29/09/2024 04:29
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En este mundo alejado de Dios, corrompido en fondo y formas, pérfido en los planteamientos ideológicos, afeminado (que no femenino) y en el que se habla de matrias, pachamamas y géneros trans-fluídos, los  que buscamos el Orden de Dios, el Derecho Natural, la Paz y el Bien, y el equilibrio integral en el hombre (varón y mujer) tenemos varios ejemplos en el Santoral, pero el más destacado como modelo de virilidad, pureza, fortaleza y santidad es San José, Patriarca y Caudillo de la Iglesia.
Los pecados de la carne, las prácticas sexuales desaforadas y sin orden, son una debilidad; un gran peligro para el alma a pesar de mostrarse a nuestros ojos, por los medios de comunicación y de la podrida cultura, como »derechos y libertades de emancipación»; son grilletes que nos esclavizan. 
En cambio, la castidad, a la que cada persona está llamada según su estado de vida, casado o soltero, se basa en el autocontrol, nos hace libres, está vinculada a la caridad y tiene, en San José, al que hay que invocar contra todas las tentaciones carnales.
La variedad de pecados carnales es claramente amplia, tal y como nos recuerda el tan olvidado, pero necesario más que nunca, Catecismo de la Iglesia Católica. 
En general, los pecados nunca están solos, son como una madeja de hilo o red de pescar »pececitos incautos» y allanan el camino para otros pecados (incluidos los espirituales como idolatría, herejía, blasfemia y sacrilegios en la Iglesia). 
En definitiva, los pecados en general, y los carnales (contra la virilidad o feminidad) en particular, provocan un
adormecimiento del espíritu y frialdad hacia Dios, que con el tiempo (si uno no se arrepiente y cambia de rumbo) puede llevar al alma a rechazarlo. 
Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia y referencia en piedad varonil, explica en su Suma Teológica: » la lujuria da lugar a la ceguera de la mente, de la inteligencia y del entendimiento, y excluye casi totalmente el conocimiento de los bienes espirituales «.
Esta enseñanza nos recuerda:
Por una parte, la unidad entre cuerpo y alma.
Por otra, nos hace reflexionar sobre los grandes peligros a los que estamos expuestos en las sociedades actuales cada vez más dominadas por la pornografía, las modas que ofenden el pudor, la exaltación del libertinaje sexual (incluso sodomita u homo-erótico) las leyes y las costumbres como el divorcio, la cohabitación prematrimonial o el adulterio consentido como forma de »conocerse» en pareja y que atentan contra la dignidad del hombre, varón y mujer complementarios, del  matrimonio y del proyecto de Dios sobre la sexualidad. 
Por tanto, para conservar o alcanzar la pureza debemos luchar, hoy más que nunca, teniendo en cuenta que es una Gracia de Dios que debemos pedir en la Oración y que, por tanto, no se obtiene por nuestro propio esfuerzo, como creen las religiones orientalistas o gnóstico-iniciáticas.
En ninguna otra criatura, salvo en la Santísima Virgen María, ha brillado tanto la pureza como en San José, de quien la Tradición de la Santa Iglesia y los Padres dicen:
«Era sobre todo castísimo en sus obras y pensamientos y, desde los doce años, había hecho voto de castidad como nazareo a Dios; no por casualidad fue llamado a la altísima tarea de ser esposo de la Virgen María».
San José es, por tanto, un patrón natural para esta virtud varonil y contra todas las tentaciones carnales.
Esta confianza en el padre virginal de Jesús se expresa, entre otras cosas, en el llamado «cordón de San José» que se impone a los que realizamos voto. No es un mero signo externo: 
El cordón recuerda al devoto su compromiso de vivir según el ejemplo de San José, por
tanto, según la voluntad de Dios y de invocarlo especialmente en defensa de la pureza y del celo por la Fe y la Santidad.
Recurrir a la intercesión de San José es, pues, una poderosa ayuda para llevar una vida casta y de »miles Christi» o Soldado de Jesucristo en esta Santa Cruzada. 
La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí. La alternativa es clara: 
O el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado.
La auténtica libertad, basada en la verdad, es, pues, muy diferente de la que transmite la cultura dominante de hoy, que esclaviza al hombre a sus pasiones. 
La razón por la que la pornografía, una empresa que gana miles de millones de dólares al año y que está en manos de muy poco como los medios de comunicación y la banca, pone sus productos a disposición de todo el mundo de forma gratuita y continua las 24 horas es para tenernos sometidos a nuestras pasiones carnales, las más esclavizantes; la libertad sexual es control político.
San José es, en cambio, modelo de hombre libre en sentido personal, familiar y social, principalmente en los tres dominios: 
– Caridad o Justa Misericordia.
– Castidad o Rectitud Sexual.
– Amor a la Verdad y a la Ortodoxia de la Fe. 
Existe un vínculo entre la pureza del corazón, la del cuerpo y la de la Fe: La pureza no sólo se refiere a los actos. 
En el Evangelio leemos cómo Jesús afirma la necesidad de preservar los ojos y los pensamientos. Se requiere pudor, cuidado de los diversos sentidos y modestia en el vestir, como corresponde al respeto de un cuerpo creado para ser templo del Espíritu Santo. 
Como conclusión, desearía citar las palabras del sacerdote Giuseppe Tomaselli (1902-1989) exorcista que murió en fama de santidad: 
«Por medio de esta virtud varonil respetamos al máximo nuestros cuerpos, y los cuerpos de los demás que son también Templo del Espíritu Santo, y refrenamos nuestra mente, evitando los malos pensamientos y deseos. También guardamos nuestros ojos para no ensuciarlos con barro moral; dominamos nuestra lengua para no
contaminarla con palabras, frases o discursos indecentes; guardamos nuestros oídos, evitando la compañía de
personas malhabladas; refrenamos los afectos del corazón, porque un afecto ilícito no mortificado podría arrastrarnos al abismo de la inmoralidad»
Contra las tentaciones impuras, el padre Tomaselli aconsejaba encomendarse al esposo de María haciendo triduos o septenarios (ayunos, vigilias y oración en soledad y silencio) en su honor e invocándolo en la necesidad: 
» ¡ San José, terror de los demonios, asísteme, defiéndeme, fortaléceme ! «. 
Así sea hasta el Fin y, en especial, en este Día de Todos los Santos.

 

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Daniel Ponce Alegre
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