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Eso de dejar la política, renunciar a su aforamiento y retomar su despacho de abogado, sin duda es una decisión que le honra y restaura su imagen, la que siempre tuvo de hombre honrado, cabal y justo.
Serrano es un hombre de leyes, de ideas claras, con fundamento, y de moral recta. Un personaje de esta talla poco pinta en el mundo de la política y mucho menos en el mundo de la empresa.
No pretendo defender a Serrano de nada ni de nadie, porque de nada es culpable, sólo me mueve dedicarle unas palabras en este día que hace público su abandono de la política.
Bien recuerdo los exabruptos a pleno grito de indignación incontenible de un tal Juan Mari, una mañana en un local del centro de Sevilla: ¡Joder, todo el que se arrima a Serrano es para engañalo o robarle!
¡Qué frase más perfecta, tan exacta, tan directa y concisa!
Francisco Serrano entró en política con la creencia de poder erosionar la Industria de Género, ese feminismo descarado e impune made in psoe que hace leyes fraudulentas a favor de las mujeres a cambio de su voto y regalías varias, pero pronto se encontró de frente no sólo al PSOE, sino a su mismo partido, VOX, que temeroso de hablar alto y claro fue llamándole la atención a cada verdad que decía Serrano en contra de ese feminismo subvencionado que destruye la familia y aboca a los varones al suicidio. VOX fue entrando por el aro del PSOE y adaptándose a ese fraude que llaman feminismo, acallando a un mismo tiempo la voz de ese Juez que habían metido a político, dado su prestigio social y profesional, como su gran tirón electoral. De seguido llegarían las puñaladas de los diputados que se sentaban junto a él en el Parlamento Andaluz, el que fuera cortijo de los señoritos y niñatas del PSOE, deslumbrados unos y otros todos por el brillo del Juez, convertidas las vidas de tales compañeros de VOX en una amarga existencia de envidias crecientes hacia la figura del Juez hasta silenciarlo, ningunearlo, arrebatarle su despacho, zancadillearlo día a día, ese era el calmante que empleaban los de VOX para calmar su insustancialidad y su trasparencia frente a la opacidad de Serrano, una personalidad apabullante. Sea como fuere, este mundo barriobajero de los políticos andaluces de VOX era y es un terreno absolutamente desconocido para un Juez que, como Serrano, no había salido de las cuatro paredes bien de su despacho bien de la sala de juicios.
Francisco Serrano, como cualquier particular, probó entrar en el mundo empresarial: hay quien compra un pisito, otros abren un plan de pensiones, hay quien invierte en bolsa…Francisco cayó en manos de los profetas de una inversión segura, rentable y legal cien por cien, gente ducha en ese mundo tan especializado y profesionalizado de subvenciones, préstamos y demás chucherías, una dimensión ciertamente alejada de la onda que cursa Serrano. Pero dejemos esto aquí, porque nada hay que objetar a las inversiones de un particular, eso pertenece a la privacidad. Sea como fuere, el mundo empresarial era y es un terreno absolutamente desconocido para un Juez que, como Serrano, no había salido de las cuatro paredes bien de su despacho bien de la sala de juicios.
El mundo de Francisco Serrano, y afortunadamente ahora acaba de darse cuenta, no es ni el de la baja política, esa de puñaladas traperas y ambiciones de carajotes, ni el turbio mundo del que juega con el dinero ajeno ganado con su sudor y además pone como aval el prestigio de otra persona, quitándose él de en medio. El mundo de Serrano es su incansable lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, su papeleo en su despacho de juez, su familia y amigos, que amigos le sobran.
Serrano bien conoce el mundo de la justicia, las leyes civiles y penales, el día a día en los juzgados, sus aplaudidas conferencias sobre el rancio feminismo español, el valor de la familia, los derechos arrebatados a los hombres, el valor social de la custodia compartida…pero no me metan a este crack a político, porque Serrano hace lo que dice…tampoco me metan a este coloso a empresario, porque un ratero le contará “El cuento de la lechera” y Serrano, con su carita de bonachón grandullón se lo creerá, porque aún conserva en su madurez esa inocencia propia de los nobles de corazón.
Enhorabuena, Señoría, por regresar a su verdadero mundo y volver a empuñar el estandarte de la igualdad. Tras de usted, ¡mire, mire!, somos muchos los que seguimos su pasos. No pare ahora, por favor.
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