21/09/2024 05:27
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Una de las frases que durante años más estupor me ha provocado ha sido la de ‘y a nosotros qué nos importa lo que ocurra fuera de España’. Me indignaba no porque considere que los españoles debamos conocer y opinar sobre todo lo que ocurra más allá de nuestras fronteras, incluso en el lugar más recóndito del mundo, sino porque existen leyes no escritas que funcionan desde que la vida se originó sobre el planeta y una es que no podemos permanecer ajenos a lo que ocurre en otros lugares, porque tarde o temprano terminará afectándonos de un modo u otro. La razón y el perfeccionamiento técnico no han conducido precisamente a reducir las desigualdades y problemas, sino todo lo contrario. La pandemia coronavírica dejó en evidencia la fragilidad del mercado global, en exceso dependiente de China; y ahora el conflicto ruso-ucraniano nos ha devuelto, a menor escala, las imágenes de la gente agobiada por la subida de los combustibles y los posibles problemas de abastecimiento en los supermercados derivados, como si estuviéramos ante una puesta en escena del efecto mariposa, de la imposibilidad de importar aceite de girasol de Ucrania.

Es obvio que a la inmensa mayoría de los españoles les importa poco la geopolítica. Es comprensible, pero tener unas mínimas nociones les ayudaría a que los políticos de turno no les tomen el pelo. Durante semanas hemos asistido a una brutal puesta en escena propagandística y ahora parece que todos nuestros males tienen un único origen: Rusia. Lo irónico es que entre quienes más enarbolan la bandera de la putinfobia están los mismos que acostumbran a burlarse de la propaganda e historiografía del franquismo; al final, los progres no sólo han terminado heredando el Estado español y las covachuelas adscritas de sus predecesores, también han hecho lo propio con el ‘¡Rusia es culpable!’. Y el caso es que uno podrá considerar mejor o peor justificada la entrada de los tanques rusos en suelo ucraniano, pero Vladimir Putin no tiene la culpa de que en España se haya reducido el cultivo de girasol y la industria alimenticia de nuestro país se haya convertido en dependiente del aceite con origen en Ucrania. Eso sí, una cosa podemos tener muy clara: del mismo modo que el Gobierno sanchista que tanto presume de resiliencia no ha revertido la desindustrialización de España durante los dos últimos años, tampoco esperemos que aprendan la lección con esta nueva crisis y apuesten por aumentar en nuestro país la producción de aquellos productos indispensables para mantener la cadena alimenticia en activo. Cualquiera es consciente de que la comida nunca faltará en las mesas de quienes ponen sus traseros en el Consejo de Ministros, por lo que no les parece un problema vital en tanto no haya elecciones a la vista.

¿Qué esperar del Gobierno, entonces? Tras las grandes palabras presentando la Estrategia España 2050 como un gran proyecto de país con vista a tres décadas, es evidente que no hay nada; si acaso, humo. Precisamente ese proyecto presentado a bombo y platillo y del cual muchos españoles ya se habrán olvidado, incluyendo los votantes del Gobierno progre, es un buen ejemplo de esa mentalidad de la que hablábamos al principio de creer que lo que ocurre en el exterior no nos afecta. Nada sorprendente, ya que llevamos décadas padeciendo una casta política cuya visión de los acontecimientos está marcada por el cortoplacismo de la correspondiente legislatura. Y cuando Pedro Sánchez anunciaba el presunto gran proyecto de cara al 2050 no dejaba de inflar su ego con vistas al 2023, cuando en teoría debería finalizar la actual legislatura. Curiosamente, cuando los problemas del exterior estallan en nuestro territorio parece que siempre hay excusa y entonces, sólo entonces, la geopolítica cobra importancia. Y en el caso español está muy clara: toca lo que ordenen ‘nuestros aliados’, ese bonito eufemismo con el que camuflar la ausencia de política exterior propia junto al resto de países occidentales. Si Pedro Sánchez se lo monta bien en materia de propaganda, el conflicto ruso-ucraniano le vendrá de perlas cuando a España le toque rendir pleitesía a los supervisores gringos durante la cumbre de la OTAN que se celebrará aquí. La Historia reciente nos ha demostrado tanto que a los socialistas se les da bien rentabilizar electoralmente los conflictos bélicos y sus consecuencias (ahí queda el 11 de marzo de 2004) como que los estadounidenses tienen un fiel aliado en España mientras estén en el Gobierno los del puño y la rosa.

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Gabriel Gabriel