20/09/2024 13:22
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Creo que alguna vez he hablado de la distinción entre Nación y Estado. España es la Nación y la Nación toma forma en el Estado. El Estado es el aparato, el soporte de la Nación y el que mediante los tres poderes: el Parlamento, el Gobierno y el Poder Judicial debiera garantizar leyes, bienestar y justicia a los ciudadanos.

 

La Nación es la historia, la tradición, la esencia de lo nuestro que nos distingue como pueblo, aunque este pueblo esté compuesto por regiones, como en infinidad de paises. España no es una nación de naciones, como asertó un majadero, ni ese bodrio, puro invento, llamado nacionalidades, autonomías incluidas. La nación es lo permanente, lo común, lo esencial. El Estado, la forma, lo cambiante.

 

Lo normal es que los ciudadanos educados en eso que se llama ciudadanía, que aquí el consenso progre ha convertido en ideología del consenso progre, aprendan a amar a su nación y no tengan el menor problema en proclamarlo respetando la bandera nacional, el himno nacional y defendiéndola frente a cualquier agresión.

 

Otra cosa es el estado, del que cada cual puede tener su opinión: unos prefieren el orden monárquico, otros el republicano. Unos, gobiernos conservadores, otros de izquierdas. Y así. Todo esto se dirime en el correspondiente juego democrático.

PERO, ¿DÓNDE ESTÁ EL ESTADO?

 

Hace tiempo que el Estado español está desaparecido en muchas partes de nuestro territorio y de nuestras actividades.

 

El Estado está ausente cuando en determinados territorios, ayuntamientos de Cataluña, Vascongadas, Baleares y otros, no ondea la bandera nacional junto con las autonómicas y locales.

 

El Estado está ausente cuando se permite que ante el Jefe del Estado, sea Rey o no lo fuese, se permite y él mismo permite, que se pite y abronque al himno nacional y a su persona.

 

El Estado está desaparecido cuando en salas y salones de instituciones de comunidades y ayuntamientos se elimina o tapa el retrato o el busto del anterior y/o del actual Jefe del Estado.

 

El Estado está desaparecido cuando se declara al Jefe del Estado por un parlamento autonómico o ayuntamiento persona non grata y se le desposee de atributos de nobleza conferidos por ley.

 

El Estado está desaparecido cuando se incumplen y vulneran, con alevosía, o sin ella, las leyes del orden constitucional y de la jurisdicción normal, sin que el gobierno se ocupe de entregar a la justicia a quienes las infringen, sean autoridades, o no.

 

El Estado está desaparecido cuando un niño no puede ser instruido en español, que es la lengua oficial, junto con otras cooficiales, del Estado.

 

El Estado está ausente cuando cualquier comerciante no puede rotular su empresa én español y sí en cualquier otro idioma extranjero.

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El Estado está ausente cuando la inspección educativa no vigila en determinados territorios nacionales acerca de si la naturaleza y contenidos de los programas educativos se adecuan al rigor histórico y docente.

 

El estado está desaparecido cuando no se castiga la educación en el odio hacia España a los alumnos por parte de las escuelas y centros docentes de determinadas regiones del Estado.

 

El Estado está desaparecido cuando el presidente de la Generalidad dice que no van a respetar y cumplir las sentencias de los tribunales y se pavonea de la llamada «desconexión» de España, sin que las autoridades ejerzan la ley.

 

El Estado está desaparecido cuando se tolera despilfarrar en menesteres impropios, tales como pretendidas embajadas, televisiones rebeldes, y numerosos gastos para financiar los secesionismos regionales, dejando de atender necesidades imperiosas de los ciudadanos.

 

El Estado está desaparecido cuando en el Parlamento un diputado rompe y rasga la Constitución Española ante la pasividad del presidente y el resto de los diputados.

 

El Estado está desaparecido cuando la alcaldesa de una gran ciudad se dirige con manifiesta displicencia a dos jefes de las Fuerzas Armadas, responsables en ese momento del stand del Ejército en un evento organizado por el ayuntamiento de esa localidad, porque la susodicha alcaldesa no ve con buenos ojos la presencia de las FFAA en el evento institucional.

 

El Estado está desaparecido cuando el hecho anterior no merece protesta y recriminación alguna por parte del ministro de Defensa y el Presidente del Gobierno.

El Estado está desaparecido cuando el Parlamento regional de Cataluña y la Generalidad organizan y llevan a efecto de manera reiterativa medidas manifiestamente ilegales, ante la pasividad del gobierno de la nación y la Fiscalía.

 

El Estado está desaparecido cuando la Fiscalía, órgano de obediencia gubernamental, no ha actuado de oficio en prácticamente ninguno de los casos mencionados, a pesar de tener «como misión promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley, de oficio o a petición de los interesados, así como velar por la independencia de los Tribunales y procurar ante éstos la satisfacción del interés social», según el artº 124 de la Constitución.

 

El Estado está desaparecido cuando el gobierno se esconde tras el Tribunal Constitucional como si de un órgano jurisdiccional se tratase, cuando no lo es y no está entre sus competencias la de enjuiciar conductas delictivas, cuya competencia corresponde denunciar al Gobierno y ejercitar a la fiscalía, al amparo, sencilla y llanamente, del Código Penal.

 

Y así podríamos seguir en una larga lista de dejación de funciones por parte del gobierno del estado y de usurpación de las mismas por nacionalistas e independentistas. Un gobierno que puede haber incurrido en delitos de manifiesta prevaricación y dejación de funciones, como poco.

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Y QUÉ DECIR DE LA NACIÓN

 

Pero, si desaparecido está el Estado en muchos territorios y facetas de la vida nacional, mucho más desaparecida está también la Nación Española, a la que ya casi nadie se refiere y nombra por decisión de la cultureta izquierdista que se nos impone y que tanto el PP como Cs han asumido con absoluta normalidad en el llamado consenso.

La formación política de los españoles es prácticamente inexistente. Y no cabe echar la culpa de ello al lejano franquismo, desaparecido bastante antes de la muerte de Franco pero, en cualquier caso a 45 años vista de su muerte.

Otro tanto les ocurre a los políticos que tampoco tienen en su diccionario de uso parlamentario esta palabra Nación, origen de todos los poderes políticos: estatal, autonómicos y locales.

 

Triste balance éste de lo poco que hemos avanzado en materia de claridad y democratización política, a pesar de que ahora ocupen el parlamento licenciados en Ciencia Política como nunca en la historia.

 

No han bastado 550 años, en que de forma consciente se ha configurado España como Nación y Estado y mucho más recientemente hace 208, para que los ciudadanos y nuestros gobernantes hayamos aprendido el abc de la política, la convivencia y los valores de lo público. No digamos ya si hablamos de la primera nación nacida de aquella Hispania romana y luego Visigoda y cristiana.

 

Naciones y estados de configuración mucho más reciente nos dan sopas con onda en el respeto con que tratan, defienden y aman a su estado y su nación. Aquí, como dijo el primer ministro prusiano Otto Von Bismarck al embajador español con motivo de la visita de éste: – España -le dijo al funcionario llegado de Madrid-, es una gran nación… Yo la admiro profundamente, conozco la historia de la creación de su imperio y creo que resulta indestructible…

 

-¿Por qué?, preguntó el embajador.

-Porque ni siquiera ustedes los españoles son capaces de destruir su nación…

Que me perdone Bismarck, pero 150 años más tarde yo no lo tengo nada claro.

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REDACCIÓN