21/11/2024 22:52
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Francia acaba dar un golpe letal a su existencia demográfica, a su cultura y a su identidad con la ley abortista más macabra y asesina de Europa.

Si la Hungría de Viktor Orban aumenta el presupuesto público para continuar favoreciendo la progresión de la natalidad autóctona con medidas como, por ejemplo, préstamos  de 30.000 euros a familias numerosas, la Asamblea Nacional francesa ha aprobado recientemente una ley “bioética” que modificará la normativa abortista francesa y que permitirá la liquidación de todo feto indeseado a lo largo de todo el embarazo. Cualquier feto podrá ser asesinado por su “madre” hasta justo antes de dar a luz.

El aberrante proyecto legal de “asesinato a la carta” aprobado por la Asamblea francesa contrasta con la actitud del partido “Ley y Justicia” que gobierna Polonia, y que apuesta decididamente por la natalidad a la que subsidia y premia mientras aparta al aborto del sistema público considerándolo una lacra que merece la condena social y la supresión.

En el Occidente europeo la actitud es la contraria a la de Hungría o Polonia y se impone la cultura de la muerte.

Abrazados a las tesis de “Planned Parenthood” -la gran multinacional del aborto cuya influencia está radicada en todo el mundo-; y abrazados a la terrorífica agenda de la OMS que valida y santifica el derecho al aborto como “salud reproductiva”, diputados franceses han aprobado un proyecto legal abortista cuya segunda lectura se producirá en el Senado, pero que contiene los aspectos más ultramontanos, radicales y vejatorios para la vida, la ética y la cultura europea.

La Asamblea francesa ha aprobado una ley llamada de “bioética”; y este calificativo es, en sí mismo, un eufemismo macabro, porque en esa ley no hay vida sino muerte, y no hay ética sino antiética. En virtud de la norma podrá haber aborto libre en los nueve meses de embarazo.  A la figura de la «Interrupción voluntaria del embarazo» dentro de un plazo de 14 semanas que existe en Francia, se le suma la de la «interrupción médica del embarazo» sin plazo; hasta el parto. Hasta ahora, la interrupción médica del embarazo estaba circunscrita a casos excepcionales como la imposibilidad de vida del feto tras nacer. Pero a partir de ahora esa “interrupción médica del embarazo” se amplía a los casos donde la madre alegue «angustia psico-social». Si una mujer acredita tal “angustia” podrá matar a su hijo en cualquier momento, con 8 o 9 meses de gestación incluso, aunque el feto sea viable vitalmente.

El pingüe beneficio de las clínicas abortistas –y las sinuosas subvenciones públicas y privadas recibidas- hará posible que personal médico traidor al clásico Juramento hipocrático que prohíbe el aborto, certifique sin ninguna rémora esa “angustia psico-social” de la embarazada para validar el aborto en cualquier momento.

La supuesta “angustia” materna usada como motivo para justificar el crimen, no es siquiera un “supuesto coladero” para implementar el abortismo entusiasta; es un auténtico sumidero para la matanza de inocentes a gusto de las mujeres “gestantes”; no las llamemos “madres”, porque no merecen tan sagrado calificativo. La legislación francesa sobre el aborto se iguala así a otra terrorífica y criminal: la neozelandesa

Además de la muerte a la carta de inocentes, la nueva ley garantiza la inseminación artificial para todas las mujeres que lo deseen, lesbianas o solteras. Cualquier mujer podrá solicitar ser inseminada con esperma de un donante anónimo. El hombre es borrado de su “rol” natural de cooperación para la procreación y para el derecho de todo niño a un padre y a una madre. Se liquida de un plumazo el papel del varón como engendrador de vida en comunión con el sexo femenino, y se condena al niño o niña a ser un “sin padre” y a no gozar, por tanto, del calor de la familia tradicional y del bienestar emocional y psicológico que ésta concede al menor en condiciones de estabilidad y cohesión.

Para las parejas lesbianas se crea también el derecho específico, artificial y anti natura que les permitirá erigirse como “dos mamás”. Se permitirá que una de ellas ponga el ovocito -que será fecundado con esperma de un hombre anónimo- y que sea su pareja la que lo geste. Lo natural es que la madre genética de la criatura sea también la gestante, pues hay motivaciones tanto fisiológicas como emocionales que demuestran su necesidad y valor.

Como vemos, las concesiones de la nueva ley bioética francesa a la ideología de género y al lobby LGTB destruyen sin ningún miramiento la naturaleza y los derechos inalienables del menor.

Siguiendo con los terribles diseños sociales a que aspiran los progres orwellianos deseosos de una construcción demográfica a modo de “colmena” y de tutela eugenésica, la ley establece también la creación de embriones transgénicos, es decir, la modificación genética de embriones humanos por razones terapeuticas (los llamados ‘bebés medicamento’). Del mismo modo, se autoriza la creación de embriones quiméricos humano-animales mediante la inserción de células madre humanas en embriones animales.

Parece espeluznante, ¿verdad? Lo es; pues con esta regulación normativa plenamente ideologizada con criterios de ideología de género y marxista cultural, “la vida” se filtra y modela como arcilla en laboratorios por parte de sucias manos con el objetivo de cosechar los peores experimentos sobre el futuro de la infancia que quiera llevar a cabo el Estado.

El proyecto de texto legal fue aprobado por la Asamblea Nacional hace unos días en una reunión donde acudieron 100 diputados de los 500 que componen el órgano y contó con 60 votos a favor y 37 en contra. Queda la segunda lectura por el Senado que se espera a finales de año.

¿La voluntad criminal de 60 tipos que han votado por esta ley arrastrará a toda una nación, y a Europa, a ser un erial todavía mayor de mortandad y ruindad moral de lo que es ahora? Muy posiblemente.

En un gesto que la honra, la Iglesia Católica francesa ha condenado esta ley. Monseñor Bernard Ginoux, Obispo de Montauban, ha afirmado: «Esta es la vía por la que las civilizaciones mueren y se aniquila el genio de los pueblos».

La actitud de lucha enconada de la Iglesia francesa contra la nueva ley, contrasta con la de la parsimonia y mansedumbre de los obispos españoles ante la lacra genocida abortista. En España, la Conferencia Episcopal Española sigue silente y enmudecida ante el asesinato anual, en España, de 150 mil vidas no natas, y el Cardenal Osoro, en vez de atacar este crimen masivo, manifestó en marzo de 2018 que tanto él, como la virgen, “apoyan la huelga feminista del 8 M” en la que se defendió, una vez más, el clásico “nosotras parimos, nosotras decidimos”.

¿Quiénes serán los máximos beneficiados por la “ infecundidad” de las mujeres europeas (en ascenso imparable) así como por la matanza sistemática de nuestros niños –aborto- que sólo nuestra civilización comete con semejante furia y agresividad? El Islam, cuya penetración en Europa para conquistar el continente se basa precisamente en el retroceso demográfico autóctono y en el progresivo aumento natalista de las musulmanas cuyo índice de fecundidad es el doble que el de la mujer europea.  En Europa ya hay más de 50 millones de musulmanes cuyo índice de natalidad es muy superior al de los europeos y especialmente a los españoles. Los musulmanes van a seguir creciendo progresivamente en las próximas décadas y en el año 2050 habrán igualado –si no superado- al número de cristianos de todo el mundo. Lo harán no sólo en Asia y África, áreas geográficas en las que concentran una importante mayoría sino que en el continente europeo doblarán su población pasando del 5% al 10%. Para el 2050, hay cálculos que indican que de un total de 707 millones de habitantes en Europa, algo más de 454 millones serán cristianos, casi 71 millones serán musulmanes y 162 agnósticos o ateos. Estudios como el del Pew Research Center sobre la evolución de la población en el mundo de 2015, lo indican diáfanamente pero otros, más recientes, son todavía más demoledores respecto a estas cifras. Cifras sobre el avance del islam que indican, como un hecho ineluctable, la invasión demográfica musulmana sobre Europa y el proceso de sustitución cultural irremediable. 

Los elevados índices de fecundidad de los musulmanes en nuestro continente se ven favorecidos por la benevolente política de beneficios sociales y subsidios, de la que se beneficia el 80 por cien de la población islámica que habita Europa en perjuicio de los estratos obreros autóctonos que en España ven como, por ejemplo, un inmigrante irregular venido en patera tiene derecho a adquirir una renta permanente superior a 400 euros y que puede llegar a 1000 llamada “Ingreso mínimo vital”. Este orondo subsidio complementa a otros (las “rentas de inserción”) existentes en las diferentes Comunidades Autónomas.

La invasión demográfica musulmana sobre Europa no es sólo motivada por el “efecto llamada” del Estado de bienestar, la sanidad o los subsidios. Obedece fundamentalmente a una motivación religiosa, teológica y existencial de un credo fundado en la revancha histórica y la guerra expansionista.

El presidente de Turquía, el islamista Erdogan, dijo a los musulmanes hace unos años: “Sois el futuro de Europa. Tened cinco hijos, no tres”. Ese mismo Erdogan, anhelante de conquistar Europa, amenazante contra la cristiandad, ha vuelto a recuperar para el Islam la “basílica de Santa Sofía” –templo que fue cristiano hasta 1453, en que cayó en manos otomanas tras un saqueo y genocidio mayúsculos-. La basílica cristiana fue convertida en mezquita durante cinco siglos y fueron cubiertos con cal sus maravillosos mosaicos. En 1935, el fin del culto musulmán había convertido Santa Sofía en museo. Recientemente, el Tribunal Supremo turco declaró que Santa Sofía pertenecía al Islam por “derecho de conquista”. El pasado 24 de julio se celebró allí, por primera vez en 89 años, el culto musulmán. Los mosaicos cristianos que quedaban fueron tapados. El pasado 11 de julio Erdogan declaró: “la resurrección de Santa Sofía como mezquita tiene valor para todo el mundo musulmán, de Bujara a Andalucia en España”

LEER MÁS:  “Los polacos sólo se arrodillan ante Dios”. Polonia detesta a Black lives Matter y vuelve a dar ejemplo. Por José Miguel Pérez

Erdogan no ha sido el único líder islamista de referencia en patrocinar el proceso expansionista y colonizador para destruir Europa y someterla. Otros también lo hicieron:

El expresidente de Argelia, Huari Bumedian dijo en un famoso discurso pronunciado en 1.974 ante la Asamblea de la ONU: «Un día, millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria”.

Después Ben Laden, repitiendo el discurso de Huari Bumedian sentenciará:
«Conquistaremos Europa con el vientre de nuestras mujeres».

También el iman Al Qadarawi, en 2.005 hará la siguiente declaración:
«El Islam volverá a Europa como conquistador victorioso tras ser expulsado de ella dos veces, una desde el sur, desde Al Ándalus, y la segunda desde el este, cuando llamó a las puertas de Atenas. Conquistando Europa, el mundo será del Islam». (el imam Al Qadarawi, parece que confunde Atenas con Viena).

Y el líder libio Muammar el Gadafi dirá posteriormente:
«Hay signos de que Alá garantizará la victoria islámica sobre Europa sin espadas, sin pistolas, sin conquistas. No necesitamos terroristas, no necesitamos suicidas, los más de 50 millones de musulmanes en Europa la convertirán en un continente musulmán en pocas décadas».

No puede decirse que estas proclamas, que estas “arengas” de conquista, hayan caído en el vacío. El panorama para la cristiandad europea es aciago.

Implementar legislaciones abortistas; soliviantar a la familia tradicional; animar a la destrucción del feto; e instaurar la cultura de la muerte está promoviendo que los foráneos que tienen claro el horizonte de sus intenciones expansionistas contra nuestro continente (cada vez menos cristiano y más ateo y materialista), estén ganando la batalla.

“Son sólo 50 millones de musulmanes contra 450 millones de no musulmanes en Europa y no ganarán”, pensará algún optimista antropológico. Se equivoca. 100.000 visigodos derrotaron a 5 millones de hispanorromanos en Hispania en el siglo V y tomaron la península. Tenían claro que eran minoría pero aprovecharon dos factores: la descomposición de su adversario, y su pertinaz y consistente ánimo de lucha. Y ganaron, siendo esta una victoria, por cierto, que construiría el primer Reino de España, y el primer Estado auténticamente español sellando ante la historia el surgimiento de la Nación española.

Pero a diferencia del gran bien que los visigodos hicieron para el desarrollo de la historia de España, en el caso que nos ocupa, que es la conquista islamista de Europa, ésta no será para un bien de futuro sino para una fatalidad irremediable.

Ante Estados europeos vaciados de proyecto histórico, relativistas, que han renunciado a la defensa de la civilización y la cultura, y que están preocupados por el lobby LGTB, la ideología de género o el cambio climático, los musulmanes ganarán todo el terreno deseado para imponerse.

La acción de la Iglesia de Bergoglio, desentendida de la lucha cultural, de la defensa del magisterio de los Padres y Santos de la Iglesia, desentendida de los Concilios de Toledo o Trento, y preocupada por reconocer al Islam como “religión de salvación” o al cambio climático, deja al descubierto la debilidad de una Europa cuyos pilares de identidad y sostén están rotos.

Sin una lucha cultural, política y social sin cuartel donde apostemos por nuestras raíces históricas, por la natalidad, por la familia, por los Estados nacionales y sus fronteras, y por la destrucción de la falacia de la “multiculturalidad”, no habrá nada que hacer a presente y a futuro.

De los partidos políticos globalistas de izquierdas o “derechas” vendidos al club Bilderberg, a las multinacionales del aborto y a George Soros, no esperemos nada más que traiciones y villanías criminales como las perpetradas por las leyes abortistas en Francia o en España.

De la sociedad civil disidente del pensamiento progre, deseosa de preservar su herencia, y de fuerzas patriotas partidarias del antiglobalismo y del social patriotismo, esperemos la lucha que nuestra milenaria civilización requiere para no perecer definitivamente.

Suicidio europeo: Francia hace la ley más genocida y abortista y el islam continúa su conquista. Por José Miguel Pérez

Francia acaba dar un golpe letal a su existencia demográfica, a su cultura y a su identidad con la ley abortista más macabra y asesina de Europa.

Si la Hungría de Viktor Orban aumenta el presupuesto público para continuar favoreciendo la progresión de la natalidad autóctona con medidas como, por ejemplo, préstamos  de 30.000 euros a familias numerosas, la Asamblea Nacional francesa ha aprobado recientemente una ley “bioética” que modificará la normativa abortista francesa y que permitirá la liquidación de todo feto indeseado a lo largo de todo el embarazo. Cualquier feto podrá ser asesinado por su “madre” hasta justo antes de dar a luz.

El aberrante proyecto legal de “asesinato a la carta” aprobado por la Asamblea francesa contrasta con la actitud del partido “Ley y Justicia” que gobierna Polonia, y que apuesta decididamente por la natalidad a la que subsidia y premia mientras aparta al aborto del sistema público considerándolo una lacra que merece la condena social y la supresión.

En el Occidente europeo la actitud es la contraria a la de Hungría o Polonia y se impone la cultura de la muerte.

Abrazados a las tesis de “Planned Parenthood” -la gran multinacional del aborto cuya influencia está radicada en todo el mundo-; y abrazados a la terrorífica agenda de la OMS que valida y santifica el derecho al aborto como “salud reproductiva”, diputados franceses han aprobado un proyecto legal abortista cuya segunda lectura se producirá en el Senado, pero que contiene los aspectos más ultramontanos, radicales y vejatorios para la vida, la ética y la cultura europea.

La Asamblea francesa ha aprobado una ley llamada de “bioética”; y este calificativo es, en sí mismo, un eufemismo macabro, porque en esa ley no hay vida sino muerte, y no hay ética sino antiética. En virtud de la norma podrá haber aborto libre en los nueve meses de embarazo.  A la figura de la «Interrupción voluntaria del embarazo» dentro de un plazo de 14 semanas que existe en Francia, se le suma la de la «interrupción médica del embarazo» sin plazo; hasta el parto. Hasta ahora, la interrupción médica del embarazo estaba circunscrita a casos excepcionales como la imposibilidad de vida del feto tras nacer. Pero a partir de ahora esa “interrupción médica del embarazo” se amplía a los casos donde la madre alegue «angustia psico-social». Si una mujer acredita tal “angustia” podrá matar a su hijo en cualquier momento, con 8 o 9 meses de gestación incluso, aunque el feto sea viable vitalmente.

El pingüe beneficio de las clínicas abortistas –y las sinuosas subvenciones públicas y privadas recibidas- hará posible que personal médico traidor al clásico Juramento hipocrático que prohíbe el aborto, certifique sin ninguna rémora esa “angustia psico-social” de la embarazada para validar el aborto en cualquier momento.

La supuesta “angustia” materna usada como motivo para justificar el crimen, no es siquiera un “supuesto coladero” para implementar el abortismo entusiasta; es un auténtico sumidero para la matanza de inocentes a gusto de las mujeres “gestantes”; no las llamemos “madres”, porque no merecen tan sagrado calificativo. La legislación francesa sobre el aborto se iguala así a otra terrorífica y criminal: la neozelandesa

Además de la muerte a la carta de inocentes, la nueva ley garantiza la inseminación artificial para todas las mujeres que lo deseen, lesbianas o solteras. Cualquier mujer podrá solicitar ser inseminada con esperma de un donante anónimo. El hombre es borrado de su “rol” natural de cooperación para la procreación y para el derecho de todo niño a un padre y a una madre. Se liquida de un plumazo el papel del varón como engendrador de vida en comunión con el sexo femenino, y se condena al niño o niña a ser un “sin padre” y a no gozar, por tanto, del calor de la familia tradicional y del bienestar emocional y psicológico que ésta concede al menor en condiciones de estabilidad y cohesión.

Para las parejas lesbianas se crea también el derecho específico, artificial y anti natura que les permitirá erigirse como “dos mamás”. Se permitirá que una de ellas ponga el ovocito -que será fecundado con esperma de un hombre anónimo- y que sea su pareja la que lo geste. Lo natural es que la madre genética de la criatura sea también la gestante, pues hay motivaciones tanto fisiológicas como emocionales que demuestran su necesidad y valor.

Como vemos, las concesiones de la nueva ley bioética francesa a la ideología de género y al lobby LGTB destruyen sin ningún miramiento la naturaleza y los derechos inalienables del menor.

Siguiendo con los terribles diseños sociales a que aspiran los progres orwellianos deseosos de una construcción demográfica a modo de “colmena” y de tutela eugenésica, la ley establece también la creación de embriones transgénicos, es decir, la modificación genética de embriones humanos por razones terapeuticas (los llamados ‘bebés medicamento’). Del mismo modo, se autoriza la creación de embriones quiméricos humano-animales mediante la inserción de células madre humanas en embriones animales.

Parece espeluznante, ¿verdad? Lo es; pues con esta regulación normativa plenamente ideologizada con criterios de ideología de género y marxista cultural, “la vida” se filtra y modela como arcilla en laboratorios por parte de sucias manos con el objetivo de cosechar los peores experimentos sobre el futuro de la infancia que quiera llevar a cabo el Estado.

El proyecto de texto legal fue aprobado por la Asamblea Nacional hace unos días en una reunión donde acudieron 100 diputados de los 500 que componen el órgano y contó con 60 votos a favor y 37 en contra. Queda la segunda lectura por el Senado que se espera a finales de año.

¿La voluntad criminal de 60 tipos que han votado por esta ley arrastrará a toda una nación, y a Europa, a ser un erial todavía mayor de mortandad y ruindad moral de lo que es ahora? Muy posiblemente.

En un gesto que la honra, la Iglesia Católica francesa ha condenado esta ley. Monseñor Bernard Ginoux, Obispo de Montauban, ha afirmado: «Esta es la vía por la que las civilizaciones mueren y se aniquila el genio de los pueblos».

La actitud de lucha enconada de la Iglesia francesa contra la nueva ley, contrasta con la de la parsimonia y mansedumbre de los obispos españoles ante la lacra genocida abortista. En España, la Conferencia Episcopal Española sigue silente y enmudecida ante el asesinato anual, en España, de 150 mil vidas no natas, y el Cardenal Osoro, en vez de atacar este crimen masivo, manifestó en marzo de 2018 que tanto él, como la virgen, “apoyan la huelga feminista del 8 M” en la que se defendió, una vez más, el clásico “nosotras parimos, nosotras decidimos”.

¿Quiénes serán los máximos beneficiados por la “ infecundidad” de las mujeres europeas (en ascenso imparable) así como por la matanza sistemática de nuestros niños –aborto- que sólo nuestra civilización comete con semejante furia y agresividad? El Islam, cuya penetración en Europa para conquistar el continente se basa precisamente en el retroceso demográfico autóctono y en el progresivo aumento natalista de las musulmanas cuyo índice de fecundidad es el doble que el de la mujer europea.  En Europa ya hay más de 50 millones de musulmanes cuyo índice de natalidad es muy superior al de los europeos y especialmente a los españoles. Los musulmanes van a seguir creciendo progresivamente en las próximas décadas y en el año 2050 habrán igualado –si no superado- al número de cristianos de todo el mundo. Lo harán no sólo en Asia y África, áreas geográficas en las que concentran una importante mayoría sino que en el continente europeo doblarán su población pasando del 5% al 10%. Para el 2050, hay cálculos que indican que de un total de 707 millones de habitantes en Europa, algo más de 454 millones serán cristianos, casi 71 millones serán musulmanes y 162 agnósticos o ateos. Estudios como el del Pew Research Center sobre la evolución de la población en el mundo de 2015, lo indican diáfanamente pero otros, más recientes, son todavía más demoledores respecto a estas cifras. Cifras sobre el avance del islam que indican, como un hecho ineluctable, la invasión demográfica musulmana sobre Europa y el proceso de sustitución cultural irremediable. 

Los elevados índices de fecundidad de los musulmanes en nuestro continente se ven favorecidos por la benevolente política de beneficios sociales y subsidios, de la que se beneficia el 80 por cien de la población islámica que habita Europa en perjuicio de los estratos obreros autóctonos que en España ven como, por ejemplo, un inmigrante irregular venido en patera tiene derecho a adquirir una renta permanente superior a 400 euros y que puede llegar a 1000 llamada “Ingreso mínimo vital”. Este orondo subsidio complementa a otros (las “rentas de inserción”) existentes en las diferentes Comunidades Autónomas.

La invasión demográfica musulmana sobre Europa no es sólo motivada por el “efecto llamada” del Estado de bienestar, la sanidad o los subsidios. Obedece fundamentalmente a una motivación religiosa, teológica y existencial de un credo fundado en la revancha histórica y la guerra expansionista.

El presidente de Turquía, el islamista Erdogan, dijo a los musulmanes hace unos años: “Sois el futuro de Europa. Tened cinco hijos, no tres”. Ese mismo Erdogan, anhelante de conquistar Europa, amenazante contra la cristiandad, ha vuelto a recuperar para el Islam la “basílica de Santa Sofía” –templo que fue cristiano hasta 1453, en que cayó en manos otomanas tras un saqueo y genocidio mayúsculos-. La basílica cristiana fue convertida en mezquita durante cinco siglos y fueron cubiertos con cal sus maravillosos mosaicos. En 1935, el fin del culto musulmán había convertido Santa Sofía en museo. Recientemente, el Tribunal Supremo turco declaró que Santa Sofía pertenecía al Islam por “derecho de conquista”. El pasado 24 de julio se celebró allí, por primera vez en 89 años, el culto musulmán. Los mosaicos cristianos que quedaban fueron tapados. El pasado 11 de julio Erdogan declaró: “la resurrección de Santa Sofía como mezquita tiene valor para todo el mundo musulmán, de Bujara a Andalucia en España”

Erdogan no ha sido el único líder islamista de referencia en patrocinar el proceso expansionista y colonizador para destruir Europa y someterla. Otros también lo hicieron:

El expresidente de Argelia, Huari Bumedian dijo en un famoso discurso pronunciado en 1.974 ante la Asamblea de la ONU: «Un día, millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria”.

Después Ben Laden, repitiendo el discurso de Huari Bumedian sentenciará:
«Conquistaremos Europa con el vientre de nuestras mujeres».

También el iman Al Qadarawi, en 2.005 hará la siguiente declaración:
«El Islam volverá a Europa como conquistador victorioso tras ser expulsado de ella dos veces, una desde el sur, desde Al Ándalus, y la segunda desde el este, cuando llamó a las puertas de Atenas. Conquistando Europa, el mundo será del Islam». (el imam Al Qadarawi, parece que confunde Atenas con Viena).

Y el líder libio Muammar el Gadafi dirá posteriormente:
«Hay signos de que Alá garantizará la victoria islámica sobre Europa sin espadas, sin pistolas, sin conquistas. No necesitamos terroristas, no necesitamos suicidas, los más de 50 millones de musulmanes en Europa la convertirán en un continente musulmán en pocas décadas».

No puede decirse que estas proclamas, que estas “arengas” de conquista, hayan caído en el vacío. El panorama para la cristiandad europea es aciago.

Implementar legislaciones abortistas; soliviantar a la familia tradicional; animar a la destrucción del feto; e instaurar la cultura de la muerte está promoviendo que los foráneos que tienen claro el horizonte de sus intenciones expansionistas contra nuestro continente (cada vez menos cristiano y más ateo y materialista), estén ganando la batalla.

“Son sólo 50 millones de musulmanes contra 450 millones de no musulmanes en Europa y no ganarán”, pensará algún optimista antropológico. Se equivoca. 100.000 visigodos derrotaron a 5 millones de hispanorromanos en Hispania en el siglo V y tomaron la península. Tenían claro que eran minoría pero aprovecharon dos factores: la descomposición de su adversario, y su pertinaz y consistente ánimo de lucha. Y ganaron, siendo esta una victoria, por cierto, que construiría el primer Reino de España, y el primer Estado auténticamente español sellando ante la historia el surgimiento de la Nación española.

Pero a diferencia del gran bien que los visigodos hicieron para el desarrollo de la historia de España, en el caso que nos ocupa, que es la conquista islamista de Europa, ésta no será para un bien de futuro sino para una fatalidad irremediable.

Ante Estados europeos vaciados de proyecto histórico, relativistas, que han renunciado a la defensa de la civilización y la cultura, y que están preocupados por el lobby LGTB, la ideología de género o el cambio climático, los musulmanes ganarán todo el terreno deseado para imponerse.

La acción de la Iglesia de Bergoglio, desentendida de la lucha cultural, de la defensa del magisterio de los Padres y Santos de la Iglesia, desentendida de los Concilios de Toledo o Trento, y preocupada por reconocer al Islam como “religión de salvación” o al cambio climático, deja al descubierto la debilidad de una Europa cuyos pilares de identidad y sostén están rotos.

Sin una lucha cultural, política y social sin cuartel donde apostemos por nuestras raíces históricas, por la natalidad, por la familia, por los Estados nacionales y sus fronteras, y por la destrucción de la falacia de la “multiculturalidad”, no habrá nada que hacer a presente y a futuro.

De los partidos políticos globalistas de izquierdas o “derechas” vendidos al club Bilderberg, a las multinacionales del aborto y a George Soros, no esperemos nada más que traiciones y villanías criminales como las perpetradas por las leyes abortistas en Francia o en España.

De la sociedad civil disidente del pensamiento progre, deseosa de preservar su herencia, y de fuerzas patriotas partidarias del antiglobalismo y del social patriotismo, esperemos la lucha que nuestra milenaria civilización requiere para no perecer definitivamente.

Autor

Jose Miguel Pérez