24/11/2024 01:07
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Esta es la afirmación que sostuve en un reciente Seminario celebrado en Valencia sobre: »Magisterio, Doctrina Social de la Iglesia y Militancia Política» al que tuve el honor de asistir como Teólogo, Redactor de El Correo de España y Presidente del Movimiento Político Oficio Hispánico. 
En un primer momento consideré cómo el Papa Pío XI, en su Encíclica Mit brennender sorge, jamás condenó el NacionalSocialismo y tampoco al Fascismo, al que la Santa Sede, en la persona del Il Duce, Mussolini, tuvo que agradecer la materialización de los Acuerdos de Letrán, y con ellos la existencia del Estado Vaticano tras la destrucción de los Estados Pontificios a manos del masón Garibaldi, cuyo nombre identifica una de las principales logias del Rito Escocés Antiguo y Aceptado de Italia; sí condenó determinadas acciones políticas y aspectos doctrinales. 
Tras considerar este aspecto del Magisterio Papal (Encíclica Mit) analicé cómo, según las mismas fuentes y autores NS, su Doctrina Política (a pesar de tener elementos paganos propios de la religiosidad y cultura precristiana y prerromana de Deutschland) se fundamenta en la Religión del Sacro Imperio Romano Germano, es decir, la de la Iglesia Católica y de Roma. 
En un tercer aspecto, a propuesta de los asistentes, expertos en Comunicación y Teoría Política, analizamos la vida diaria de la Iglesia, con sus obispos, sacerdotes, religiosos y laicos desde el año 30 hasta el final de la IIGM comparándola con el Programa Político del NSDAP y de otras organizaciones dentro del III Reich, incluso las más »paganas» como las SS. También lo analizamos respecto al fascismo, al comunismo (estableciendo la diferencia con el bolchevismo y con el materialismo marxista) y al anarquismo. 
Determinados sujetos taimados, con el fin de desprestigiar no sólo la Doctrina NS, la Fascista, Comunista y Anarquista, sino también a sus militantes han llegado a afirmar que consideramos al Papa Pío XI ignorante.
Haciendo un análisis 
comparativo entre las Enciclicas Mit brennender sorge y Divini Redemptoris afirmamos que
el Papa Pío XI no condenó al NS sino que denunció ciertos hechos particulares, relativos al materialismo marxista y al paganismo o Idolatría del Partido-Pueblo y Partido-Estado; así como la Idolatría de la persona »individuo» como ocurre en el caso del anarquismo. 
La primera Encíclica (Mit brennender sorge) apunta a una situación de hecho general, pero sólo condenando determinadas circunstancias. 
Sobre su parte doctrinaria, los errores teológicos refutados en la Encíclica son señalados en 
el documento pontificio con un valor universal magisterial, pero no condenatorio o punitivo.
La doctrina de la Encíclica, que no condena al NS en bloque tampoco lo hace con el Comunismo, sino con la herejía gnóstica-materialista que desprecia el espíritu e idolatra la materia Estado, Partido, Raza, Individuo y olvida al Dios Verdadero, Jesucristo. 
Sin duda alguna, las dos encíclicas (Mit y Divinis) condenan el ateísmo y el paganismo. 
En cuanto filosofías políticas no tienen condena per se sino exclusivamente cuando pretenden anular o suplantar la Verdad de Cristo, de Su Iglesia y del Magisterio.
Determinada retórica neo-pagana o atea cruza la apariencia del NS y del Comunismo y pueden alejar de los valores católicos, pero es definitivamente la práctica de oposición a Cristo y Su Iglesia,  las expresiones falsas las que nos apartan.
Los rastros de cristianismo en el NS y en el Comunismo van más allá del «cristianismo positivo» o de la Teología de la Liberación pues están en sus raíces Magisteriales y en la Doctrina Social de la Iglesia. 
En los XXV Puntos del Programa del NSDAP, se afirma:
»El Partido defiende el cristianismo positivo, mas no se compromete, en materia de credo, con ninguna confesión en 
particular. 
Combate el materialismo judío infiltrado entre nosotros y está convencido de que nuestra Nación no logrará la salud permanente sino dentro 
de sí misma y gracias a la aplicación del principio: 
El interés común antes que el propio».
¿Qué fue ese «cristianismo positivo»? ¿Tuvo algo que ver con el catolicismo?
¿Era coherente la Doctrina Católica con ese «cristianismo positivo» al que apelaron los NS ?
Si buscamos la respuesta en un neo-pagano como Julius Evola o en Ernesto Milá y Miguel Serrano creeremos que el catolicismo debería obedecer al NSDAP y que los representantes de las iglesias debían obedecer a los diversos führer. Nada más alejado de la realidad:
El cristianismo positivo no es más que la Iglesia al servicio del Pueblo y de la Verdad, es decir, su papel, y no al servicio de la Finanza o del Pecado.
Cornelio Zelea Codreanu, líder de la Guardia de Hierro Rumana o Legión de San Miguel, señaló que en el Fascismo el principio que da forma, como idea política 
formativa, es el Estado, y éste tiene la primacía; es la herencia de Roma como potencia organizadora bajo la Fe de Jesucristo y Su Iglesia.
En el NS se daba un particular relieve a la fuerza vital del pueblo o fuerza de trabajo: de aquí el papel que en él mismo tenía la raza, la sangre y a la comunidad nacional racial. 
El problema viene en deificar estos elementos o en absolutizarlos por encima del Espíritu o de la Verdadera Raza que está tras el Bautismo por Jesucristo en Su Iglesia.
La Guardia de Hierro fascista rumana tenía claro que el elemento 
espiritual es clave y desde él debía partirse.
Por «espíritu» Codreanu comprendía aquello que tenía referencia también con los valores propiamente religiosos y 
ascéticos cristianos. 
A este principio racial, tan claro en el NS, se refirió el episcopado católico alemán, en su reunión sinodal en Fulda, poco después del ascenso de Hitler 
al poder:
»Sólo la afirmación exclusiva y absoluta de los principios de la sangre y de la raza conduce a injusticias que hieren gravemente la conciencia cristiana».
El episcopado alemán señaló dos peligros: 
Por un lado, que se absorbieran, dentro de la 
estructura del NSDAP, las instituciones Católicas, haciéndolas
serviles a sus intereses ideológicos políticos hegemónicos (algo tan viejo como el cesaropapismo o sustituir el papel de obispos por laicos) y 
por el otro, que se
creara una «Iglesia del Reich» acorde con las teorías de los protestantes prusianos que deseaban un cristianismo unificado para los arios, es decir, una »Iglesia Nacional».
Este cristianismo unificado no tendría su centro en Cristo.
No, no lo tendría sin duda, sino en el Partido Nacional Socialista y no 
sería el Vicario de Cristo, el Papa sino el Führer; hecho muy grave sin duda. ¡ Una gran herejía y apostasía !.
Las instituciones, especialmente las educativas, quedaron unidas al NSDAP, como era deseado y obvio, pero  la organización del Deutsche Christen no era ningún reemplazo eclesial.
Es cierto que para algunos criptojudíos como Alfred Rosenberg, el cristianismo tradicional había sido 
«negativo»: 
el nacimiento virginal de María, el sufrimiento, el pecado, el sacrificio de la cruz… Todo había sido negativo.
Esto es puro Protestantismo Judaico, pero no la raíz del NS que es Roma y la Cruz.
Es cierto que determinados elementos como Rosenberg mostraban a Cristo como no judío (teoría talmúdica y  cabalista) sino como un Ario libre de cualesquier contacto con Abraham, Isaac y Jacob y que además luchó de manera valerosa contra el 
judaísmo de su época (hecho cierto éste)
Rechazaba el Antiguo Testamento, libro judío, y purgaba el Nuevo Testamento para desvincular a los cristianos del que fue el Pueblo Elegido.
La Alemania NS tuvo en Hanns Kerrl un eficiente gestor que intentó llevar adelante la implantación de un cristianismo positivo desde su Ministerio de Asuntos Religiosos y en colaboración con los obispos. 
El cristianismo positivo tenía como función servir como pilar del Deutsche Glaubensbewegung, el Movimiento de Fe Alemán, cuyo fin era fortalecer al Pueblo Alemán. 
Viendo entonces que el nacional socialismo no es, por naturaleza, anti-católico, queda ahora por analizar el contenido doctrinal de la Encíclica Mit brennender 
sorge:
1) El Catolicismo y el Nazismo no son 
incompatibles y por lo tanto se puede ser 
Católico y NS, es más, sólo se puede ser NS desde Roma y la Iglesia Católica. 
2) El Papa Pío XI no condenó al NS, ya que 
en la Encíclica Mit brennender sorge no se 
menciona explícitamente al nacionalsocialismo ni al Gobierno de la Alemania NS.
3) La Encíclica Mit brennender sorge es una carta particular para la Iglesia en el III Reich y, por lo tanto, no goza de infalibilidad, aunque sí es Magisterial.
Las menciones al cristianismo en los textos NS (como el mismo Programa del Partido) se refieren no 
a la Doctrina de Cristo, sino a lo que los NS llamaban «Cristianismo Postivo». 
Ante la imposibilidad seria desde el punto de vista doctrinal y teológico de condenar al NS o fascismo, con estas dos encíclicas mencionadas, algunos pretenden acogerse a la Encíclica Non Abbiamo
Bisogno, del 29 de junio de 1931. 
En esta Encíclica, el Papa Pío XI no condena el  fascismo como ideología política ni el avance fascista.
¿Cómo hacerlo si estaba siendo su salvación en términos humanos?
Veamos lo que dice en la apertura de la misma:
»No es necesario, venerables hermanos, anunciaros los 
acontecimientos que en los últimos tiempos se han desarrollado en esta ciudad de 
Roma, Nuestra Sede episcopal, y en toda Italia, que es decir, en Nuestra propia circunscripción 
Primacial. Acontecimientos que 
han tenido tan amplia y profunda repercusión en el mundo entero, y con 
mayores efectos, en todas y cada una de las diócesis de Italia y del mundo católico. Pocas y tristes palabras las resumen: Se ha intentado herir de muerte todo cuanto allí era y será siempre lo más querido por Nuestro corazón de Padre 
y Pastor de almas».
El Papa estaba agradecido a la Italia 
Fascista ante el caos y desorden generado por las hienas anarquistas y masónicas.
Sin embargo, estaba especialmente agradecido a sus hermanos en el episcopado por otra cuestión:
»Particularmente os agradecemos el unánime y verdaderamente grandioso testimonio que habéis dado a la Acción Católica italiana y precisamente a las 
Asociaciones Juveniles, por haber permanecido fieles a Nuestras normas y a las vuestras que excluyen toda actividad política de partido. 
Al mismo tiempo damos las gracias también a todos vuestros sacerdotes y fieles, a vuestros religiosos y religiosas, que se han unido a vosotros con tan gran impulso de fe y 
de piedad filial».
Determinados elementos en los regímenes políticos caen en el grave error de no aceptar ningún tipo de institución  libre, ni siquiera las 
instituciones eclesiásticas a las que intentan coptar y «secuestrar» integrándolas y 
haciéndolas obedientes, no al interés de Cristo y la Santa Iglesia, sino al 
interés del partido.
Y a esto sí que hay que prestar mucho ojo ya sea en el Fascismo, en el NS, Comunismo, Anarquismo o Democracia Liberal que deifica al Mercado y al Capital.
Todo antagonismo u oposición religiosa, moral, económica, étnica o de cualquier clase se 
transforma en oposición política en cuanto gana 
la fuerza suficiente como para agrupar de un 
modo efectivo a los hombres en amigos y 
enemigos.
Para Carl Schmitt, el Estado totalitario tenía el derecho a determinar quién era su enemigo 
interno, entendiendo como tal a todo aquel que se opusiera a la soberanía política absoluta y total del Estado dentro de las fronteras estatales. 
Por ello, dicho Estado contaba con el derecho de exterminar a dicho enemigo de la mejor manera que el Estado considere necesaria, lo que incluye la persecución, el exterminio o la «conversión».
Este peligro no es exclusivo del NS o del Fascismo sino que está en la Historia del Pensamiento y de la Acción Política.
El Papa Pío XI fue testigo:
»Todo este lamentable conjunto de irreverencias y de violencias tenía que ser 
con una tal intervención de miembros e insignias del Partido, con tal 
uniformidad de un extremo a otro de Italia y con tal condescendencia de las Autoridades y de las fuerzas de seguridad pública, que necesariamente hacían 
pensar en disposiciones venidas de arriba.
Los millares de viajeros extranjeros, que nunca faltan en Italia y en Roma, han podido, desgraciadamente, ver con sus propios ojos las irreverencias 
frecuentemente impías y blasfemas, las violencias, los ultrajes, los vandalismos 
cometidos contra lugares, cosas y personas en todo el País y en esta Nuestra 
misma Sede episcopal, cosas todas ella deploradas por Nos varias veces.
Nos, la Iglesia, la Religión, los fieles cristianos (y no solamente Nos) no podemos estar agradecidos a quien, después de haber disuelto el socialismo y la masonería, enemigos Nuestros (pero no sólo Nuestros) les ha 
abierto una amplia entrada, como todos ven y deploran, haciéndose ellos tanto más fuertes, peligrosos y nocivos cuanto más ocultos, a la vez que más 
favorecidos por el nuevo uniforme».
Mucho cuidado se ha de tener con la inclusión de determinados elementos nocivos y pérfidos.
Mientras que el Fascismo debía tener cuidado con el socialismo materialista y con la masonería, el NS lo debía tener con el paganismo germánico, al que algunos pretendían volver con sus fuegos y otros cultos. 
La Encíclica, en las primeras palabras, se refiere a la persecución que determinados elementos del III Reich
lanzaron contra católicos:
»Con viva preocupación y con asombro creciente venimos observando, hace ya largo tiempo, la vía dolorosa de la Iglesia y la opresión progresivamente 
agudizada contra los fieles, de uno u otro sexo, que le han permanecido devotos en el espíritu y en las obras».
Pío XI expone cómo el Gobierno violó el Concordato y cómo reanudó, muy poco después de su firma, la persecución contra algunos miembros de la Iglesia Católica.
Habla directamente de «los dirigentes, responsables de la suerte de vuestra nación» e interpela, sin ninguna ambigüedad a los fieles católicos.
En esta hora en que su fe está siendo probada, como oro de ley, en el fuego de la tribulación y de la persecución, insidiosa o manifiesta, y en que están rodeados 
por mil formas de una opresión organizada por determinados grupos en el NSDAP y en el III Reich.
Lo que el Papa Pío XI condenada es:
1) El falso uso del nombre de Dios.
2) El panteísmo.
3) La concepción precristiana del antiguo germanismo pone en 
lugar del Dios personal el hado impersonal, negando la sabiduría 
divina y su providencia.
4) La idolatría de la raza.
5) La idea de un «Dios Nacional» y por extensión una Religión Nacional.
Algo muy propio del etnicismo judaico actual.
6) La mutilación de las Sagradas Escrituras, con la eliminación o purga del Antiguo Testamento. Esto se realiza para desvincular al cristianismo del Pueblo Judío según la carne, que un día fue el Elegido. 
El Papa advierte que la fe no puede estar basada ni en la raza, ni en el partido, ni en el estado, sino únicamente en la Iglesia Católica.
»En vuestras regiones, venerables hermanos, se alzan voces, en coro cada vez más fuerte, que incitan a salir de la Iglesia; y entre los voceadores hay algunos 
que, por su posición oficial, intentan producir la impresión de que tal 
alejamiento de la Iglesia, y consiguientemente la infidelidad a Cristo Rey, es testimonio particularmente convincente y meritorio de su fidelidad al actual Régimen. 
Si personas, que ni siquiera están unidas por la fe de Cristo, os atraen y lisonjean con la 
seductora imagen de una iglesia nacional alemana, sabed que esto no es otra cosa que renegar de la única Iglesia de Cristo, una apostasía manifiesta del mandato de Cristo de evangelizar a todo el mundo, lo que sólo puede llevar a la 
práctica una Iglesia universal.
Como conclusión, la Sexta Sección de la Encíclica constituye una aclaración final:
»La Iglesia de Cristo, que en todos los tiempos, hasta en los más 
cercanos a nosotros, cuenta más confesores y heroicos mártires que cualquier otra sociedad moral, no necesita, ciertamente, recibir de algunos campos 
enseñanzas sobre el heroísmo de los sentimientos y de los actos. 
En su necio 
afán de ridiculizar la humildad cristiana como una degradación de sí mismo y como una actitud cobarde, la repugnante soberbia de estos pérfidos  innovadores no 
consigue más que hacerse ella misma ridícula».
Esta es la advertencia final y clara para el NS, Fascismo, Comunismo y otras ideologías que no por sí mismas están condenadas si se someten a Jesucristo y Su Iglesia.

Autor

Daniel Ponce Alegre
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