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Se ha escrito, con fundamento, que aquellos jóvenes patriotas, vehementes, apasionados intelectualmente y con vocación de mártires, que se reunieron en torno a La Conquista del Estado, a las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, a las JONS y a Falange Española, eran los «nietos del 98». La Derrota del 98 trajo consigo el Pesimismo hispano, que penetró en muchos sectores de nuestra Nación. Pero, también despertó el Genio de la Raza. Ese Genio que nos había llevado a construir un Imperio, en el que no se ponía el Sol. Intelectuales y soldados de una Idea como Ramiro Ledesma, Onésimo Redondo, Jose Antonio Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda y otros, llamaron a filas a las Juventudes de España, porque Ésta ha de cumplir su misión histórica, su Unidad de destino en lo Universal.
La II República fue el campo de batalla de las Ideas y de los militantes. Y, cuando el Frente Popular conducía a la Nación Española al yugo comunista, otro Yugo -el de Isabel y Fernando- le salió al encuentro.
Del 12 al 18 de Julio de 1936 -del Juramento del Llano Amarillo al viaje del Dragon Rapide-, se suceden los acontecimientos: España se niega a morir. Es el Alzamiento Nacional. Pueblo y Ejército: Milicias de Falange, Requeté y Ejército de África. La Cruzada de Liberación Nacional. Y la Victoria.
De la Cruzada Nacional, nace el Nuevo Estado, el Estado Hispánico, Totalitario porque ha de unir todas las energías del Pueblo Español para que España vuelva a ser Una, Grande y Libre.
La Cruzada otorga al Nuevo Estado la legitimidad de origen, la suprema legitimidad, la que nace de la Guerra por la Cruz. La acción política da a ese Nuevo Estado la legitimidad de ejercicio.
Ambas legitimidades, de origen y de ejercicio, quebraron con la Ley de Reforma Política. Todo cuanto acontece a partir de ella es tiranía. La misión de los patriotas es, por tanto, derrocar el Régimen Borbónico y reinstaurar el Estado Hispánico.

Autor

REDACCIÓN