20/09/2024 16:25
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Sr. Director:

    Si en todas las épocas los pueblos tienen la responsabilidad de influir con su vida, su trabajo y su ejemplo en la configuración de la Patria, por ser ella “una unidad de destino hacia lo universal”, como la define José Antonio. Sorprende que España, que venció al Comunismo en el campo de batalla, sosteniendo una Cruzada -la última Cruzada de occidente-, y que dio cumplida respuesta al régimen liberal, se haya precipitado en los vericuetos de un sistema corrupto y corruptor por su misma naturaleza, que hoy vuelve a estar en entredicho.

Podemos comenzar recordando que aquí lo hemos aguantado todo. Recordando que quien dirigió la etapa de la Transición perdió el sentido antes de perder la razón. Recordando que se compartió mesa y mantel con reconocidos genocidas (Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri), a los que nadie osó llevar ante el Tribunal Penal Internacional. Recordando que la Jerarquía de la Iglesia se ha plegado al nuevo discurso modernista y relativista para seguir conservando sus privilegios de casta. Recordando que las Fuerzas Armadas, lo que antes se denominaba Ejércitos de España, cuya comportamiento y falta de actuación siempre resultó extraña, y en un determinado momento (23 de febrero de 1981) cobarde, terminó al mando de un comunista, muy posiblemente un elemento infiltrado desde su ingreso en la Academia General del Aire, aparte de un anormal. Recordando que al Rey que propició todo esto, Juan Carlos de Borbón y Borbón, y más, y del que todos estaban encantados, se le ha echado de España.

No puedo dejar de admirar a quienes, a pesar de todo, mantienen la esperanza de una  resurrección, en lugar de ver todo este devenir en el sentido último de la historia. Y es entonces, cuando se parte de aquí, cuando se tiene que dar la voz al poeta, en este caso, a mi admirado Demetrio Castro Villacañas (1919 – 2004) del que trascribo unos versos del dolor que dedicó a su mujer, Dolores, fallecida en plena juventud, que también hoy sirven para expresar el mío… ¡Tengo tanto / que hablarte siempre! Y ¡tengo tantas cosas / que decirte de nuevo!… Silenciosas, / se me hunden las palabras en el llanto…  

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Pablo Gasco de la Rocha
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