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Como es bien conocido, se ha cumplido este otoño los cien años de la arribada del fascismo al poder en la Italia de entreguerras, tras concluir con éxito la Marcha sobre Roma de 1922. No sé si será por este hecho o por la necedad de determinados dirigentes de nuestra izquierda –muy palurda, la verdad, en temas históricos-, pero lo cierto es que una serie de profesionales indocumentados, aventureros de la opresión y celadores de lo políticamente correcto han pedido a la guardia faraónica que nos cuida que sean castigados o reprimidos los organizadores en Madrid de la marcha nocturna de las coronas del pasado 19 de noviembre, por consistir en un acto fascista… Incluso un parlamentario de la Comunidad madrileña ha pedido en sede institucional explicaciones a la subdelegada del Gobierno, por iniciativa de un doctor en ciencias políticas que confunde el personaje histórico de José Antonio Primo de Rivera con el de Francisco Franco… ¡Pardiez, cuánta estupidez reina en la clase política! Y lo digo porque el fascismo verdadero, no los sucedáneos, fue aniquilado en 1945-1946 merced a una represión durísima que se cobró miles de vidas, entre ellas la de Mussolini, la del amante de éste e incluso el hermano de la Petacci, quien fue capturado en el lago Como como si fuera cualquier faena pesquera. Los principales líderes fascistas fueron pasados por las armas, sin juicio regular procedimental, generando una sangrienta caccia all’uomo, que fue aprovechada incluso por el comunismo transalpino para desembarazarse de varios de sus rivales políticos, siquiera hubieran combatido en la resistencia contra la República de Saló (1943-1945). Pues bien, la magnitud de toda esta tremenda matanza está aún por esclarecer, mostrando los autores diferentes puntos de vista, pero todos están de acuerdo en que la siega de miles de vidas supuso una profunda fractura en el seno la sociedad italiana[1].

Mientras tanto, el populoso partido fascista había sido disuelto, desapareciendo también todas sus instituciones políticas. Obviamente, no pudieron castigar toda la militancia del territorio italiano, pues la guerra civil afectó a la parte septentrional del país, lo que permitió que, a partir de 1946, los fascistas supervivientes pudieran agruparse en torno a lo que sería el Movimiento Social Italiano (MSI), cuyo principal líder fue Giorgio Almirante, un auténtico signore muy amigo de España, hasta el punto de publicar una monografía sobre José Antonio en la editorial de Fuerza Nueva. Pero aquello ya no era fascismo, sino neofascismo, pues la Constitución italiana de 1947 en su disposición transitoria-final número XII[2] había prohibido la reorganización del partido fascista; y la ley Scelba de 1952, al desarrollar dicho precepto constitucional, llegó mucho más lejos en su represión del fascismo mussoliniano, tipificando el funcionamiento o la apología del partido fascista como infracciones penales, sancionándolas incluso con penas de hasta doce años de cárcel[3]. Con todo, los hombres y mujeres de Almirante y Michelini consiguieron con mucha paciencia poner en marcha un movimiento político que fue la envidia de todas las fuerzas homónimas del mundo libre, con modélicas secciones juveniles, sindicales y estudiantiles. No obstante, el MSI sería disuelto voluntariamente en 1995, siendo sustituido por una especie de moderada dresta nazionale, la Alternativa Nacional de Gianfranco Fini, que terminaría alejándose definitivamente del neofascismo.

Pues bien, declarado ilegal el Partido Nacional Fascista en 1943, tras la destitución de Mussolini por el Gran Consejo Fascista, diluido también en 1945 el Partido Fascista Republicano del norte de Italia y castigada desde 1952 la reorganización del partido fascista disuelto, en cualquier forma como prescribe el actual texto constitucional ¿cómo es posible que en España digan algunos personajes públicos que existe el fascismo, cuando dicho movimiento político está muerto desde la mitad de los años cuarenta? Incongruencia que nos hace pensar que lo realmente pretenden estos tiranuelos es el amedrantar y castigar a los adversarios políticos molestos, tildándolos de fascistas o franquistas. Y es que, en la Península, corren malos tiempos para la libertad.

Motivado por la importancia mediática que tuvo el fascismo italiano en la Europa de entreguerras[4], comenzó a hablarse de un fascismo universal, cuando esto no era la idea principal ni el pensamiento de los fascistas originarios. Tal consideración, en parte influida por la insistencia propagandística de la IIIª Internacional o Komintern[5], que vio peligrar el socialismo revolucionario ante la profusión por doquier de partidos nacionalistas- propició que se denominara fascista a toda una pléyade de partidos políticos y movimientos sociales, muy diferentes entre sí, aunque todos fueran esencialmente antimarxistas. La propaganda antifascista se agudizó entonces, coincidiendo con la llegada del comunista búlgaro Jorge Dimitrov a la cúspide de la IIIª Internacional. Pero, el Komintern de Dimitrov, como tal, se disolvió en la primavera de 1943, por insistencia de las potencias aliadas. Con todo, el pasional socialismo español, admirador y hasta sicario del Komintern, ya había comenzado a denominar fascista a todos sus adversarios políticos: fascista era el Vaticano, fascista era la oposición derechista católica, fascistas eran los generales que se sublevaron en 1936 y fascista era, por supuesto, la Falange… Y aunque el socialismo y sus adláteres fueran derrotados, bélica y políticamente, en la guerra civil, la propaganda antifascista se intensificó en 1941 con la puesta en marcha en Moscú de la emisora Radio España Independiente, popularmente conocida como Pirenaica, desde donde se denigraba habitualmente al régimen de Franco y a la Falange con toda clase de epítetos[6]: fascistas, criminales, hitlerianos, asesinos, ladrones, saqueadores, incompetentes, etc. De ahí viene la conducta de nuestro radicalismo de izquierdas, a la hora de calificar como fascista cualquier iniciativa que no se pliegue a sus intereses. En realidad, constituye un insulto proferido por personas airadas y enfadadas, que no controlan bien sus instintos reptilianos.

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Esto expuesto, hemos de recordarle al susodicho doctor que, por lo que a España respecta, la historia independiente de la Falange original –lo más parecido que hubo al fascismo en nuestro país- termina en la primavera de 1937, cuando por decreto núm. 255 se crea el Movimiento Nacional, fundiendo las fuerzas políticas que se habían adherido al alzamiento militar en el ente público denominado inicialmente FET y de las JONS[7], el cual desaparecería de forma definitiva tras publicarse el Real Decreto-ley 23/1977, de 1 de abril[8]. Por si fuera poco, la actual Constitución de 1978 declara inaceptables las asociaciones de carácter paramilitar[9], por lo que se prohíbe de facto la organización de presuntos partidos fascistas, en clara concordancia con la carta constitucional italiana de 1947. Y es que los partidos que actualmente se consideran falangistas, no son movimientos fascistas sino partidos políticos perfectamente legalizados, con arreglo al estatuto de asociaciones políticas del año 1976. No insulten ni digan sandeces, señorías.

Nos queda por inspeccionar el saludo a la romana, que, en absoluto, fue una creación política del fascismo, sino que fue adoptado por las huestes de Mussolini tras copiar las señas de identidad empleadas en 1919 por los seguidores del poeta D’Annunzio en el estado efímero de Fiume. Con todo, lo que lunáticos y demás ricachos-sabiondos de la izquierda ignoran es que el saludo a la romana tiene antecedentes en la Iberia prerromana, que era como los antiguos iberos se saludaban entre sí, como sinónimo de actitud pacífica, y así queda reflejado en ciertos restos arqueológicos[10]. No obstante, en España, su adopción por la Falange de la II República tiene una razón sobrevenida, que explica el decreto núm. 263 de 1937[11]:

En los albores del Movimiento Nacional cuando los patriotas perseguidos caían víctimas de los enemigos de España, el cortejo de los mártires saludaba precursoramente con el brazo en alto en señal de homenaje. Falange Española adoptó como símbolo lo que era exponente del sentir popular, y al producirse la gesta se generalizaron aquellas demostraciones de respeto como manifestaciones de hermandad, de disciplina y de justicia social que conducen al engrandecimiento de la Patria. Al fundirse en el Estado aquella organización, la savia de sus aspiraciones toma los caracteres de norma y el saludo que constituye en las costumbres de los pueblos el testimonio más elevado de la reciprocidad y mutuo auxilio, será la forma generosa que patentice el holocausto al más sublime de los ideales y el destierro de una época de positivismo materialista.

Por ende, levantar el brazo a la romana no supone en España una invocación al fascismo, sino un recuerdo y homenaje por los muchos miles de personas que dieron su vida en la lucha contra la izquierda revolucionaria de los años treinta. En realidad, esta circunstancia quizás moleste más a los memorialistas del Frente Popular que la mera existencia de un hipotético fascismo, habida cuenta que sienten una enfermiza admiración por la época turbia de la II República, como si fuera un incomparable lugar paradisíaco.

Y es que aquí se está vulnerando el derecho de una corriente política para honrar la memoria de sus mártires y perseguidos, merced a una norma draconiana que para más escarnio se considera restauradora de la memoria. Recordemos que la Falange contabiliza 130 activistas muertos antes del estallido de las hostilidades bélicas de 1936, así como unos 13.000 fallecidos en el campo de batalla; y una porción considerable de los aproximadamente 150.000 ejecutados y martirizados por las tropas y policías rojos durante la contienda eran militantes o simpatizantes de la Falange. A estas cifras impresionantes, han de sumarse igualmente los miles de caídos con que cuenta la División Azul, la mayoría de civiles asesinados por el maquis durante la posguerra y una pequeña parte de los españoles aniquilados por el terrorismo de izquierdas a partir de los años sesenta.

En fin, estamos ante una grave ignominia, habida cuenta que el radicalismo de izquierda utiliza falsos y repugnantes argumentos para impedir los derechos de manifestación, expresión y pensamiento que poseen determinados colectivos, aunque ello sea completamente inconstitucional; no en vano este izquierdismo ha sido subvencionado y aleccionado desde el exterior como para no idear planteamientos coercitivos con que neutralizar, técnica y torticeramente, a sus adversarios, agasajando así a su electorado potencial.

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Fuentes:

Archivos y registros personales, Causa General, prensa histórica.

Comín Colomer, E. (1945): Ensayo Crítico de la Doctrina Comunista, Ediciones de la Subsecretaría d Educación Popular, Madrid.

Ledesma Ramos, R. (1935): ¿Fascismo en España? Ediciones La Conquista del Estado, Madrid.

Montanelli, I. y Cervi, M. (2004): L’Italia della Guerra Civile (8 setiembre 1940-9 maggio 1946), BUR Saggi, Milano.

Montanelli, I. (2002): L’Italia in camicia nera (1919-3 gennaio 1925), BUR, Milano.

Payne, G. Stanley (1995): Historia del Fascismo, Planeta, Barcelona.

Payne, G. Stanley (1986): Los militares y la política en la España contemporánea, Sarpe, Madrid.

Vespa B. (2010):  Il cuore e la spada, Arnoldo Mondadori Editore, S.p.A., Milano.

 

 

[1] La brutalidad con que se procedió bien lo testimonia la conocida exposición pública de los cadáveres de Mussolini, Petacci, Pavolini, Bombacci y Starace en la plaza Loreto de Milán, colgados de una viga. Espectáculo dantesco, pero el salvajismo no se limitó a tal hecho repulsivo; y es que tras la rendición fueron ejecutados entre 30000 y 50000 fascistas, según se desprende de las revelaciones del miembro de la Resistencia Ferruccio Parri, a la sazón primer ministro hasta diciembre de 1945, y del dirigente comunista Palmiro Togliatti, ministro de justicia también en dicho año. No en vano, en 2008, el cineasta Michele Soavi rodó Il sangue dei vinti, una película que describe las atrocidades de la guerra civil y la persecución posterior que soportaron los fascistas derrotados. En España, dicha cinta filmográfica no ha sido divulgada.

[2] Se prohíbe bajo cualquier forma posible la reorganización del disuelto partido fascista. Por excepción a lo dispuesto en el artículo 48, se establecerán por Ley, durante período no superior a un quinquenio desde la entrada en vigor de la Constitución, limitaciones temporales al derecho de voto y a la elegibilidad para los jefes responsables del régimen fascista.

[3] Gazzeta Ufficiale della Repubblica Italiana, (23.06.1952), nº 143, Roma. pp. 2275-2776.

[4] El error más grave que cometió el fascismo fue participar en la II Guerra Mundial al lado de Alemania, lo que, a la postre, iba a suponer su catástrofe. Hasta 1940, Italia había vivido en una atmósfera de esplendor, con un florecimiento de la industria, la agricultura, las letras y el deporte. Las campañas militares de expansión territorial también habían sido exitosas.

[5] La Internacional comunista o III Internacional fue creada por Lenin en 1919, teniendo su sede oficial en Moscú. Los partidos adscritos a dicha internacional constituían meras delegaciones del Komintern, careciendo de independencia soberana.

[6] Conocí en Madrid en mis tiempos universitarios un matrimonio de españoles exiliados en la URSS, cuya mujer habían sido locutora de la Pirenaica. El marido era una excelente persona, que había llegado al grado de coronel del Ejército, pero que conservaba un odio irracional contra la División Azul.

[7] BOE, (20.04.1937), núm. 182, pp. 1033 y 1034. Curiosamente, los estatutos de FET y de las JONS proclamarían en sus normas generales, lo que sigue: Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S. se constituye en guardia permanente de los valores eternos de la Patria, virilmente defendidos en tres guerras civiles, exaltados con voz y con sangre el 29 de octubre de 1933 por la nueva generación y definitivamente rescatados en la coyuntura histórica del 17 de julio de 1936 por el Ejército y por el pueblo hecho Milicia (BOE [07.08.1937], núm. 291, p. 2738); es decir, la Falange del franquismo fija sus orígenes en el siglo XIX, con ocasión de la primera guerra carlista, ochenta y cinco años antes del nacimiento del fascismo.

[8] BOE (07.01.1977), núm. 83, pp. 7768-7770.

[9] Se prohíben las asociaciones secretas y la de carácter paramilitar (Art. 22.5 de la CE).

[10] Cf. Cabré Aguiló, J. (1943): “El saludo ibérico: saludo racial precursor del nacional; su difusión por Europa en unión del Gladius Hispaniensis”, Coleccionismo, abril, nº 196, Madrid, pp. 21-31.

[11] BOE, (25.04.1937), núm. 187, p. 1106.

Autor

José Piñeiro Maceiras