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Durante 26 capítulos de esta serie el fin perseguido era: Convencer a los lectores de la existencia de “El Poder Supremo sin rostro” Para que triunfe una idea el primer paso es siempre “darla a conocer”. Resulta imposible conseguir adeptos para lo ignorado. Esta primera norma es aún más importante si hay que navegar contra corriente. Más de uno, habrá encontrado largo y pesado el proceso, pero la experiencia me ha enseñado algo importante: aun la gente más inteligente tarda en digerir lo inusual. Son escasos los genios capaces de asimilan todo el alcance de un concepto nuevo a la primera. Por otra parte, los genios tampoco abundan, la mayoría somos gente del montón.
Sabemos también que un gran éxito de Satanás es haber conseguido que no se crea en su existencia. Importa poco o nada, que los Evangelios nos muestren y demuestren lo contrario; hoy, los “espíritus fuertes” –no encuentran digno de su inteligencia la existencia de los “ángeles caídos” pues, el orgullo humano, ha creado toda una serie de “verdades científicas” –así las han bautizado—según las cuales, solo es real lo que palpan nuestros “sentidos corporales”. Tal es su fe en su “fortaleza mental”. No voy a discutir aquí el grave problema que tienen, simplemente dejo constancia. Por el contrario no creen en la existencia de las “conspiraciones” y, menos aún en la “conspiración reina”, con dos mil años de existencia.
Cierro aquí, la primera parte de la serie, — esa invitación a creer en la existencia del Poder Supremo sin rostro—y entro en lo fundamental: la forma cómo controla el mundo.
Si queremos frenar y “empezar a desbaratar” su dictadura mundial –que hoy va por una autopista y sin obstáculos— debemos conocer su modo de actuar y cambiar nuestra actitud totalmente pasiva.
Durante los mil seiscientos años que siguieron al Edicto de Constantino, la Sinagoga de Satanás tuvo en la Iglesia católica al mismo tiempo, un “objetivo” a destruir y un “gran obstáculo” que la frenaba. Fue San Agustín el primero en abrirnos los ojos sobre sobre el enfrenamiento entre las “dos Ciudades”. En esos dieciséis siglos, el balance fue favorable a la Civitas Dei., aunque en los últimos seiscientos años la dirección del viento fue virando de sentido y se mezclaron ya las victorias y las derrotas. A partir del siglo XVIII todo empeoró para la Ciudad de Dios y el siglo XX resultó el más nefasto desde el nacimiento de la Iglesia y, también para su Obra, la Cristiandad.
Tiene su lógica pues el Poder Supremo sin rostro alcanzó en ese periodo su “máximo poder”, desde hace ochenta años, gracias a la Victoria firmada en mayo de 1945 por las naciones aliadas la Iglesia vive cada vez más postrada. Europa no supo ver que con esa victoria firmaba la liquidación de su “hegemonía mundial”: que la Sinagoga de Satanás regalaba a los Estados Unidos. Por otra parte la “bimilenaria organización sionista” había coronado su perfecta organización mundial, aprovechando la “relación y el roce mundial con las naciones aliadas. A partir de esa Victoria costó muy poco conectar entre sí, todos sus mini centros de gobierno mundial.
Los grandes papas del siglo XIX y mitad del XX, –desde Pío VII a Pío XII– intentaron evitar el triunfo de los peores enemigos del Catolicismo: (Modernismo, Liberalismo Capitalista y Marxismo) pero ya los traidores podían bloquear, desde dentro, las medidas dictadas para impedir la difusión del Modernismo, lo que, por otra parte prueba que la Sinagoga estaba ya dentro de la Iglesia desde finales del siglo XVIII. Los últimos setenta y cinco años han sido el “agosto” satánico del Poder Supremo sin rostro –su “cosechón”,– pues han conseguido poner la Obra de Cristo en manos del Modernismo que rige los destinos de Roma y ha dejado a España en estertores de la agonía: el “doble triunfo más ansiado” por él.
La mayor dificultad con la que me he topado a la hora de convencer a mis interlocutores sobre la existencia de la “Sinagoga de Satanás” –o “Poder Supremo sin rostro”– es su modo de trabajar, ¡tan inteligente y e invisible! que parece no existir. Han conseguido poner nombre distinto a todo lo que tocan y ni siquiera sus agentes más activos parecen trabajar para ellos. Es más ¿quién se entera de que lo hacen? Han logrado la perfección del disimulo. Es más, la mayoría de los que trabajan para ellos ignoran que lo hacen. Peor aún, tenemos gente de la mejor voluntad, que siente la Fe y la Hispanidad, pero que sin enterarse están trabajando para quienes ellos quieren combatir.
¿Es esto posible? No sólo lo es sino que podemos verlo realizado. El secreto está en que no todas sus consignas llegan como tales, sino que tienen tal dominio de la sociedad y de sus estructuras, que ponen en circulación consignas que la gente admite como “cosas lógicas”, cuando son iniciativas perfectamente calculadas para unos efectos invisibles a primera vista. Es alucinante verlos trabajar. Comprendes por qué ganan las batallas. A veces me he considerado una “masoquista” por seguir analizándoles… Cuando los comparamos con nosotros vemos que somos unos pardillos. Mi gran pena es que dejaré este mundo sin haber conseguido convencer a muestra gente que las batallas las gana más la inteligencia que las armas, que, en un tren, lo absolutamente necesario es la “máquina”, no los vagones; que sin una perfecta organización, seremos siempre derrotados, porque Dios no tiene por misión hacer milagros. Nos decía mi mejor maestro: “No olvidéis que ‘Dios deja las cosas hacerse’…”. Si no hay “un responsable” de que las cosas funcionen, nada se mueve….”
Por eso pregunto; ¿Quién se preocupa de la defensa de España? — ¡Nadie! (Ni el Rey, ni el Gobierno, ni las Instituciones…)
¿Quién se preocupa de aniquilarla? –¡La Sinagoga de Satanás (Soros- Gates) y sus colaboradores: vascos, catalanes, podemos! ¡La victoria es de ellos!
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.