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Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos que han sido engañados. Mark Twain.

Para lograr el Gobierno Mundial, es necesario eliminar de las mentes de los hombres su individualismo, la lealtad a la tradición familiar, el patriotismo nacional y los dogmas religiosos. Dr. George Brock Chisholm, primer Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 1948 a 1953, en SCP Journal, Berkeley, 1991.       

                                          

Hemos tratado anteriormente de las más que curiosas premoniciones, coincidencias e informaciones reveladoras relativas al famoso laboratorio de Wuhan y, consecuentemente, de la vital colaboración francesa en su construcción, la cuantiosa financiación norteamericana (gracias a Anthony Fauci, director del norteamericano Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas -NIAID-) y la colaboración técnica de diversos organismos y científicos de Francia, Canadá, Inglaterra y EE.UU. También de personajes y organismos de trascendencia mundial, como el Foro de Davos, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Fundación Rockefeller, Bill Gates, George Soros, etc. Creemos obligado profundizar sobe esos determinantes actores de proyección supranacional para poder comprender la mal llamada pandemia y su alcance.

La OMS (World Health Organization)

Nacida en el seno de la ONU en 1948, los 196 Estados Miembros de la OMS gobiernan la Organización por medio sus representantes en la Asamblea Mundial de la Salud, con sede en Ginebra. Su objetivo es alcanzar para todos los pueblos el máximo grado de salud, entendida esta como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades.

Con el tiempo claramente ha ido evolucionando de ser un organismo supranacional a convertirse en uno mayoritariamente privado, dado que su financiación lo es. El doctor Germán Velásques, colombiano ex director del Programa Mundial de Medicamentos de la OMS, organización en la que trabajó durante 20 años, en 2016 se lamentó ante la SER que la misma funciona para favorecer intereses privados. Según Velásquez, el 84% del presupuesto de la OMS en 2015 procedía de donantes voluntarios (tanto países como gran variedad de “fundaciones filantrópias”, entre los que se encuentran, por ejemplo, la Generalidad Catalana, el Servicio Madrileño de Salud, IKEA y la petrolera Shell ), mientras que hace 25 años los fondos públicos eran el 50%; aquel año la Fundación Bill/Melinda Gates donó 185 millones de dólares, unas 95 veces más que España.

En 2018 y 2019, China fue el tercer mayor donante de las contribuciones señaladas oficialmente por la OMS, después de los Estados Unidos y Japón. Sumando las dos financiaciones estatales (cuota + libre) China es el noveno mayor contribuyente, pero en el conjunto total, acumuladas las donaciones privadas de fundaciones y empresas, su porcentaje es mucho menor. Hoy la situación es peor: el presidente de los EE.UU. ha retirado su apoyo a la organización, el cual estaba cifrado en 893 millones de dólares (a menudo específicamente dirigidos a financiar determinados proyectos) durante el período de financiación de dos años, una quinta parte del total de 4.400 millones de dólares para esos dos años.

Justo después que Trump quitara la financiación a la OMS, “por negligencia, conspiración junto a China y desinformación”, se hizo público que Bill Gates donará el dinero a la OMS que haga falta para desarrollar la vacuna del coronavirus, concretándose lo anterior en 250 millones de dólares. La cifra anterior se sumará a los 933 millones de dólares que ya tenía otorgados la Fundación Bill y Melinda Gates, directamente o a través de la por él participada GAVI The Vaccine Alliance, la alianza mundial para vacunas e inmunización. En resumen, el principal financiador de la OMS es Bill Gates, hasta el punto de que se dice que el 80% de los fondos que recibe actualmente proceden de él. Y ya se sabe, el que paga, manda.  

 Tedros Adhanom Ghebreyesus es el actual director de la OMS y, según El País, es el microbiólogo etíope al frente de la batalla global contra el coronavirus; ese mismo medio reconoce que mantiene excelentes relaciones con Bill Gates y prestigiosas instituciones de EE UU, a la vez que es acusado de prochino. Pero realmente no es médico, siendo la primera vez que la OMS es presidida por alguien que no lo es, sino un político y exfuncionario del régimen dictatorial comunista de Etiopía, de donde ha sido ministro de salud, con negro historial en ese campo, y de asuntos exteriores. Además fue miembro destacado del Frente de Liberación Popular de Tigray, un partido socialista marxista de corte étnico al que agencias de seguridad de Usa a finales del siglo pasado consideraban un grupo terrorista. Está generalmente admitido que llegó a la presidencia de la OMS con la ayuda china, de la peculiar Unión Africana y de Bill Gates.

La OMS, en todo caso, ha sido errática en sus comunicados y predicciones, apoyando apenas solapadamente a China según Donald Trump, tardando tres meses (hasta el 10 de marzo) en declarar la pandemia que ella misma había pronosticado, y magnificando los éxitos chinos; Trump, llegó a acusar a los demócratas de exagerar los datos de la epidemia con fines políticos y hasta contradijo públicamente la cifra de la OMS sobre la letalidad del SARS-CoV-2 (3’4%).

Muchos puntos negros tiene la OMS, además de su política abortista que le lleva al extremo de declarar al aborto “servicio esencial” durante la crisis de coronavirus (una diabólica forma de entender los derechos y la salud del no nacido), su postura culpabilizadora del hogar tradicional, léase la familia, como el lugar donde se produce el mayor número de agresiones a la mujer, y otras dramáticas lindezas (legalización de la prostitución, cambio de sexo incluso en menores, masturbación de niños ¡de 4 años!, etc). Citemos solo la coincidencia de que en el inexplicado derribo en Ucrania del vuelo NH-17 (2014) perecieran decenas de expertos en el SIDA, el portavoz de la OMS, Glenn Thomas, experto en Ébola y Sida, y otros miembros de la misma; la extraña y oportuna muerte el pasado 24 de enero de su Director Ejecutivo para la Cobertura de Sanitaria Universal, Peter Salama; que ahora se desdiga de haber pedido el confinamiento que ha arrestado en sus casas a bastante más de la mitad de la población mundial; que afirme sin paliativos que el coronavirus no ha salido de un laboratorio; y, consecuentemente, imponga la censura a quien ose oponerse a ello, hasta el punto que YouTube manifiesta públicamente que borrará todos los vídeos contrarios a la versión de la OMS.

En cuanto a las “recomendaciones” médicas emitidas por la organización respecto al coronavirus, o al menos la interpretación que se ha hecho en la mayoría de los países de ellas, y que la OMS ha permitido e incluso ensalzado, han sido muy parciales y restrictivas. Ahora dice que, por el posible peligro de contagio, nunca recomendó no hacer autopsias ni prohibir contactos de los familiares con los fallecidos, e incluso los entierros, pero lo cierto es que sus textos son de redacción engañosa y que su interpretación ha sido clara en Italia, España (prohibidas autopsias -y Aquí-, ver al cadáver y, prácticamente, su entierro) y el Mundo en general. Además, tampoco requirió de China los suficientes análisis de las autopsias y solo tras las que, fraudulentamente, se han hecho en Italia mediado abril, se ha mostrado la importancia de atajar no tanto la neumonía como las micro-coagulaciones intravasculares diseminadas (trombosis), por lo que una forma muy eficaz de combatir el coronavirus son los anti-inflamatorios y anticoagulantes, así como los antibióticos caso de las frecuentes infecciones bacterianas asociadas a la enfermedad. La OMS también recomendó muy encarecidamente los aparatos respiradores/ventiladores mecánicos, los cuales son contraproducentes caso de trombosis. En Nueva York (Usa) mueren el 80% de los pacientes con coronavirus a los que aplican ventiladores. Miles de muertes en todo el mundo pudieron haberse evitado;

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En este contexto, desde hace mucho tiempo se ha acusado a Gates de secuestrar la agenda de la OMS y conducirla lejos de los proyectos de favorecer el agua limpia, la higiene, la nutrición y el desarrollo económico, los cuales han demostrado frenar las enfermedades infecciosas, desviado los recursos de la organización para servir a “su fetiche personal: que la buena salud solo viene en una jeringa”, es decir, las vacunas que investiga, fabrica e impone o trata de imponer.

Otro de sus fetiches es el microchip, el cual ha anunciado que implantará para combatir Covid-19 y rastrear las personas vacunadas y no vacunadas; sin embargo, el Fiscal General useño William Barr, aunque no es partidario de Trump, ha dicho que está “muy preocupado por la pendiente resbaladiza en términos de continuar usurpaciones de la libertad personal … (y por) el seguimiento de personas y demás, en general, especialmente en el futuro durante un largo período de tiempo”. No obstante este imprevisto problema, Gates sigue con su idea fija del certificado y recientemente ha dicho que la Religión Católica permanecerá prohibida hasta que todos (los católicos) tengan certificado de haber recibido la vacuna del coronavirus.

Y, hablando de vacunas, hay estudios que han demostrado que la de la gripe de los años 2017 y 2018, impuesta de forma generalizada a los soldados norteamericanos, fomentaba la interferencia viral creando la posibilidad de infección del coronavirus en un 36%. Al respecto, son muy interesantes las aportaciones que hacen las doctoras Judy Mikovits (y Aquí) y Chinda Brandolino, entre otras cosas porque dicen que las vacunas de la gripe contienen células de animales contagiados con coronavirus.

Por último, dado que el Gobierno nos ha impuesto recientemente el yugo de la más que dudosamente necesaria mascarilla, del bozal, como un nuevo trágala y un nuevo estigma, es de reseñar que precisamente la israelí Dorit Nitzan, la Coordinadora de la OMS en Europa para Emergencias Sanitarias, se mostró partidaria del uso de mascarillas por parte de la población general.  Un bozal que Sánchez no impuso ni a los servidores públicos en los momentos de mayor virulencia oficial de la infección, entre otras cosas porque no fue (ni es) capaz de suministrarlas, que los miembros de su gabinete generalmente no la han usado, y que ni siquiera la OMS la recomienda generalizadamente (y Aquí).

La Familia Gates, las vacunas y mucho más

El primer Gates directamente relacionado con estos temas se llamaba Frederick Lamont Gates (1886-1933) y fue tío abuelo de Bill Gates. Estudió medicina en las Universidad de Chicago y Yale (1909) y se doctoró en la John Hopkins (1913), pasando inmediatamente a trabajar en el Rockefeller Institute for Medical Research de New York, hoy en día la Universidad Rockefeller, especializándose en fisiología, farmacología, patología y bacteriología. Todo ello, sin duda, porque era hijo de Frederick Taylor Gates (1853-1929), quien organizó la Fundación Rockefeller.

 

Pues bien, en 1917, movilizado como Primer Teniente Médico y destinado en el hospital de Fort Riley, Kansas, participó en una campaña de vacunación contra la meningitis con un fármaco experimental proporcionado por el Instituto Rockefeller. Él mismo realizó un informe de aquello en 1918. En 1933 murió de una fractura de cráneo con hemorragia cerebral misteriosamente poco explicada.

Hoy en día se da por sentado que la Gripe Española surgió en Estados Unidos en 1917 y fue traída a Europa por sus tropas, contagiando luego a los aliados, a sus enemigos y a los neutrales, además de difundirla por toda la Commonwealth las tropas sajonas en su vuelta a casa. Pero, para muchos, aquella vacuna experimental y chapucera de los Rockefeller trasmitió otras enfermedades y disminuyó las defensas de muchos organismos; ello ha cimentado numerosas explicaciones alternativas a los millones de muertes, incluida la de que muchas fueron de origen bacteriano relacionado con las vacunas… o con un arma biológica descontrolada.
          William Henry Gates III (Bill Gates), el hombre más rico del Mundo según la lista Forbes y, seguramente por ello, el personaje que más impulsa la implantación del dinero electrónico, es hijo de William Henry Gates II, ó Senior, y de Mary Gates (los Gates son muy dados a la endogamia). El padre de Bill Gates, también muy relacionado con los Rockefeller, «ha estado involucrado en la eugenesia con el grupo Planned Parenthood, una renombrada organización que nació de la Sociedad Americana de Eugenesia … En 2003 Bill Gates, admitió que su padre era el jefe de (la abortista) Planned Parenthood, que fue fundada con el concepto de que la mayoría de los seres humanos son sólo criadores “imprudentes” y “malas hierbas humanas” con necesidad de sacrificio…». Planned Parenthood es responsable de unos 700.000 abortos quirúrgicos al año solamente en EEUU. Bill Gates también ha declarado que la “participación de su familia en temas reproductivos a lo largo de los años ha sido extensa”.

Bill Gates, cuyo sistema operativo Microsoft usan el 80% de los ordenadores y bases de datos del mundo, y a quien Hillary Clinton quería de vicepresidente, quizá por ser uno de los principales financiadores del partido demócrata, es uno de los mayores copropietarios de la controvertida Monsanto, empresa líder mundial en ingeniería genética de semillas (transgénicos) y en la producción de herbicidas. También es propietario de la “Bóveda de Semillas” (Svelbard, Noruega), por lo que, en el futuro, puede ser que llegue a monopolizar el sector agrícola. Además del riesgo de los transgénicos en sí mismo, dada la inestabilidad inherente a la manipulación de su ADN, hay indicios claros de que las “parejas de herbicidas químicos” vendidos como parte obligatoria de un contrato de un OMG (organismo modificado genéticamente), como el difundidísimo Roundup de Monsanto, contienen compuestos altamente tóxicos de glifosato, los cuales dañan el embrión y la placenta humanos; así mismo, el maíz transgénico, ampliamente enviado por las Fundaciones Gates y Rockefeller, y su filial AGRA (Alliance for a Green Revolution in Africa), a las poblaciones del Tercer Mundo, supuestamente para mitigar el hambre, es espermicida.

 William Henry Gates III apoya las Metas del Milenio para el Desarrollo Sostenible, de la Agenda 2030 de la ONU, para poner fin a la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia, y hacer frente al cambio climático. Los más llamativos y trascendentes objetivos de la Agenda son la igualdad de género y garantizar el acceso universal a salud reproductiva y sexual, es decir, la ingeniería de género, el aborto y la imposición mundial de las vacunas.

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 Bill no tiene estudios en medicina, ni experiencia en la gestión de hospitales, pero pontifica sobre temas sanitarios en todos los medios de comunicación como si fuera el oráculo de Delfos, e incluso vaticina el futuro del coronavirus, proponiendo importantes restricciones a las libertades mundiales.

Las vacunas contra el papiloma humano (VPH) implantadas en 2009 en la India han sido acusadas de ser las causantes de la muerte de 14.000 niños, a la vez que la de la poliomielitis mató otro medio millón. También la Fundación Gates, junto con la OMS, PATH, GAVI y UNICEF, estuvieron detrás del desastre de la vacuna contra la meningitis en Chad en 2012. Otras muy serias acusaciones se han formulado contra Gates en Paquistán, Sri Lanka, Bhután y Japón.

En enero de 2010 Gates comprometió a la OMS 10.000 millones de dólares, unos 7.500.000 €, ante el Foro Económico Mundial de Davos, y en febrero, en la Conferencia de California TED2010, propuso reducir la población, en parte, a través de nuevas vacunas. Gates dijo poco después a Ted Talk que las nuevas vacunas “podrían reducir la población”. En 2014, la keniata Asociación Católica Dodors acusó a la OMS de esterilizar químicamente a millones de mujeres keniatas con una falsa campaña de vacuna contra el “tétanos”. También el Comité Pro Vida de México encontró que las vacunas suministradas en Nicaragua, Méjico y Filipinas por el dúo Gates-OMS fomentaban que la hormona gonadotropina coriónica humana (hCG), en combinación con la toxina del tétanos, produjera abortos. La esterilización es un viejo objetivo de la Fundación Rockefeller (y sus socios), pues ya en los años veinte del siglo pasado financió la investigación eugenésica en Alemania a través del Instituto Kaiser-Wilhelm, continuando en los años cincuenta con la creación de un movimiento para la reducción neomalthusiana de la población a través de su Consejo Privado de Población en Nueva York.

Además de emplear su dinero para controlar a la OMS, UNICEF, GAVI y PATH, supuestamente de forma altruista, Gates financia una compañía farmacéutica privada que fabrica vacunas y ha donado 50 millones de dólares a 12 compañías farmacéuticas para acelerar el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus. Robert F. Kennedy Jr. dijo que Gates está a favor de las vacunas para alimentar sus otros intereses comerciales.

Bill Gates avisó en 2018, un mes después de obtener el por él financiado Instituto Pirbright la patente del coronavirus, que una nueva epidemia podría matar 30 millones de personas en seis meses.

Y una última perla para no alargar el collar: El mismísimo Anthony Fauci, el que ilegalmente financió el Laboratorio de Wuhan, formó parte de la Junta Científica Asesora de la Bill & Melinda Gates Foundation (2003-2010), así como de la estructura del Global Vaccine Action Plan creado por National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID), la ONU (UNICEF), la OMS y, claro está, Bill Gates.

 

El NOM, la Eugenesia y sus peones

De todo lo anterior trasciende una organización, un movimiento apenas disimulado en la sombra, que coordinadamente impulsa una línea de acción, agenda u hoja de ruta muy similar a la de la ONU y que nos recuerda aquello que dijo David Rockefeller en una cena con embajadores del Business Council For The United Nations, el 14 de septiembre de 1994: “estamos al borde de una transformación global, todo lo que necesitamos es una gran crisis y las naciones aceptarán el Nuevo Orden Mundial (NOM)”. Una frase redonda y significativa, entre otras también reveladoras, suyas y de sus compañeros de raza/religión, James Warburg, Nelson Rockefeller,  Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski (la mayoría de los judíos no tienen genotipo semítico), entre otros muchos.

Constatemos que, con ocasión de la peculiar y peligrosísima crisis del coronavirus, hemos visto surgir nuevos adoradores del NOM, alguno de los cuales son el ex Primer Ministro británico Gordon Brown, el G20 (Extraordinary Leaders’ Summit), el Comisario de Mercado Interior Europeo Thierry Breton, China que ha propuesto en la ONU reinventar internet para dar más control a los gobiernos, un peculiar y privilegiado grupo de juristas y activistas que ha lanzado la idea de una Constitución de la Tierra como herramienta de gobernanza global, y nuestros Gabriel Rufián y Pedro Sánchez. Este último asistió el pasado 25 de septiembre, como invitado especial de la Fundación Gates, a la reunión sobre Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDG `Goalkeepers19´), en la que se comprometió, con los demás asistentes, a ayudar a lograr una “gobernanza mundial” necesaria para aunar esfuerzos ante futuros desafíos de corte pandémico-sanitario, por medio de grandes inversiones en vacunas, concretada en su caso, es decir, en el de todos los españoles con nuestros impuestos, en una donación de 100 millones de euros. En relación con lo anterior, Sánchez, con ocasión de pedir en el Congreso una prórroga de “alrededor de un mes” del estado de alarma (legalmente solo pueden ser un máximo de 15 días), dijo que la pandemia del coronavirus “tiene como `efecto´ acelerar cambios que ya se estaban poniendo en marcha desde hace años”, y que nos conducen hacia “una gobernanza mundial”, aunque en la copia del discurso entregado a la prensa en vez de efecto ponía `objetivo´; sin duda un desliz corregido a última hora porque delataba la horrible probabilidad de que el Gobierno estuviera alertado de lo que se avecinaba.

David Rockefeller, descendiente de sefardíes, era también un declarado eugenista, manifestando a mediados de los años noventa, en una conferencia sobre control de natalidad, que debíamos ser muchas menos personas de las que vivían entonces (casi 7000 millones) y que se debía frenar el crecimiento poblacional. A ese criminal empeño, además de sus asociados de la familia Gates, se suman muchos otros, con diversos pelajes camaleónicos, tal que el “Good Club” (David Rockefeller, Bill Gates, George Soros -y Aquí-, Ted Turner-CNN, Warren Buffett, Michael Bloomberg y Oprah Winfrey), Kellog, Mellon, Ford, Carnegie, Agnelli, Mac Cormick, el consorte Príncipe Felipe de Edimburgo que querría reencarnase en virus mortal, Christine Lagarde, etc.

Para cerrar el tema de uno de los arquetipos de la denominada, con edulcorada terminología, plutocracia mundialista, es decir, de los magnates petroleros de la Standart Oil fagocitadora de Venezuela y demás naciones, constatemos que los Rockefeller eliminaron a principios del siglo XX la medicina natural  y la homeopatía para crear la industria farmacéutica moderna basada en los derivados del petróleo que controlaban y patentaron. Hoy en día, Usa gasta sobre el 15% de su PIB en una atención médica que no se enfoca en la cura (no hay cura químico-farmacéutica ni para el cáncer, la diabetes, el autismo y el asma, ni para la simple gripe), sino en reducir los síntomas, creando así clientes dependientes.

Todo lo anterior nos ayuda a cerrar el círculo del estudio del aparentemente inexplicable tratamiento del coronavirus y su hipotética vacuna.

Autor

REDACCIÓN