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Pablo, el golpista eres tú. Tan obvio. Memento Hugo Chávez, inspirador, 4 de febrero 1992. El emperador de Galapagar – hampón de manual, nieto de chequista, hijo de terrorista – junto al Doctor sepulturero apuntalan una dictadura sin simulación alguna, con total descaro, a porta gayola. Si durante los últimos y rajoyescos tiempos veníamos arrastrando un hondísimo menoscabo de libertades civiles elementales, con el actual gobierno, primor. Nuestro ilegítimo gobierno, con sus mamporreros uniformados censurando o fumigando o soltando hostias, servil y fecundo lameanos de Soros y catervas «filantrópicas» diversas, precipita turbadora e irreversiblemente las totalitarias agendas globalistas.

España ha muerto

España es un nombre, España ha muerto. Patria nuestra, tren descarrillado, sobreviene la misma y aspérrima sensación de destierro cernudiana. El fin de un mundo razonablemente habitable, remate y puntilla final. Una patria sin futuro y sin esperanza. Pistoletazo de empiece de algo extremadamente feo. España, laboratorio experimental globalista durante las postreras témporas. Con sus paranoias a rastras. Género, feminismo, elegetebeí, inmigración masiva, clima, nuevas tecnologías. Demografía y control poblacional, covidiota. España, de laboratorio a granja ovina. Y, poco después, matadero.

Salir a pasear, comprar, moverse fuera de España resultará imposible. Salvo previa implantación de vacunas o chips geolocalizadores. Sin ambos, enchironados de por vida en nuestra casa. Al menos, en el trullo casero, no llevaremos el bozal, la máscara de la Bestia (Ap 13, 7 y Ap 15, 2). Un secuestro domiciliario de por vida. Un mundo, peor que las peores distopías. España, rasgos liberticidas propios.

España en ruina: meadero, cagadero y burdel

Bajo la inspiración de nuestras dos funestas experiencias republicanas se avizora régimen criptomarxista – ora bolivariano, ora griego – cimentado absolutamente sobre la imponente e inabarcable deuda, diga esclavitud imperecedera. Comunismo, un clásico, más de cien añitos: persecución, robo, crimen. Y devastación económica. Purita y nuda miseria.

En España distinguiremos la nacionalización de amplios sectores de la economía. Intrusismo estatal aún más arrasador. Control de precios de miles de productos. Tal vez, algún día no tan lejano, convivan dos monedas, al modo cubano. Para los turistas ricachos, el euro. Para nuestras jineteras, una suerte de neopeseta. España, meadero, cagadero y burdel. La ruina económica, tan claro, deviene inhumana. Impensable hecatombe. Axiomática quiebra. Miles de empresas se largarán, para no regresar jamás, a sus respectivos países. Despavorida huida, tipo Nissan. Demasiada inseguridad jurídica, demasiados infiernos fiscales e impositivos, demasiado sindicalismo gansteril.

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Hiperprivilegiada y forradísima nomenklatura megacorrupta versus borreguil chusma limosnera. Amantes de la cal viva y podemonguis, payasos garzonitas plurales, perseverando en el poder mediante la elástica tapadera legal de la Prostitución del 78, mientras la inmensa mayoría de nuestros compatriotas, suicidas colaboracionistas, tratados como mierda pordiosera. Los perrodistas, mientras tanto, todavía más infamia. Con Don Bulón y su pastorcilla pastoreando a la rastrera grey, preferentemente papagayos succionatraseros y loritas buenorras. Legitimando, todavía más, nuestra basura partitocrática. El Estado de partidos, un fin en sí mismo. Todo ello, bazofia coronada. Por filípicos y gaseosos entes actuales. O por bonachones de los cojones, conspicuos cazaelefantes. La monarquía española, angustioso dilema: pavorosamente irrelevante o ferozmente cleptómana. O ambas combinadas.

Compatriotas muriendo de hambre

Mientras parte de sus compatriotas mueran de hambre, ambicionando un cuenquito de arroz, ellos se descojonarán desde los jacuzzis de sus mansiones, con su farlopa y sus putas pelando y perlando su glande. O desde sus satánicas tenidas de linaje masónico. Ellos más listos, más inteligentes, más guapos. Más cool, en definitiva. El resto, tan teleabducido y balconazi, escoria infrahumana. Aplicación práctica – y muy pragmática- de una despiadada concepción antropológica. Desde la dacha o desde la logia, desalmado mundo binario: olímpicos dioses y eliminables hormiguitas.

Sucederá. Más que nada porque no existe pueblo más resignado y sumiso que el español. La mayoría tendrá lo que se merece. Todo bien ganado a pulso. ¿Y el resto? No acatar leyes injustas, no pagar impuestos. Jugarte vida, hacienda y libertad. O pirarte para siempre y ni siquiera recordar la que en su día fue la tierra de tus padres. Y, a ratos, la tuya. No hay otra. En fin.

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Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.