20/09/2024 22:45
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Cualquiera de nosotros suspendería todos los exámenes de Bachillerato y bastantes de la ESO. Es más, los que tenemos titulaciones académicas suspenderíamos ahora todos los exámenes que aprobamos para que nos dieran ese trozo de papel, previo pago de tasas (más dinero para el montón que ya habíamos pagado al Estado por “educarnos”). O sea, que nos deberían retirar inmediatamente los diplomas, doctorados y etc. derivados de esos conocimientos académicos que YA NO TENEMOS. ¿O sí los tenemos? Yo, por lo menos, sí que los tengo y los amplio. Estoy mucho más formado en “mis estudios” de lo que lo estaba cuando los aprobé, y actualmente suspendería… ¡menuda paradoja!

Por eso me descojono ante tantas rasgaduras de vestimentas por el aprobado general que el desGobierno de Espena va a conceder. ¿Qué más da? Cualquiera que vea el programa curricular de la ESO o Bachillerato sabe que es paupérrimo y que basta con tener un mínimo de capacidad memorística, y la disciplina de introducir datos en el melón, para aprobar y hasta con sobresaliente si se es un alumno modélico, un pelota de toda la vida.

Esto demuestra que la titulitis es nefasta y, según en qué sectores, mortal. Y que un profesor es más peligroso que un mono con una cuchilla, si imparte clase dictando un libro, como hacían en mi época –ocaso del XX y albores del XXI – la inmensa mayoría (y los pocos que no, solían decir una sarta de gilipolleces dignas de todo menosprecio por el alumnado ilustrado, pues eran conocimientos tendenciosos, partidistas, adulterados, programados, teledirigidos y de una incultura tan abrumadora que causaban pavor al oírlos y pudor al aceptarlos.). Por eso hay tantos titulados académicos, porque es muy fácil aprobar: no hace falta saber nada de la materia en cuestión, sino decir lo que el evaluador quiera que digas. Amén de las instituciones privadas donde con pagar basta, es colosal eso de ser cliente y no alumno. Sin conocerlas, intuyo que el grado más elevado de esperpento son las universidades de Estados Unidos donde dan “becas deportivas”, que traducido consiste en que todo buen deportista irá aprobando cursos. ¡Messi y Sergio Ramos podrían se doctores universitarios de haber estudiado en “yanquilandia” y de haber sido el jurgol un deporte universitario! Claro, que para colosal lo de Espena, donde su Presidente y el líder de la oposición son doctorados fraudulentos.

El eterno galimatías, a este respecto, es quién puede ser el docente de los profesores, para enseñarles a educar bien. La única respuesta parece ser asumir que los profesores de hoy son los alumnos de ayer. Bajo esta premisa todo está perdido… ¿o todo está por ganar? Os lo explico pasando de animales humanos al resto, que pueden ser adiestrados para 1.001 tareas humanizadas, pero si no les das su recompensa no harán jamás esa tarea. Y si esa recompensa se la das por otros motivos, jamás repetirá ese acto humanizado. Aquí está el quid de la cuestión: todo lo que hacemos tiene una motivación, un interés inherente que vicia nuestra conducta, que corrompe nuestro intelecto y nos convierte en esbirros y esclavos del sistema. Las titulaciones son la mejor marca de ganado que denota que ese titulado universitario será un profesional como el Sistema manda: dócil, dúctil y manipulable. De ahí que en tantas y tantas profesiones predominen los advenedizos y el intrusismo laboral. Normal y necesario. Y, cuidado, que esto no significa que la persona no titulada sea lega. Yo soy ejemplo de ello, pues jamás he trabajado gracias a mis titulaciones (incluido el irrisorio CAP que pagué… perdón, que obtuve… para ser profesor de Geografía e Historia).

Pese a que el profesional docente esté muy formado en la materia que desarrolla, y tenga el don de la pedagogía, la sociedad lo corromperá y, con sus enseñanzas, este docente deformará a los futuros profesionales en formación… Ante ello, el alumno ha de aceptar la “teoría del chicle”: se mastica pero no se traga. Bajo esta premisa estamos pasando la pelota a nuestro terreno, donde realmente se juega el partido del desarrollo del conocimiento. La sapiencia no es una pista de tenis, sino un frontón. Podemos jugar siendo sólo 1, no con la obligación de ser 2, que es la imposición de aceptar las reglas del juego del otro… y del árbitro. Lo mejor de esto es que cuando se sumen jugadores, el juego será más divertido y regido por las mismas normas; pero si no se suma nadie, tú puedes seguir jugando y los espectadores mirando igual, como si fuera un partido de tenis, pero sin marearse ni dejar que los que jueguen mareen la perdiz… ni que el leviatán nos arbitre.

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Si dejamos de ser un animal no humano que hace lo que sea a cambio de comida, seremos un ser humano real, y no esta suerte de pazguato enajenado, pero totalmente socializado, que son ahora la mayoría. Otra arma (o herramienta para el que no sepa que está en guerra) es asumir nuestra condición mortal y saber que pase lo que pase y pese a quien pese, de la vida nadie va a salir vivo, por lo tanto hay que perseguir temerariamente nuestra sensatez, los que la tengamos identificada; y no dejarlo todo para esa vida posterior buena que prometen todas las religiones y sectas. De momento, vamos a vivir con dignidad y coraje en esta dimensión conocida. Luego… Dios dirá.

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REDACCIÓN