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Lo más probable será ver a ciertos lectores preguntarse: Pero este escritor, ¿cree realmente en lo que escribe? No  me extrañaría lo más mínimo;  incluso lo doy por seguro. Mi respuesta, sería ésta: ¡Sí creo!,  veo muy fácil poder  convencer a los que dudan de la existencia de ese “Poder “,  habida cuenta de las innumerables pruebas que lo avalan.

La primera de todas –de máxima solvencia–: ver cómo el Apóstol  “amado del Señor” –el águila de Patmos–, con la mayor naturalidad, nos informa de su existencia (Apocalipsis, c. 3, v. 9). Pero,  independientemente de la revelación de san Juan evangelista, nos lo confirma la Historia y lo demuestra el análisis de  la vida diaria, lo mismo  a nivel nacional que internacional.

El método que utilizaré para convencer a los incrédulos lo basaré, precisamente,  en glosar  los acontecimientos diarios,   “en clave –digamos– de ‘sinagoga de Satanás’”. Me parece el más práctico.

Si admitimos la existencia de la Sinagoga de Satanás –o “Poder Supremo ‘sin rostro’”—la curiosidad reclama, evidentemente,  saber cuándo se organizó, pues si bien San Juan la cita –luego existe–,  no nos habla más de ella,  ni de su origen. Tampoco consta ese dato  en los libros del antiguo Testamento,  ni los del Nuevo. Pero,  al respecto,  tengo muy presente siempre las lecciones de un insuperable maestro y una lección de ellas,  inolvidable y utilísima en la vida,  es la que resumía en una frase: “Dios deja las cosas hacerse” como lo demuestra el encargo explícito hecho a nuestros primeros padres: dominad la Tierra”.  Y ciertamente lo estamos cumpliendo y hemos ido  descubriendo cosas que Él pasó por alto, para  que nos  ocupáramos nosotros. Y a veces tardamos y tardaremos siglos en ver lo que luego resulta evidente. 

Mi opinión es esta. Satanás que según el Evangelio estaba muy atento a los movimientos de Jesús –hasta se atrevió a tentarlo cuando ayunaba en el desierto, no pudo fallar en los días más trascendentales de la Historia, cuando Jesús era maniatado y  maltratado por la chusma enviada por los jerarcas judíos a detener a Jesus en huerto de los Olivos. Especialmente durante el doble juicio: en casa de Caifás y, al amanecer, en el pretorio  romano.

Sobre todo se fijó en la forma cómo los jerarcas judíos manejaban a la plebe para forzar a gobernador romano a condenar a Nuestro Señor a la muerte infamante por crucifixión. Presenció la muerte del Dios-Hombre y vio –con  alegría– partirse en dos el velo de Templo al interpretarlo como que  el Dios de Abraham repudiaba al que– hasta ese momento– había sido su “Pueblo elegido”.

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Había entendido que Jesús, en el Cenáculo, había  puesto en manos de los Apóstoles una nueva organización, que continuaría su misión cuando no estuviera Él entre ellos, y que sería “su Iglesia”.

Éste es el momento adecuado para recordar cómo,  algunos santos, han llamado al diablo, ¡la mona de Dios!”.  Su orgullo le lleva a imitar a Dios y le copia como puede. Por ejemplo al ver el desgarro del velo en el Templo  de Jerusalén decide crear algo similar a aula Iglesia de Cristo y funda “su sinagoga” aprovechando lo que el ve, como el repudio del “Pueblo elegido”, por no haber recibido al Mesías esperado.

Detengámonos un momento para pensar en un hecho bíblico bien conocido. Los libros sagrados nos narran como Jehovah eligió al patriarca Abrahán para “padre de un pueblo”  para asegurar un objetivo trascendental: garantizar el mantenimiento de la verdadera  Fe,  y el nacimiento de Jesús en Belén. Para lograrlo, lo dotaría de unas cualidades especiales para no sucumbir. E, indudablemente,  el pueblo judío pudo con todo: con las invasiones, con los destierros, con la destrucción del templo de Salomón. En el destierro,  se adaptaban a la realidad de la vida  y acababan siempre controlando a sus amos y dirigiendo al pueblo conquistador,  desde puestos claves especialmente como responsables de su economía. Gracias a tales cualidades, se cumplieron con precisión todas las profecías y  el Mesías pudo nacer en Belén como hijo de David.

Pero,  al no reconocer como Hijo de Dios y Salvador, al “Esperado” durante siglos, se rompía la Alianza y Lucifer lo consideró una gran ocasión para  elegir a los jerarcas y  como pilares de su “sinagoga” y combatir así contra la Iglesia  de Cristo. En esas consideraciones me baso para  fijar como fecha de nacimiento de la “Sinagoga de Satanás” ese mismo Viernes Santo,  luego de haber expirado en la cruz nuestro Redentor.

Esa elección resultó  un acierto, por ser  expertos en trabajar “en la sombre”, “bajo tierra”, y por saber moverse sin ser detectados dada su experiencia previa y milenaria. Podemos pues imaginarnos que con otros dos milenios de ejercicio en la misma línea, hoy han perfeccionado de tal modo la organización satánica,  que han llegado a la cima en el súmmum de la perfección de sus estructuras. No se extrañe nadie, pues, de mi admiración por ese Poder Supremo sin rostro,  al que combato  con mis pobres armas  desde mi juventud;  intentando abrir los ojos de los católicos para que   conozcan al peligrosísimo  y poderoso enemigo, aunque sin gran éxito. Pero no me preocupa, pues lo  único que Dios nos exige es ¡luchar!

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Dejar claro lo expuesto en este artículo es la primera lección sobre la Sinagoga de Satanás. Ojalá  vean los lectores  que no se trata de un espejismo de Gil De la Pisa, Por el contrario es la más palpable  de las realidades. Basta atenernos a los hechos: para convencernos de que nos llevan como borregos al corral de la despersonalización y de la esclavitud sin oponer la menor resistencia.

Como el CORREO DE ESPAÑA lo lee la mejor gente de España e Hispanoamérica y la más inteligente, espero que estas “prédicas” sobre la materia den  abundante fruto y pueda irme con  la satisfacción de haber abierto  los ojos a muchas mentes.

 

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.