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He leído y oído muchas cosas inverosímiles acerca de los tiempos en que la gente vivía libre, es decir, en estado de salvaje desorden. Pero siempre me pareció que lo incomprensible es justamente esto: ¿Por qué el poder estatal de entonces, por embrionario que fuese, les permitía vivir sin leyes comparables a las nuestras, sin paseos obligatorios, sin horarios fijos de  comida, levantándose y acostándose cuando les venía en gana? Algunos historiadores cuentan, incluso, que entonces las farolas permanecían toda la noche encendidas, y que toda la noche iba y venía gente por las calles. Me resulta imposible concebirlo. Por muy limitada que fuese su inteligencia, debían entender que semejante vida era un verdadero suicidio El Estado prohibía matar a una persona, pero permitía asesinar a millones de ellas. Matar a una significa reducir en 50 años la suma de todas las existencias humanas, y esto es un delito, pero reducir esta suma en 50 millones de años no lo era. ¿No resulta ridículo? (…) Comprenda, es la vieja leyenda del Paraíso… Pero adaptada a nuestra realidad, trasladada al presente. ¡Sí, piense en ello! A aquellos dos, en el Paraíso, se les presentó una alternativa: o dicha sin libertad o libertad sin dicha. No se les dio una tercera opción. Y ellos, unos zoquetes, eligieron la libertad. Así es comprensible que durante siglos añoraran las cadenas. Las cadenas, ¿comprende?, ahí tiene en qué consistió el dolor del mundo. ¡Durante siglos! Solo nosotros supimos recuperar la felicidad…

Estas palabras pertenecen a Evgueni Ivánovich Zamiátin, extraídas de su novela distópica Nosotros, escrita en 1920. Su obra lo introdujo en la historia de la literatura del siglo XX, no solo fantástica, sino universal. Zamiatín nació en 1884 en Lebedian, Rusia. El régimen comunista soviético lo censuró y prohibió la publicación de su novela forzándole a exiliarse en París, donde finalmente fue editada años más tarde. El escritor disidente murió en Francia en 1937.

Nosotros, escrita en forma de diario cuyo personaje llamado D-503 vive dentro del Muro Verde en el Estado Único gobernado por el Benefactor, disfruta de un estado de no-libertad en una sociedad donde se goza de una felicidad igualitaria e idéntica para todos. En definitiva, vive en un mundo futuro donde una tiranía desterró hace tiempo las pasiones humanas y la naturaleza del hombre prohibiéndolas por considerarlas algo de un pasado salvaje, doloroso y primitivo.   

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Nosotros anticipó a Un mundo feliz, la famosa novela del escritor británico Aldous Huxley, publicada por primera vez en 1932, donde el desarrollo tecnológico y la ingeniería social construyen un mundo sin alma.

En esa dictadura perfecta ambientada en el siglo XXVI por Zamiátin, la vigilancia y represión por parte del Estado es absoluta. Ese mundo opresivo y deshumanizado inspiró también a George Orwell para escribir 1984 después de leerla en su edición francesa.

En el Estado Único imaginado por Zamiátin, el “yo” es remplazado por el “nosotros” colectivista donde no existe la vida privada y la libertad es algo pernicioso. Los personajes de Nosotros asumen la anomalía como algo normal. Eligen la seguridad del esclavo que no es consciente de serlo a cambio de un supuesto bienestar colectivo, la dicha y la felicidad a cambio de la libertad y el riesgo que ella implica.

Zamiatín advirtió ya por entonces, la deriva y el destino final del totalitarismo, la imposición de la fuerza bruta de la mentira ejercida por el Estado que aplica su poder asfixiante sobre los individuos con la aceptación sin reparo de las mayorías.

Zamiatín -un precursor que inspiró a grandes como Huxley y Orwell- fue un rebelde, alguien que con su genio literario dio testimonio de coraje y valentía denunciando y advirtiendo del peligro de lo utópico que acaba convirtiéndose en distópico.

Seamos como Evgueni Ivánovich Zamiatín, rechacemos la imposición del poder de ser felices por obligación, optemos por la vida con el riesgo que ello implica, rechacemos la dicha a cambio de la libertad, seamos libres, pero de verdad.

Autor

José Papparelli
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