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Esto no es hablar de la Monarquía, sino de un procedimiento judicial.

No hubo necesidad, salvo que se quisiera contentar a la chusma de corral y patíbulo, que el hijo, Felipe VI, desterrase al padre, que la Edad Media pasó hace mucho, y que si es de robar al Estado, aquí han robado y siguen robando muchos. Y como todo tiene su consecuencia, se vea o no en el momento que tomamos una decisión. Ahora resulta que a consecuencia de aquello, esto es, como consecuencia de que el hijo, Felipe VI, dispusiera que su padre no pertenecía ya a la Familia Real, y consiguientemente le retirase ostentar toda función institucional o pública, ese ha sido el argumento de cargo que el Tribunal Superior de Londres -que como todo lo inglés está emponzoñada de filibusterismo congénito contra España- sostiene para admitir la demanda civil por acoso que Corinna Larsen, meretriz, interpone contra Juan Carlos, ex Rey de España. En otras palabras, que para la justicia inglesa Juan Carlos no tiene la impunidad que sí tuvo para la justicia de los Estados Unidos Andrés, Duque de York, tercer hijo muy amado de su madre, Isabel de Inglaterra, imputado con probadas y suficientes pruebas por pederastia.

    Bien es cierto que admitida la demanda, ahora viene la segunda parte, que no es otra que dilucidar si realmente hubo o no hubo acoso. Es decir, si Juan Carlos de Borbón y Borbón persiguió sin tregua ni descanso a la meretriz Corinna Larsen. O, si por el contrario, simplemente insistió o persistió un poco más de la cuenta en algo que para él era beneficio o de su gusto. 

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    Ojo, pues, con esto del acoso, porque es terreno muy resbaladizo. Y además, puede que en este caso no lo hiciera él mismo, que ya sabemos que los reyes no se manchan. Ahí tenemos el 23-F como caso paradigmático. Que fueran otras personas quienes acosaran a la meretriz, y si esto fuera así, Juan Carlos podría salir de rositas en el único procedimiento judicial que todavía tiene abierto, y de paso dar con un palmo en las narices a la meretriz con la que disfrutó tantas horas de su vida.

    Sea lo que sea, esta fulana debería recordar las hamburguesas y las barbacoas que el Emérito le hacía a su hijo, lo famosa que se ha hecho y el dinero que se le regaló por hacer lo que otras hacen por 20 euros.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha