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Domingo 18 de julio de 2021. La Televisión Nacional de Chile (TVN), la cadena pública de televisión del País Trasandino, transmite en directo las primarias para elegir a los candidatos con vistas a las elecciones presidenciales del próximo 21 de noviembre. En el sector de la izquierda la disputa es entre el diputado Gabriel Boric y el alcalde comunista Daniel Jadue. En la derecha la opción es entre el abogado Sebastián Sichel y el economista Joaquín Lavín. Finalmente, Boric y Sichel son los elegidos por sus votantes.
En este caso, lo que nos ha llamado la atención de las primarias chilenas no ha sido su resultado, la derivada política, o el futuro que les espera a partir del nuevo gobierno, sino la cobertura mediática de la televisión estatal sobre el asunto. Para ello nos remitimos a la descripción de las imágenes televisadas al minuto y que han podido verse en España gracias a las plataformas de pago:
1. En el margen superior derecho de la pantalla se aprecia el logo de la cadena y debajo el reloj que marca la hora local. Al pie de la imagen, los títulos que van actualizándose a medida que cambia el contenido informativo, y debajo de los mismos, moviéndose de derecha a izquierda y de manera alternada, la información acerca de las elecciones y de la situación pandémica. Entre los números de los electores según la región o el departamento, se pasa a los números de infectados, ingresados, muertos y vacunados a nivel nacional.
2. En la mesa del plató observamos al director y a cinco colaboradores que analizan el desarrollo de las primarias, conectando con diferentes reporteros en directo que se alternan con los tertulianos y sus opiniones. Lo más sorprendente es que en la mesa, todos, director y tertulianos, van con sus correspondientes mascarillas quirúrgicas, distancia de seguridad y separados cada uno de ellos por mamparas transparentes de metacrilato. Es de notar también el tamaño de las mascarillas llevadas sobre el rostro de los presentes. Sus dimensiones son desproporcionadas, prácticamente nunca vistas con anterioridad.
Según lo visto y descrito, podemos afirmar que estamos ante un ejemplo exagerado y una puesta en escena absurda y obscena del avance de la biopolítica, mediatizada por los medios de comunicación de masas. Chile también es un laboratorio de suma importancia para la ingeniería social desplegada globalmente. El ejemplo de la transmisión de la TV de Chile es una muestra de la perdida de sentido y desconexión con la realidad y del terror implantado mediante la inoculación de una narrativa ininterrumpida y obsesiva acerca del covid-19, en connivencia del poder público con el privado, y en sintonía con el pensamiento único de lo políticamente correcto.
Lo que estremece realmente es la naturalidad con la que se acepta y se asimilan los mensajes orales, escritos y visuales de los medios por parte de los comunicadores que, a fin de cuenta, son aceptados por los receptores. Ya no es cuestión de virus sí o virus no, pangolín o virus de laboratorio, pandemia o plandemia, mascarilla sí o no, vacunas o antivacunas, negacionistas o covidianos, y podríamos seguir con otras etiquetas y posicionamientos, sino de cómo han conseguido enfrentar a millones de personas comunes, gente de a pie, vecinos, amigos, parientes o familiares íntimos, que se encuentran de un lado u otro de esta nueva y forzada frontera material y espiritual que han levantado.
En una entrada del directo se observa la imagen de un colegio, con cámara fija y en altura, donde se ve el patio, las aulas, pasillos y escaleras, como un ejemplo panóptico que podría confundirse literalmente con el de una cárcel. Esa imagen es simbólica y a su vez metafórica, un ejemplo elocuente del momento que estamos viviendo y hacia donde pretenden llevar a la sociedad occidental. Es la aceptación de la prisión del miedo y la sumisión silenciosa, de la seguridad de los barrotes mentales que “aseguran” la supervivencia -al precio que sea- en consonancia con la sagrada resiliencia.
La salud física, selectiva solamente con el virus chino, a cambio de la libertad, es el modelo de transacción social vigente. La obediencia acrítica de las masas que empezaron perdiendo la humanidad entregando el espíritu frente a la pantalla del televisor, es el pasaporte para vivir dentro del único parámetro posible de los objetivos para el desarrollo sostenible o los nuevos mandamientos globalitarios del régimen terapéutico mundial.
Como dice Adrián, un querido músico amigo mío, aún no está todo perdido. Y citando a Enrique Bunbury agrega:
No sé distinguir entre besos y raíces
No sé distinguir lo complicado de lo simple
Y ahora estás en mi lista de promesas a olvidar
Todo arde si le aplicas la chispa adecuada
La chispa adecuada es lo que mi amigo y otros millones, esperan confiados. Que así sea.
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