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Cualquier motivo es bueno para poner en el candelero a cualquiera de esos falsos movimientos ecologistas que si se profundiza ligeramente en sus mensajes, videos distribuidos a través de las redes sociales y postulados, se comprende lo que en realidad son, buscan y pretenden.

Y desde luego como en tantas otras ocasiones, para publicitar sus argumentos recurren a las medias verdades en unas ocasiones, mentiras descaradas casi siempre.

Además hace algún tiempo que a esta “ofensiva” sectaria e interesada se ha sumado un nuevo grupo que se ha sacado de la chistera quien es esa oscura mano que mece la cuna de los despropósitos –la ONU, Foro Davos o Bilderberg Group–, que no ha pestañeado al afirmar que “comer carne es un atentado muy grave contra el planeta”.

Estoy hablando de los “veganos”, que de ser un simple grupo de personas que no cuentan con la carne para su dieta alimenticia, han venido a pasar a ser un eslabón más de la cadena de organizaciones al servicio del mundialismo, a través de la tergiversación del respeto a la naturaleza llegando a asumir los principios de la manipulación y el engaño que se ocultan tras la denominada Carta de la Tierra, como veremos a lo largo del presente escrito.

En efecto, toda esta acometida se enmarca en los planteamientos de ese documento al que con la ramplonería que les caracteriza, denominan “Carta de la Tierra”.

No es algo baladí, pues se trata de la imposición a través de los canales característicos de manipulación de conceptos y lenguaje, de una religión y paradigmas sincréticos abiertamente anticatólicos.

Tras varios ensayos de documentos, foros y propuestas, el punto de partida oficial de ese movimiento que llegaría a ser la Carta de la Tierra, la transformación de la Ecología en “ecologismo”, del sincretismo religioso promovido como hemos dicho, por la ONU, así como de la “ideología de género” y repunte con redoblado esfuerzo del crimen abominable del aborto –al que han llegado a transformar en industria del crimen legalizado–, se encuentra en el “Informe Kissinger”, redactado en el año 1974, que pone como objetivo político de EEUU, cambiar la ética. O sea: preceptos religiosos y socioculturales de los pueblos que se resistan a acatar las impositivas políticas de natalidad y control demográfico, para evitar los supuestos riesgos de escasez de recursos para los mismos Estados Unidos y sus aliados directos: Gran Bretaña y demás países del ámbito anglosajón.

Es decir: asegurarse una gran despensa de recursos naturales, sin contar y pasando por encima, de las soberanías nacionales.

El “Informe” expresamente cuando se refiere a los derechos a la educación y a la igualdad de oportunidades insiste en que (sic) “la educación será considerada como un instrumento para llegar a índices de natalidad más bajos y no como un derecho natural de la población”.

En sus Recomendaciones Políticas, Sección I, habla de “una estrategia de población global para los EE. UU.

En el año 1980 un grupo de personalidades del partido republicano de Estados Unidos redactó otro documento, titulado “Las Relaciones Interamericanas, Escudo del Nuevo Mundo y Espada para la Ascensión de los Estados Unidos al Poder Mundial”. También conocido –poco conocido, pues hacen lo posible por ocultarlo– como “Informe Santa Fe”. Este Informe Santa Fe se convirtió en operacional al llegar Ronald Reagan a la Casa Blanca. Se explica en el mismo, la importancia para Estados Unidos de recuperar la iniciativa en la “lucha ideológica” fomentando “nuevos fenómenos religiosos” y se vanagloria de que han logrado que en Guatemala, por ejemplo, el 40% de la población se haya adscrito a las sectas y abandonado la Iglesia Católica.

Entre las sectas a fomentar se encuentran en lugar importante, todas las referidas a “ecologismo”, “vida natural”, “veganismo”. Bien directamente como fenómeno religioso, bien allá donde no sea posible, a través de “movimientos y ONGs ecologistas”.

Todos sus planes se presentan disfrazados de respeto a la naturaleza.

Según esta religión que el Nuevo Orden Mundial pretende implantar a la fuerza, el planeta Tierra está en peligro por culpa de la especia humana.

Pero no de todos los humanos, sino de los españoles. No por ser españoles, sino por ser católicos y haber extendido y defendido la Fe, por todo el mundo. No en vano, unos pocos años atrás se nos acusó de “haber provocado un brutal cambio climático”, durante la conquista de América. Idea tan ridícula ésta, pero muy rentable, que cada dos por tres, saca directa o indirectamente a relucir esa aberración de la política, que es el tal Andrés Manuel Lopez Obrador, aciago presidente de México.

Parten de principios malthusianos en donde los más fuertes, “los elegidos” –el mundo anglosajón, blanco, protestante y los sionistas (no valen los judíos en general)– tienen derecho a decidir la muerte de quienes no lo somos, para preservar los recursos naturales y convertirlos en objeto de uso y disfrute exclusivo de unas minorías. Su “despensa natural”, como hemos mencionado anteriormente.

Las diversas Conferencias Internacionales organizadas por múltiples organismos de la ONU desde finales del pasado siglo XX, sobre reproducción humana, la nueva familia, la nueva ética y la nueva religión, que además de nuevas deben ser únicas y excluyentes, tratan de dar legalidad y poner en práctica los documentos cargados de eufemismos y tergiversaciones que de ellas se desprenden.

Estos mencionados documentos a modo de sesudas “conclusiones”, son tan abominables, que no les dan publicidad y en ellos se habla de “reingeniería social”, necesaria e imprescindible para la construcción de esa nueva sociedad global.

Deben cambiarse poco a poco mediante la publicidad persistente y a menudo subliminal, en los medios de comunicación bajo su dominio –casi todos–, sectarios informes de supuestos expertos medioambientales, la educación en las escuelas, etc., la conciencia de las personas para que vayan siendo aceptadas, asumidas, sin oponerse.

Cualquier análisis crítico es apartado, denostado, vilipendiado y su autor, calumniado, injuriado inmediatamente, empleando los epítetos de sobra conocidos: carca, fascista, retrógrado, etc.

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Todo ello es un calco de la creencia masónica panteísta.

No en vano, Henry Kissinger es un eficacísimo masón grado 33º, miembro de varias super logias: Three Yes, Amun, Rockefeller, etc.

Como enunciara Mijaíl Gorbachov –también masón, como masones son todos los autores y promotores–, la Carta de la Tierra es (sic) “el manifiesto de una nueva ética para un nuevo mundo. Un nuevo modo de vida”.

Y añade: “El mecanismo que usaremos será el reemplazo de los Diez Mandamientos por los principios contenidos en esta Carta o Constitución de la Tierra”.

De un plumazo y porque a la ONU y los promotores de esta Carta les da la gana, aspiran a cargarse la religión cristiana en general y el catolicismo en particular, para sustituirla por la nueva religión redactada a medida del sincretismo que nos vienen imponiendo.

La Carta de la Tierra que nace bajo la falsa bandera de la defensa de la naturaleza, no es sino promotora de un neopaganismo panteísta.

Fue elaborada para ser transformada en el paradigma de una “nueva ética para un nuevo mundo”. El “Decálogo de la Nueva Era”. Un “código universal de conducta”, para personas y naciones.

La Carta de la Tierra considera a nuestro planeta como un ser vivo, “divino” –panteísmo– y a la religión católica como “muy perjudicial y dañina”.

Sitúa a la Tierra como centro, en cuanto realidad geológica. Y puesto que es “dios” –Gaia– debe rechazarse todo lo que promotores auto erigidos en sumos sacerdotes, desde sus puestos políticos y económicos de poder mundial, consideran nocivo para los intereses de su clan y las doctrinas reflejadas en el “Informe Kissinger” e “Informe Santa Fe”, que hemos mencionado.

Por supuesto será beneficioso todo lo otro, que sirva para favorecer sus propósitos: aborto, ideología de género, combate contra el catolicismo, ecologismo….

La “salvación de la Tierra” fue acordada en la Cumbre de Río de Janeiro, en 1992.

La primera versión de la Carta se redactó en 1997 durante las reuniones de Consejo de la Tierra, bajo la dirección de Gorbachov.

Fue entregada al Secretario General de la ONU, Kofi Annan e incorporada a las deliberaciones de la Comisión de Desarrollo Sostenible, de abril de aquel año.

Entre los redactores figuran: Steve Rockefeller, de la Fundación de su nombre, Federico Mayor Zaragoza, Director General de la UNESCO, así como James Wolfenshom, Presidente del Banco Mundial que financia el CFR –Council of Foreing Ralations–.

Fue impulsada así mismo, por dos ONGs con estatus consultivo en la ONU: la Cruz Verde Internacional, presidida por el propio Gorbachov y el Consejo de la Tierra, cuyo Presidente Maurice Strong, era miembro del Foro de Davos, Subsecretario General de la ONU y Secretario General para las Conferencias de Medio Ambiente de las Naciones Unidas.

Otros dos aspectos relacionados directamente como medio de proselitismo e imposición paulatina, fueron en aquellos años finales del pasado siglo XX, la ideología de género como norma fundamental, de la que se dice: “afirmar la igualdad y equidad de género como prerrequisitos para el desarrollo sostenible y asegurar el acceso universal a la educación, el cuidado de la salud y la oportunidad económica”.

Lo que se oculta detrás de estos nobles propósitos, no es ni más ni menos, que la justificación ideológica para el fomento del aborto.

Y para ello se da el inicio de una brutal campaña de propaganda contra la maternidad, a la que Carolyn Hannan, Directora de la División para el Avance de la Mujer, llegó a calificar de (sic) “trabajo, carga e impuesto reproductivo”.

Por otra parte el propio documento incluye en su redacción, un dato revelador: el número de cuenta para ingresar las contribuciones a la Carta de la Tierra, en la Rockefeller Philanthropic Advisors, en la JP/Chase Private Banking.

La conexión entre masonería, ONU, instituciones internacionales y Carta de la Tierra, es más que evidente. Aunque como nos dice Cervantes en El Quijote, es cierto que quienes viendo molinos de viento, se empeñan en luchar contra gigantes. Pero no es menos cierto que quienes viendo venir a los gigantes, se empecinan en ver simples e inofensivos molinos de viento. Por desgracia, abundan estos últimos y a quienes se molestan en leer entre líneas y advierten del peligro, les acusan cual vulgares lerdos, de inventarse conspiraciones “judeomasónicas”. No en vano, el gran triunfo de Satanás es hacer creer que el mal, que el pecado, que él mismo, no existen. Ese mismo es el gran honor de estas élites oscuras mundialistas: hacer ver que todos los que se oponen a sus propósitos, no son más que locos conspiranoicos.

Pretenden establecer unos nuevos principios éticos al servicio del proyecto político de dominio.

La religión al servicio del poder de unos pocos, igual que proyectaron tras la Revolución Francesa, con la “Constitución Civil del Clero” y los “funcionarios públicos eclesiásticos”.

“El hombre construye su código ético, en guerra abierta con Dios. El antiguo proyecto de las logias”, como asegura Juan Claudio Sanahuja, en su “Poder Global”, al referirse a la gestación de la Carta de la Tierra.

En el año 1999, la “Comisión para la Gobernabilidad Global” dio por terminada la elaboración de otro de sus engendros: la Carta para la Democracia Global.

Esta Comisión fue creada en 1992. En su origen encontramos a la Comisión Independiente del Desarme, presidida por el sueco Olof Palme, la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo, presidida por la Sra. Brundtland y la Comisión del Sur, de Julius Nyerere.

Estos grupos comenzaron a coordinar la acción, convocados por Willy Brandt, Ingvar Carlsson, entonces primer ministro sueco. Shridarh Ramphal, entonces Secretario General de la Commonwealth y el holandés Jan Pronk. En la Comisión figuran Robert McNamara, Boutros Ghali, entonces Secretario General de la ONU y Nafis Sadik. Todos ellos campeones de la nueva ética que incluye el control de natalidad forzoso escondido bajo el disfraz de los llamados “derechos sexuales y reproductivos”. También forma parte de la plantilla de esta Comisión, casi todos los autores y promotores de la Carta de la Tierra.

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Porque la conexión entre unos y otros es palmaria, como vamos a ver.

La Carta para la Democracia Global tiene como objetivo fundamental, asegurar el “futuro de la Tierra”.

Los trabajos se financiaron con las donaciones del llamado “One World Trust”, que es una organización presidida en aquel momento, por Lord Archer of Sandwell, reconocido masón. Por supuesto la mencionada “One World Trust”, cuenta con el apoyo de otras reputadas organizaciones financieras masónicas –Fundación Rockefeller, Rothschild, etc.–

Buena parte de los contenidos de la Carta para la Democracia Global fueron incorporados disfrazando el lenguaje, como es habitual, a la Declaración del Milenio, del Secretario de la Naciones Unidas de septiembre de 2000.

Sus promotores dan por sentada la enorme influencia que ejerció en la Cumbre de Desarrollo Sostenible, de Johannesburgo.

Ya hemos mencionado los vínculos entre los miembros promotores de la Carta de la Tierra y los de la Comisión de la Gobernabilidad Global.

La Carta para la Democracia Global fue promovida oficialmente por los Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y para el Medio Ambiente (PNUMA).

Según la misma, se pretende sustituir la representatividad democrática tal y como la entendemos hasta ahora, por otro tipo de representación política encabezado por las ONGs. Coincide así con la insistencia en aumentar la representación y el poder de las ONGs sostenida por el Secretario General y todas las agencias, comités y comisiones de las Naciones Unidas.

A los españoles nos sonará esto y aquí vemos la explicación que tiene el que una ONG que trafica con inmigrantes y náufragos en el Mar Mediterráneo, haya ganado continuamente el pulso mantenido con el propio Gobierno de España, que llegó incluso, a enviar una unidad de la Armada para secundar los esfuerzos y poner en ridículo a la propia Armada Española y a todos nosotros, ante el mundo.

La lista de ONGs y políticos que promueven esta sustitución de la democracia por la tiranía impuesta por el Nuevo Orden Mundial, llena más de ocho páginas, casi sin espacios. Muchas de ellas tienen carácter consultivo de la ONU. Y por supuesto, se incluyen las más conocidas por todos y otras muchas cuya labor se desarrolla de modo soterrado en materia de adoctrinamiento.

Con una democracia corrompida por tanto, en su concepto, se aferran a lo que denominan “positivismo jurídico”.

No importa que existan poblaciones que pasan hambre.

No importa si en el vientre materno hay un niño.

Sólo importa que se cumpla la ley. Su ley.

La ley de la oferta y la demanda o las leyes abortivas. O cualquier otra que les interese.

No importa especular con los alimentos y destruir cantidades ingentes para mantener unos precios en alza que sólo benefician a unos pocos especuladores. A los “mercados”. Si la finalidad es la especulación, entonces no existe atentado contra el medio ambiente.

Con las leyes abortivas se da carta de naturaleza de “derecho de la mujer” lo que es un crimen contra el bebé, para así asegurar que las doctrinas malthusianas y de dominio de unos pocos privilegiados, se mantengan a costa de todos.

Poco importa que los incendios que hubo en la cuenca del río Amazonas comenzaran en la Bolivia indigenista de Hugo Morales. La culpa siempre es de otros, a los que se acusa de igual modo que un chimpancé dispararía un revolver: sin ton ni son y sin criterio objetivo alguno.

Tampoco importa que multinacionales propiedad de la familia Rothschild se dediquen a esquilmar grandes extensiones boscosas de la cuenca de este gran río, si la razón es la extracción de oro o piedras y otros metales preciosos.

Para ello cuentan con grandes medios publicitarios y calumniar a la humanidad –toda la humanidad– de los actos delictivos de unos pocos.

No existe ningún cambio climático provocado por los hombres. Pero la verdad es lo que menos importa. Los que provocan el problema, se nos presentan nada más y nada menos, que como nuestros “salvadores”. Cuando una y otra y tantas veces, sólo hemos visto que nos conducen a la tiranía imponiendo un cambio global de paradigma para asegurar su bienestar a costa del mundo entero.

Este es el origen de esa otra Agenda 2030, cuyo símbolo acostumbran a lucir en la solapa de sus chaquetas, no sólo políticos de cualquier partido de este sistema mundialista, sino también el jefe del Estado a título constitucional de “rey”, Felipe VI.

Y tras la Agenda 2030, llega Pedro Sanchez y nos presenta a bombo y platillo, la Agenda 2050. Presentación ésta, que ya ha servido para hacer algunos chistes. Pero que bien mirada, no tiene ninguna gracia y en la que todos los postulados miserables que hemos venido describiendo, han de estar ya en vigencia.

La Carta de la Tierra, la Agenda 2030 y la recién presentada Agenda 2050 que son la base moral relativista que justifica tantos despropósitos, tantas mentiras, viene disfrazada de protectora de la naturaleza, cuando no es más que uno de tantos ejemplos de la “cultura de la muerte” que se va imponiendo poco a poco a través del doble lenguaje y de lo “políticamente correcto”.

Esto es el Nuevo Orden Mundial.

Esto es lo que desgraciadamente venimos padeciendo, con la complicidad de quienes una y otra vez votan a los alumnos aventajados del mundialismo.

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REDACCIÓN