Así de fácil deberia dirimirse el juicio en Zamora contra Cayetana Álvarez de Toledo. Con clarificadores argumentos que son los propios esgrimidos por Pablo Iglesias contra su padre. Él mismo hizo pública la militancia en un grupo terrorista, al margen de que el progenitor fuera mano ejecutora que asesinó a cinco policías, o la mano que repartió pasquines propagandísticos. Con orgullo de hijo, el antaño coletas presumía de padre que había pertenecido a la organización llamada FRAP, terrorista y asesina. De aquella confesión imprudente fue fácil deducir la ralea a la que pertenecía el cateto de la Complutense que en sus verborreas docentes- muchas clases de mediocre y aberrante docencia existen desde que los podemitas se multiplicaron por financiación de narcodictaduras-confundía a Einstein con Newton. Quiero decir que solo un ignorante integral es capaz de presumir públicamente de las miserias morales de un padre por muy arrepentido, si es que lo está, se manifieste para defender el honor ante los tribunales previa denuncia contra Cayetana Álvarez de Toledo. Que la Justicia siente en el banquillo a la gente por decir las verdades no es algo extraño en nuestro país que se dice democrático. Mi propia experiencia personal lo corrobora cuando tuve que defenderme durante años de un facineroso que usaba para delinquir a la propia Justicia, a sus lagunas y a la imperiosa necesidad de sacar los dineros del inocente para que la maquinaria de los despachos siga funcionando. Y puede ser que por esa arbitraria y amoral función del pecunio se admitan querellas y demandas, cuando no por sectarismo, a sabiendas de que las togas, lejos de la deseable imparcialidad, están manchadas de ideología con especial suciedad por parte de la siniestra. En esa tesitura infame fue demandada la diputada del Partido Popular quien se ha ratificado en el discurso, con una elemental coherencia de sentido común, para que el propio fiscal solicite la absolución.
Puede marchar con la cabeza bien alta quien dice verdad, a pesar de la estrategia de la mentira de quien denuncia por sacarle los trapos sucios que en una vida se pueden lavar. No hay nada más certero que el orgullo de un hijo cuando presume de un padre, tal y como hizo el exvicepresidente del desgobierno criminal sanchista cuando aseguró que su padre perteneció a una organización de la que el otro se avergüenza, o quizá, al margen de la rectificación en conciencia, porque no conviene que se revuelva el pasado que redunda en la radicalidad del podemita después de haber mamado una teta familiar de, como menos, dubitable dignidad.
Los 18.000 euros de indemnización, ya puestos a poner cualquier precio al honor, debería pagarlos el hijo de su padre por bocazas, al dejar en evidencia a un conjunto familiar, por decirlo suavemente, deplorable y patético.
Autor
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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