24/11/2024 05:23
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Perdida absolutamente la noción de la Navidad, las actuaciones grotescas de las instituciones comienzan a florecer en este periodo cada año más pronto que el anterior. Todavía era octubre y los ayuntamientos de las localidades sacaron sus armas comerciales a la calle con la excusa de tan entrañables fiestas. Ya están en camino, a falta de casi dos meses, las luces, los espumillones y los árboles. Lógicamente, la Navidad es el pretexto en una fecha reducida al puro comercio, porque los símbolos cristianos brillan por su ausencia.

Rondar las principales calles de las ciudades más representativas de España invita a mirar el alumbrado. Un ejemplo que puede calificarse de paradigmático es el de Zaragoza. En la capital aragonesa, la calle Alfonso I, aquella que lleva a la plaza del Pilar, años atrás ha aparecido llena de luces que cambian de color, hiladas entre sí desde el principio hasta el final. Por supuesto, nunca hay rastro de un símbolo verdaderamente navideño y tampoco se espera que este año salte la sorpresa. Las luces son más propias del pagano carnaval.

Al llegar a la plaza del Pilar, impactante por ese primer templo mariano edificado en honor a la Virgen; inmejorable joya arquitectónica y, sobre todo, devota, uno aprecia el tradicional Belén, único sello cristiano del entorno. Gracias a Dios, todavía se mantiene, pero poco hay que moverse para encontrarse con un rocambolesco espectáculo de auroras boreales y luces en movimiento. Así lleva siendo un tiempo y así apunta a que sucederá.

Quizá lo más indignante hace un año fue ver cómo, en la misma Zaragoza o en Granada, unas cruces invertidas iluminaban calles céntricas. De forma descarada, sin ningún disimulo. Incluso, la prensa del sistema y sus mamporreros se atrevían a negarlo, cuando solo había que levantar la cabeza para observar la evidencia. Las cruces a la inversa se acomodaban en las calles sin pudor alguno, implicando más símbolos explícitamente anticristianos que devotos. Bueno es destacar también la reacción de una ciudadanía que, al menos, hizo ruido; ahora se verá si ha logrado evitar más agravios a la Santa Cruz.

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En definitiva, las mal llamadas luces de Navidad, para oprobio de los verdaderos cristianos, son un puñado de bombillas que cumplen la función de animar a comprar a las masas borregas. Que si Papa Noel, que si los Reyes, que si los amigos invisibles… siempre hay que regalar y nunca puede hacerse con una función didáctica en fechas tan señaladas. Ah, y si queremos evitar berrinches y malas caras, que los regalos sean más que el año anterior y más caros. Volumen y calidad para tener entretenidos a pequeños y mayores. Y que no piensen mucho el porqué de celebrar Navidad y Reyes Magos.

Sin embargo, siempre quedaran algunos que celebren Navidad como Dios manda. Que sean conscientes de que se acerca el primer domingo de Adviento con la mentalidad de prepararse lo mejor posible para el Nacimiento del Salvador. Ellos celebrarán Navidad con sus familias y, el día de Reyes, alegrarán con caridad cristiana a sus pequeños. Pero siempre con la vista puesta a lo que realmente se celebra, con un sentido único, que es a la vez el único que se puede tener. Esos son los que no necesitan las luces de comercialidad, aunque, seguramente, tendrán un Belén y sus hogares quedarán resplandecientes.

Autor

Luis Maria Palomar
Luis Maria Palomar
Joven periodista zaragozano nacido en 1996 y profesional desde 2019.

Defensor de lo bueno, lo bello y lo justo; de Dios y de la auténtica España.

Solo la verdad puede hacer libre a la persona, y para ello escribo.

No te preocupes por el mañana, que mañana seguirá reinando Dios.