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Sospecho que Sánchez no tiene en cuenta cuanto pregonaban los golpistas respecto a que necesitaban un muerto o que lo volverán a intentar.
Arde Cataluña. Dice Sánchez que priorizará “concordia” sobre “venganza” en los previsibles indultos a los golpistas. Es evidente que está enfermo por seguir agarrado al poder, mantener el colchón en Moncloa y seguir contando con la ‘tribu’ de variopintos esperpentos que lo apoyan. Demuestra que es incapaz de reconocer el daño que ha hecho, el atropello a la ciudadanía, los destrozos a la economía, las pedradas al empleo y la inutilidad de su “organización criminal” en la gestión de la pandemia. Nunca el tribunal actuó con venganza y sí con transparencia y dignidad legislativa.
Pueden reírse de la expresión “organización criminal”, pero si el ministro Marlasca (no se escribe con “k”) la utiliza contra sus adversarios políticos, defiendo mi derecho a hacer uso de ella para aplicársela al desnortado Gobierno del ‘dúo matarile’. Volver al tema de los indultos es volver la burra al trigo. Un golpe de Estado es un atentado a la Constitución y al orden que la ciudadanía se dio democráticamente. No cabe indulto en este caso, salvo abuso con retorcimiento de la ley.
Hace apenas año y medio, el Tribunal Supremo condenó a diversas penas a quienes habían liderado el proceso de sedición. Para mí fue rebelión contra el orden establecido en la Constitución. No me sirven los eufemismos. Los valores a los que aludió Sánchez, poniéndolos como guindas en la Carta Magna, no son más que verborrea barata de esa que le escriben sus asesores y fracasados gurús como Iván Redondo. Diálogo sí, siempre, pero dentro de la Constitución.
Llevamos años comprobando que el diálogo, el consenso y el entendimiento es ceñirse a los anhelos del independentismo, traducido en golpismo. Todo lo que no sea dar la razón al separatismo lo llaman “fascismo”, sin darse cuenta que el fascismo lo practica a diario la otra parte, lo mismo contra la ciudadanía que contra las leyes o la economía.
La sociedad catalana está desgarrada. Y lo está por obra y desgracia del separatismo. Ni entre los partidos golpistas se entienden. Muy claro, y con razón, se ha dicho desde la oposición que “Cumplir la ley no es venganza, defender la unidad nacional no es revancha y dar un golpe de Estado no es un valor constitucional”. Al menos, parece que esta vez se lo han escrito correctamente al líder de la oposición, Pablo Casado.
Aquel desafío soberanista de 2017 no puede quedar impune, como no quedó el intento del 23F. Bien es cierto que hay una diferencia abismal entre este último y el clan “barrabasada” catalán. Antonio Tejero no se humilló ante el Estado y asumió sus actos, cumplió condena y en ningún momento perdió su dignidad. Por el contrario, los golpistas catalanes no han dudado en bajarse los pantalones, llorar en sus celdas como irresponsables mártires y exigir llevar una vida de hotel con permisos de recluta. Tremendo error lo de ceder las competencias Penitenciarias a Cataluña y País Vasco.
Seguiremos viendo etarras desfilando por las calles de Vascongadas, a la vez que se mofan de las víctimas, como ya lo han hecho. En algún momento hay que revertir eso. ¿Serán capaces la “derechita cobarde” o la derecha centrada –una vez que asuman el Gobierno de nuevo– de coger al ogro por la pechera y al toro por los atributos?
Sospecho que no se ha tenido en cuenta lo pregonado por los golpistas respecto a que “necesitaban un muerto para justificar su causa” (el presidente era Rajoy). Y también parece haberse olvidado que ni están arrepentidos ni lo estarán: “¡Lo volveremos a intentar!”. No se cumple ninguna máxima que podría dar lugar a indultos personales.
Es evidente que, si el informe preceptivo del Tribunal Supremo es contrario a concederlos y el Gobierno los otorga, se meterá en la ciénaga del pleno descrédito. Habrá dejado por los suelos al Tribunal citado y se encontrará con recursos varios. El independentismo también ha rechazado los indultos.
Pedro Sánchez está en un callejón en el que, si concede los indultos, la ciudadanía se sentirá con el derecho de echarse al hombro al Gobierno, desobedecer la ley e incendiar la calle. Ni con los indultos habrá apaciguamiento. Cataluña ha entrado en una dinámica de combustión permanente y la CUP hará que arda el Gobierno regional. Al tiempo.
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