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Las elecciones generales de 16 de Febrero del año 36, a las que concurría el denominado Frente Popular, no resolvieron los problemas de convivencia y odio exacerbado que la II República había generado en la sociedad española, tanto es así, que desembocó en la inevitable la Guerra Civil.

Considerando los resultados de las elecciones catalanas de ayer, 14 de Febrero, sin riesgo alguno de equivocación,  puede inferirse que estos comicios siguen sin despejar el oscuro e irrespirable ambiente de Secesión de Cataluña, perpetúan y alientan sin vacilaciones el separatismo y la fractura social y política, haciendo su rostro más visible en el exterior y en esta España debilitada e inerme.

Conviene, incluso, es necesario recalcar que el enfrentamiento político que se ha dilucidado en estas elecciones, es idéntico al que se planteó en las últimas generales de la República; los adversarios políticos, al margen de siglas, se han dividido en dos bloques,  los Constitucionalistas, respetuosos con el orden social y jurídico, defensores de la integridad de la Nación, y los pertenecientes al Frente Popular constituido y abanderado por el gobierno del socialista Sánchez, donde se aglutinan y amontonan los enemigos ancestrales de España.

El boceto de la escena independentista catalana se basa en un proyecto secular de chantaje, manipulación y artera explotación de las debilidades históricas de España; aspiración que no cesará hasta conseguir la obra definitiva, plasmando en el utópico lienzo su ansiada independencia, falsa creación surgida de la arrebatada paleta y de los coléricos pinceles manejados por los declarados enemigos de España.

Son demasiados años de perfidia independentista, la alta abstención, casi un 50% del electorado, va a disminuir las alharacas, los excesos verbales del bloque frente-populista, los pasos ejecutores del proceso independentista, la llamada hoja de ruta, tendrá que ser modificada para adaptarse al número de votos “reclutados”; la legitimidad independentista continúa estando en entredicho, por tanto, aunque del aparato excretor del secesionismo, se puede esperar cualquier inmundicia, España, va a seguir soportando y sufriendo los embates de la tempestad del separatismo catalán durante mucho tiempo.

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Y no solo esto, de nuevo tendremos que ver cómo se vuelve a constituir la vergonzosa mesa de negociación, y pagar el peaje independentista, en forma de indultos o amnistia, de dádivas o extorsiones  económicas a costa del dinero sustraído al erario público.

Llegados a este punto, proclamado vencedor de las elecciones el socialista, Illa, millones de españoles se preguntan: ¿cómo es posible que el enterrador de más de 100.000 víctimas de la pandemia con una gestión negligente, rayando en lo criminal, las milagrosas y democráticas urnas hayan podido determinar que la corona de laurel embellezca la cabeza de este individuo?

Lo que está sucediendo en España es algo inimaginable en cualquier país civilizado y democrático de Europa y del mundo; la sociedad, el elector está sumido en la indiferencia, en la pasividad, en la burbuja esclavizante de la propaganda de los medios afines al pretendido nuevo orden universal, es incapaz de discernir el bien del mal, su necedad e incompetencia moral y ciudadana permiten que se le encadene a los remos de una travesía utópica,  siniestra y turbulenta que nada bueno y aceptable le va a proporcionar ni a su futuro ni a las vidas de sus seres más queridos y cercanos.

La insuficiencia, la pequeñez de su concepto de dignidad ciudadana, le impide percatarse de que es sujeto de burla y escarnio por parte de esta tropa de políticos indeseables,  agiotistas y mentirosos.

Votar a Illa, o votar al pato Donald, ¡qué más da!

En cuanto al número de votos contabilizados y escaños obtenidos por los partidos en liza, cabe destacar: la probable acta de defunción de Ciudadanos, efecto nada coyuntural, y sí esperado, las oscilaciones y el desorientado tránsito de este partido por sendas mal balizadas, le ha conducido al abandono y rechazo de sus partidarios y simpatizantes. Un acto de contrición debía de llevarle a integrarse con el PP.

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 Ante la actual imposibilidad de aglutinar todas las fuerzas constitucionales en beneficio de los intereses generales de España,– ya que, la cruel y mezquina ruptura de Pablo Casado con el líder de VOX durante la moción de censura contra Sánchez, por ahora, impide conformar un Bloque Constitucional que ponga freno a las tropelías del gobierno Sánchez/Iglesias,–los españoles que con mucho esfuerzo y buena voluntad siguen pensando que el futuro y estabilidad de la Nación radican en la  defensa a ultranza del  espíritu conciliador de la Transición, es obligado y justo que demanden una rectificación al líder popular junto con la promesa de mantener criterios políticos alejados del nefasto y acobardado legado de su antecesor.

Dicho esto, es obvio que la factura a pagar por el PP, se ha materializado con justicia electoral en estas elecciones.

Finalizando con estos trazos gruesos, solo resta felicitar al partido de Santiago Abascal por el éxito de su irrupción en el parlamento catalán, extremo que complace y da esperanzas a los fervorosos detractores del Frente Popular; sus votantes y seguidores en la noche electoral celebraron los 11 escaños, gritando ¡Libertad, Libertad!, demanda y exigencia que, al parecer, muchos españoles no terminan de comprender, ni son conscientes de las calamidades que su ausencia provoca.

En cuanto a la futura formación del gobierno catalán, considerando que todo ellos son hermanos de la misma camada frente-populista, poco importa su composición.

 

Antonio Cebollero del Mazo. Salamanca, a 15 de Febrero de 2021.

Autor

REDACCIÓN