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España, lejos de ser ambiciosa y autónoma es una potencia castrada desde 1975.
Antes de su asesinato el 20 de diciembre de 1973, el presidente del gobierno Luis Carrero Blanco ya había dejado claro que el programa español para la bomba atómica se mantendría, que el Sáhara era una provincia española irrenunciable, que las bases norteamericanas en suelo español no se utilizarían al servicio de EEUU para la guerra de Yom Kipur o que España no se convertiría en una democracia liberal para entrar en la OTAN.
La verja de Gibraltar estaba cerrada desde 1969 y en octubre de 1975, la última orden dada por el General Franco antes de su definitiva postración hacia la muerte, fue defender el Sáhara occidental con la fuerza armada frente a la invasión marroquí llamada “marcha verde”.
Esta era la política exterior de los últimos gobernantes patriotas españoles: soberanista y ambiciosa. Pero maniobraron los traidores…
La ilegal entrega del Sáhara a Marruecos pactada por el príncipe Juan Carlos antes de la muerte de Franco, así como la disposición del monarca manifestada en 1979 ante representantes diplomáticos y políticos norteamericanos de ceder Melilla a Marruecos y convertir Ceuta en un protectorado promarroquí para evitar otra “Marcha verde”, fueron los primeros botones de muestra de la ruina de nuestra política exterior cobarde y entreguista. El senador de EEUU Ed Muskei y el embajador norteamericano en España Terence Todman, mantuvieron un encuentro con el Rey de España en abril de 1979 que quedaría plasmado en un telegrama enviado por la misión diplomática americana al departamento de Estado. El citado documento fue desclasificado en 2014, plasma cómo el Rey de España tenía la voluntad de entregar Melilla y Ceuta, y a él hace referencia el historiador Charles Powell en el libro “Rey de la democracia”.
De aquellos polvos de la cesión y el entreguismo, vienen los lodos actuales que convierten a España en ramera de la OTAN y hoy de Joe Biden en Ucrania, donde nada se nos ha perdido.
En los años 80 Leopoldo Calvo Sotelo preparó, y Felipe González el de “OTAN de entrada NO” culminó, nuestra entrada en la OTAN. Y lo hicieron sin dignidad ni honor: abriendo la verja de Gibraltar, aceptando a los piratas del Reino Unido, sin defender nuestra integridad ni soberanía territorial y renunciando a la españolidad de Ceuta y Melilla, que quedan fuera de la cobertura de defensa del Tratado de la OTAN. Marruecos, aliado preferencial de EEUU en el Mediterráneo, se vería protegido en cualquier agresión contra España como de hecho ya lo está, cuando de forma impune se apropia de nuestras aguas territoriales en Canarias o invade Ceuta con 10.000 ilegales en mayo de 2021.
Como parte integrante de la OTAN, España se sumó al sanguinario Bill Clinton en la tarea de bombardear Yugoslavia y contribuir al levantamiento del narco estado de Kósovo, con el socialista Javier Solana como director de las operaciones de la muerte y el terror. Del mismo modo, dimos apoyo a la ilegal y absurda guerra de Irak que hizo de esa Nación gobernada por Saddam Husein, un Estado caótico, fallido y de terrorismo constante. Perdimos más de cien soldados españoles en la no menos estúpida intervención en Afganistán, que finalizó con el abandono perpetrado por Joe Biden y la victoria de los talibanes. Apoyamos el destrozo de Libia a manos del genocida Barack Obama y su secretaria de Estado Hillary Clinton, matones de Oriente Medio, o el intento de tumbar a Al Asad en Siria, que gracias a Dios resultó infructuoso.
Contencioso con Rusia a cuenta de Ucrania. Y ponemos nuestra fuerza militar al servicio de Joe Biden: un matón globalista, un golpista que robó elecciones a Donald Trump, un vividor de la industria bélica norteamericana desde hace más de 40 años en los cuales como Senador y luego como Vicepresidente de Obama se enriqueció a sí mismo y sus hijos y hermanos con los contratos de reconstrucción en naciones arrasadas como Irak o en la Ucrania nacida de la revuelta del Maidán en 2014. Revuelta que impuso un gobierno pro atlantista y pro Unión Europea. Revuelta del Maidán que vendría promovida por Barack Obama y también por George Soros, como el propio magnate ha reconocido y como el experto en geopolítico Pedro Baños ha señalado.
¿Qué se la ha perdido a España en Ucrania? Nada, salvo servir a EEUU y a George Soros, los que promovieron la mencionada revuelta ucraniana de 2014 para desestabilizar, los mismos que quieren reavivar una nueva guerra fría con Rusia que no existe, los que quieren enterrar el legado de Donald Trump basado en la distensión y la paz entre patriotas y entre naciones. Porque Putin, al igual que Trump, es un patriota. Por eso molesta a los globalistas, a los liberales y a los magnates especuladores que necesitan de la guerra y la amenaza para pertrechar sus negocios y ambiciones.
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