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 Después de la muerte del Caudillo aún quedaba sustancia falangista en los que vestíamos físicamente la camisa azul, y recalco el hecho físico de vestirla porque esa prenda la seguimos llevando de forma absoluta en el alma y así será hasta que Dios quiera que hagamos guardia en los luceros.

Como digo, quedaba ese poso que es esencia en una juventud formada doctrinalmente. Cierto que éramos muchos grupos distintos y eso fue lo que nunca debimos consentir. Distintas Falanges que en vez de aunar conceptos cayeron en unos particularismos de grupo y de formas que desembocaron en el cáncer que dio la puntilla a una idea que unida hubiera podido sentar plaza y haber sido enormemente necesaria en la sociedad que surgió de la terrible reforma política. Hubiéramos podido contrarrestar las maniobras de partidos y de políticos nefastos y traidores al Movimiento Nacional como Adolfo Suárez y otros que, pilotados por un monarca perjuro, dieron lugar a toda esta cochambre que amenaza en la actualidad con una caída por el precipicio de un Estado que ya no lo es.

Pudimos haber sido el muro de contención de tanta afrenta a la Patria, pero perdimos el tren de la Historia Es triste decirlo, pero Falange ya no existe. Posiblemente mucha culpa la tengamos nosotros, los camaradas que en esas fechas de cambios no supimos afianzar en un solo grupo y con una sola voluntad todo lo bueno que tiene el enorme fondo ideológico de nuestro maravilloso ideario. Ese que heredamos de otras generaciones de camaradas que nos enseñaron a amar España a través del amor a la Falange. Pero todo eso ya no existe. Esa herencia se nos murió por falta de alimento. Se nos marchitó por olvidarnos del mensaje de José Antonio. Por jugar con fuego.  Por llegar incluso a ventilar nuestras diferencias a mamporros y de esos polvos estos lodos. Porque lo de ahora no es Falange. Ni lo es ni ya lo podrá ser. Es un algo que ni pareciendo lo que intenta se acerca al espíritu de su origen.

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Dos ejemplos, aunque podían ser mil. He visto a una joven con camisa azul y gesto retador decir sandeces sobre el pueblo judío en un acto conmemorativo de la División Azul. He presenciado con sonrojo como la hija de dos famosos escritores de la izquierda es noticia por su pertenencia a Falange, cuando la noticia sería como alguien que parece miembro de un grupo de Punk puede pertenecer a Falange. Ya se sabe, ética y estética.  Cuando ves gentes que aún rodeadas de banderas y vistiendo la camisa azul parecen neonazis y hooligans es que ya no queda nada. Ortega y Gasset definió muy bien ese sentimiento de esperanza rota cuando vio en lo que se había convertido la Segunda República y dijo aquella frase que yo con sumo respeto utilizo aquí para con tristeza repetir. ¿Falange?  No es esto, no es esto.

Autor

Alejandro Descalzo
Alejandro Descalzo
Nace en Madrid en 1958. Estudia en Los Escolapios de San Antón. Falangista. Ha publicado 4 libros de relatos. Apasionado del cine y la lectura. Colaborar en este medio lo considera un honor.