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Está muy claro que yo no soy aquel Bécquer que escribió muchas de sus rimas y sus leyendas “Desde mi celda”, en el Monasterio de Veruela, en el Moncayo… pero casi lo mismo, porque entre dolores, lecturas y letras paso mis días en esta “celda” a la que me han traído mis viejos y castigados pulmones, una caída en seco que me ha astillado tres costillas y el virus que nos ha cambiado a todos.

Hoy, ya no estoy en la habitación de la Cruz Roja, mi hospital preferido, pero tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando…. Porque mis horizontes son los mismos: por un ventanal veo los árboles que me impiden ver la calle y por otro una enorme pared blanca como la nieve (en este caso sin crucifijos).

Y con mis secretarias ocasionales y amigas Belén Rocío Bernete y Pilar Redondo he podido leer cosas olvidadas de mi pasado, que ustedes podrán leer aparte en este mismo independiente y valiente “Correo de España” y con el beneplácito de sus Directores Eduardo García Serrano y Álvaro Romero Ferreiro.

En primer lugar el famoso artículo que escribió José Antonio Primo de Rivera cuando las elecciones generales de 1933 con el título de “La victoria sin alas”, dedicado al engañoso triunfo de la Derecha española, que, ayer como hoy, solo se preocupaba de contar los votos, sin darse cuenta que a espaldas de las urnas le estaban robando la cartera y transformando la República burguesa en una República comunista.

Dos, “Mi cortijo es mi cortijo”. Un articulito que escribí hace años y que siempre me recuerda lo que fue la guerra, aunque yo no la viviera, contada por mi padre y mis tíos y sus amigos. Mi pueblo de Nueva Carteya, Córdoba, vivió una situación muy curiosa, ya que al quedar entre Cabra, que quedó desde primer momento de parte de los nacionales, y de Castro del Río, en poder de los comunistas, puesto que según le visitaban unos u otros tenían que cambiar de chaqueta dos veces al día. Por la mañana llegaban los de Cabra y tenían que hacerse nacionales, y por la tarde llegaban los de Castro y tenían que hacerse comunistas. Mi madre nos contaba aquella peripecia con gracejo, ya que su gracia tenía si no fuese por la tragedia que escondía. Tenían que tener a mano la bandera rojo y gualda de la España nacional, un crucifijo y cuadro de vírgenes y en otro lugar una bandera republicana, una foto de Lenin y Stalin y un retrato grande de Azaña. Por eso yo escribí una obra de teatro que titulé “Las fronteras somos nosotros”.

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Señores el “globo” Casado se está desinflando a marchas forzadas, porque las últimas encuestas están demostrando que la gran victoria de Isabel Díaz Ayuso del 4-M en Madrid no fue una victoria del PP lo fue de una mujer que en pocos días salió de entre la masa política y se transformó en una lideresa de primera magnitud… lo que Casado y su fullero compravotos de Murcia no saben ya qué hacer para frenar a doña Isabel. Pero la realidad está imponiéndose y antes o después don Casado y don Teo tendrán que dejarles el liderato a la señora Ayuso y a su asesor, el valioso, valiosísimo, que vino del mar (don Miguel Ángel Rodríguez)

Lean estos artículos en otras páginas del “El Correo de España”.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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