de los liberales se desplaza en masa hacia los republicanos, que representan, frente al sistema de la Restauración, la alternativa de un nuevo régimen de marcado carácter progresista.
Esta imposibilidad de control del mundo urbano es la base material que empuja al discurso nacionalista hacia el ruralismo. Y lo que permite que el pensamiento de Sabino Arana, impregnado de un fuerte contenido tradicionalista, antiurbano y de exaltación del mundo baserritarra, aldeano, se haga hegemónico dentro del nacionalismo. Condición necesaria para que éste, a su vez, pueda hacerse hegemónico en un mundo rural donde los efectos del desarrollo capitalista han hecho entrar en crisis a las fuerzas políticas del Viejo Régimen.
«El carlismo se muere aquí». La apreciación de Sabino Arana es tan exacta como eficaz es su rancio y retrógrado discurso para atraerse a las fuerzas vivas del tradicionalismo y el carlismo. «Del carlismo van desertando sujetos de gran valor», es decir, no hay un desplazamiento en masa, sino, en primer lugar, la atracción y captación de los notables y caciques del carlismo hacia las filas del nacionalismo. Y esto ocurre, según Sabino Arana, porque muchos de ellos «van insensiblemente adhiriéndose a nuestras doctrinas», no es necesaria una ruptura ideológica ni política para dar el paso del carlismo al nacionalismo sabiniano, pues éste recoge en su doctrina los valores ultrareaccionarios de aquél.

Autor

REDACCIÓN